Ir a SantiagoAmon.net
LAS FIESTAS DEL CARMEN Y OTRAS HISTORIAS DE CHAMBERÍ

«Desde el Carmen a Santiago no se pone el sol en Chamberí». Entrados como estamos en las fiestas patronales del castizo barrio y distrito madrileño, no está mal traer al comentario el dicho popular, risueñamente alusivo, según unos, a la largueza del día y franqueza del sol... «de santa a santo». Aunque otros lo refieran la continuidad que entre la luz sola y el farolillo verbenero se produce o producía, por tan largo y festivo período. Lo más paradójico del barrio en fiestas es que, madrileño chipén donde los haya, se ve bautizado a la francesa: «Chamberí», que (convertida en «i» la «y» final) no es sino el nombre de la capita de la Saboya, en el país frontero no siempre amigo.

¿De dónde le viene el apelativo galo al enclave matritense? Vayamos por partes. De Chamberí se llama la plaza que tiene su entrad por la calle de Santa Engracia (recuperado su viejo nombre a expensas del más nuevo de García Morato), y por la de Eduardo Dato (que antes se llamó del Cisne) su salida. Se sabe que la primera de estas calles, la de Santa Engracia, era el paseo favorito de la esposa de Femando VI, Doña Bárbara de Braganza, y no se ignora que a partir de 1725 calle y plaza empezaron a llamarse de Chamberí, «Careciendo de documentos -es criben en 1889 Peñasco y Cambronero- que nos manifiesten o prueben esa diferencia de nombres (...); no podemos menos de entrar en e terreno de las conjeturas, y en este orden de ideas cabe suponer que Doña Bárbara designó personalmente al paseo con un título que pronto se hizo del dominio público, figurando ya en el citado año de 1725 en contratos y escrituras».

Los bien documentados autores decimonónicos ponen, pues, en labios de Doña Bárbara de Bra ganza la denominación primera de la calle y plaza que luego presta rían su fe bautismal a todo el distrito, tras convertirse aquélla en le de Santa Engracia y quedar éste con la cita originaria y definitiva. Para unos se le ocurrió a Doña Bárbara el nombre de Chamberí en atención, justamente, a la ciudad francesa cuyo recuerdo le asaltaba (no está curo el porqué) cuantas veces, que no eran pocas, recorría el castizo paraje madrileño. Otros, coincidentes en la anécdota de origen, remontan el hecho al reinado de Felipe V y asignan el dicho a su consorte, Doña Isabel de Farnesio, la misma que luego sería desterrada por Fernando VI, el Rey esposo de la tan traída Doña Bárbara de Braganza.

Sea como fuere, así se escribe la Historia y se acomodan las denominaciones a los sucesos. Nacer en Chamberí es ser madrileño de pura cepa, por francés que resulte el ascendiente y difícil se haga el adjetivo. Para obviarlo, el pueblo llano agregó una «I» eufónica, tan discrepante en gramática conocida como abediente a probado ingenio. Y, de esta suerte, al nacido Chamberí se le dice «chamberíleno», sin que en labios ni a oídos de la buena gente quede la menor remembranza de la capital de Saboya, ni la añoranza siquiera los dos ríos que la bañan, Leysse y el Albanne, cuya desembocadura se produce en el lago Bourget... y cuyas apacibles aguas no vendrían nada mal a mitigar los calores que de costumbre acompañan la festividad chamberilera y tras ella duran hasta la del Patrón de las Españas.

Comienzan (han comenzado) las fiestas de Chamberí el día 9 de julio y concluyen (concluirán) mañana, 16 de este mismo mes, celebración de la Virgen del Carmen de advocación tan antigua como propia Cristiandad. Fueron en efecto, los primeros cristianos quienes alzaron el templo de su dedicatoria sobre el monte Carmelo, en tierras (hoy dramática y sistemáticamente expoliadas) de Palestina. Pronto se extendió la devoción por todo el mundo, afincándose singularmente en España, que en 1901 la elevó a Patronazgo de la Marina. La tradición de tierra adentro (innumerables son los rincones españoles, Chamberí incluido, de honda raigambre carmelitana) vino así a conciliarse y quedar consagrada mar afuera (pescadores y navegantes de por aquí hicieron del Carmen tela de escapulario y prenda de esperanza).

Y si paradójico resulta el nombre de Chamberí, dada la muy madrileña condición del barrio, no menos lo parece el de su Virgen Patrona de tener en cuenta el distanciado emplazamiento del único templo a ella dedicado en la Villa y Corte. Se halla éste en la calle del Carmen (que de él recibió el titulo e 1575 por obra y gracia del corregidor Gaitán de Ayala), sita entre la Puerta del Sol y la plaza del Callao, y descrita ya con la misma de nominación en el plano de Texeria del siglo XVII. Del mismo siglo datan las edificaciones particulares en ella asentadas de más antiguo. A su lado se encuentra la plaza igualmente llamada del Carmen (por la proximidad misma al templo), convertida en mercado a partir de 1830, al haberse trasladado a ella el que anteriormente surtía al vecindario en la calle de la Montera, en terrenos, concretamente de la Red de San Luis.

Bien por azar, ya por intencionada acción reparadora, es Io cierto que el sobredicho templo del Carmen afincó sus cimientos en un solar que antes ocupara una mancebía pública, trasladada de aquel paraje (suponemos que al de la Morería) en 1541. De hecho la iglesia actual (residuo del convento antiguo del Carmen) data de 1611. Sus primeras trazas y obras si deben al arquitecto Miguel de Soria, con quien había colaborado desde 1631 Mateo de Cortray, prosiguiéndolas tras la muerte de aquél (1638) y dándolas por acabadas en 1640. Tres fueron las portadas (y las tres congradas) debidas a la mano de Mateo de Cortray. En su interior (en las dos capillas laterales, para mayor exactitud) se supone la participación de fray Lorenzo de San Nicolás (de la fecunda, estirrpe de los frailes arquitectos y arquitecto él mismo, entre otras, de la muy singular iglesia de las Calatravas).

En 1936 (secuela innecesaria deplorable de la guerra civil), la iglesia del Carmen fue incendiada aunque su arquitectura no sufriera graves o irreparables daños. Sí los sufrió la parroquia de San Luis Obispo, que se alzaba en la calle de la Montera y de la que apenas si quedó algo más que la fachada ideada y concluida, en 1716, por Francisco Ruiz. En 1950 fue objeto de reforma la iglesia del Carmen, quedando cortada por sus pies la nave que da a la calle de la Salud. Tanto para ornamento del muro como por abrir paso al interior se trasladó a la del Carmen la fachada subsistente de la sobredicha iglesia de San Luis Obispo, tal cual airosamente barroca se le ofrece hoy al paseante en la también citada calle de la Salud. De la Salud se llama, en fin, ésta en atención a la sagacidad y cautela con que a salvo se vieron de una epidemia sus moradores, en tiempo de los Reyes Católicos, permaneciendo voluntariamente aislados en tal y tan madrileño recodo.

Lejos, pues, de Chamberí se halla el único templo dedicado en Madrid a la Virgen del Carmen, bien amada Patrona del barrio y distrito que por estos días arde el festejo y verbena. Y pues de verbena va la cosa, sepa el lector que de las dos prendas con que en ella (a más de la peineta) mejor lucen las mujeres de Madrid, la una (el mantón) les vino de Manila, en tanto la otra (el abanico), tras haber sido feudo de la calle del Carmen, comenzó igualmente a Ilegarles por vía de importación, de acuerdo con lo que en dicho lugar tanto echa de menos Larruga: «Conservamos algunas memorias de haber habido aquí gremios de abaniqueros (..); pero desde que se permitió en España e Indias se consumiesen abanicos extranjeros, se fueron perdiendo nuestros artesanos, de forma que llegó a tal extremo, que en el reinado de Corlas 11 apenas se hallaba quien hiciese una compostura delicada de abanicos y supiese echar bien una tela. »

Distante de la iglesia de su patronal advocación, tampoco halló la verbena de Chamberí cercano y adecuado emplazamiento o acomodo. Poco holgada es, en efecto, la plaza que lleva su nombre, sin que apenas valgan hoy para la multitud en fiestas (más sus otros huéspedes) los lugares que antaño (un antaño de ayer mismo) brindaban sitio al esparcimiento y la barraca: calles de Eloy Gonzalo o Santísima Trinidad y glorieta de Iglesia o Cuatro Caminos. Por los años sesenta, la carencia y -exigencia de espacio aconsejaron a los de Chamberí instalar el recinto festivo y verbenero en el amplio y casi foráneo solar que sigue a los Nuevos Ministerios y actualmente soporta el descomunal tinglado o complejo supuestamente cosmopolita y anónimamente mencionado con las siglas de Azca.

Mayor tino y mejor ventura han tenido los chamberileros en la fijación del lugar en que por estos días se celebran las fiestas y, sobre todo, las representaciones escénicas y musicales: el Parque del Canal de Isabel II, abierto de par en par a diestra y siniestra de la calle de Bravo Murillo; personaje éste que tanto, y con tan escaso agradecimiento oficial, tuvo que ver en la traída de aguas a la Villa y Corte, y de quien un periódico de la época publicó, para sonrojo ajeno, esta escueta y sintomática noticia: «Al inaugurarse la terminación de las obras de la traída de aguas a Madrid celebró el pueblo, con el regocijo propio, tan gran acontecimiento, y hubo fiestas costeados por el Municipio. Aquel día memorable el señor don Juan Bravo Murillo, embozado en su capa y con la. modestia propia de su carácter, presenciaba a pie, confundido entre la multitud, cómo se dirigía la comitiva (...), sin que hubiera recibido él una invitación para asistir oficialmente al acto. »

Tal es el sucinto esquema de Chamberí, en, lo que a su nombre e iglesia patronal concierne y por lo que hace, también, al paradójica ascendiente de aquél y la no menos paradójica situación de ésta. El resto no es sino enumeración de noticias, anécdotas y. suposiciones que, según Gómez de la Sema, convierten a Madrid en «la capital del mundo más difícil de comprender». En fiestas arden barrio y distrito, certeramente renovada la tradición añeja e incrementado su popular alcance. Y no ha de concluir aquí el conveniente regocijo de los legítimos madrileños de dentro y los más numerosos de fuera. Proseguirá, como ya quedó advertido, «de santa a santo», haya o no en el origen climatológico del dicho un si es no es de imperial resonancia: «Desde el Carmen a Santiago no se pone el sol en Chamberí».

ABC - 15/07/1982

Ir a SantiagoAmon.net

Volver