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De Moliere a Copi, pasando por el sida

POESIA.De moliere a Copi, pasando por el sida



CAUCE 2000 04/88.





El 17 de febrero de 1673, Juan Bautista Poquelín, universalmente conocido como "Moliere", a punto de interpretar el papel de Argán, protagonista de "El enfermo imaginario", fue víctima de un agudo ataque de asma. Por no privar a su compañía -puntualiza la crónica

- de una recaudación que se barruntaba pingüe, subió Moliere al tablado, viniendo a caer fulminado en la última escena, justamente, de su comedia inmortal. Iba vestido de amarillo, color desde entonces rehuido e incluso vetado por las gentes del teatro (y del toro). Fue ésta su última pirueta ante las dos máscaras por él más zaheridas, la medicina y la muerte.

Si una sola razón valiera para definir el quehacer, teatral y humano, de Moliere, no sería otra que la cruda paradoja del "remedio" ante lo "irremediable", o lo que es lo mismo, de la "medicina" ante la "muerte". Títulos como "El enfermo imaginario", "El amor médico", "El médico a su pesar"... así lo certifican, de no entrañar suficiente indicio el comentario cortante de Julio Gómez de la Serna: "Era un enfermo crónico y desilusionado de la medicina, a pesar de tener un buen médico y mejor amigo suyo, Mauvilain". De su trato recíproco solía decir el propio Moliere:

"El me manda unos remedios, yo no los tomo... y me curo".



¿Un Moliere de nuestro tiempo? En 1939 nacía en la Argentina Raúl Donante, universalmente conocido (desde su llegada a París, en 1962) bajo el seudónimo de "Copi". Hizo reír al mundo en la misma medida en que él se rió de su propia sombra, sin excluir, por supuesto, la medicina y la muerte. Todos los medios expresivos le sirvieron (desde la novela al teatro, pasando por el dibujo caricaturesco y el "cómix") para tomar a broma lo que otros llaman "parte seria" de la1962) bajo el seudónimo de "Copi". Hizo reír al mundo en la misma medida en que él se rió de su propia sombra, sin excluir, por supuesto, la medicina y la muerte. Todos los medios expresivos le sirvieron (desde la novela al teatro, pasando por el dibujo caricaturesco y el "cómix") para tomar a broma lo que otros llaman "parte seria" de la vida. Acaba de morir, víctima del "Sida", en la ciudad del Sena, dejándonos (jno faltaría más') un testamento risueño... y estremecedor.



Hace unas semanas se ha abierto en París el testamento que digo, en forma de comedia postuma, sintomáticamente titulada "Una visita inoportuna". ¿Protagonista principal? El "Sida". Es el "Sida", en persona, el que recorre, como un recordatorio, la estancia; el "Sida", en nombre propio, el que sacude al paciente en cueros y en huesos; el "Sida", con carnet de identidad in-trasferible, el que "prende muerte en las entrañas del hospital -que presagió César Vallejo- y despierta células clandestinas, a deshora, en los cadáveres". El "Sida" campando por sus respetos, a sus anchas, de norte a sur del escenario.

¿Y el escenario? Una inmensa jaula circular, de plástico transparente, ideada y desplegada para entera "seguridad" de la concurrencia,o bien, un gigantesco preservativo destinado (como su nombre y función indican) a salvaguardar al "respetable público". El parisiense Teatro de la Colina acoge en su seno esta obra postuma de Copi (escrita bajo el imperio del "Sida") en la que un actor, grandilocuente y agónico, convierte el sagrado recinto hospitalario en delirante sesión circense, entre el gozo y el sonrojo (la mueca y la carcajada) de los espectadores, testigos fidelísimos, privilegiados "mirones", de la danza de la muerte.



Desde la tumba se ríe Copi (como no lo hiciera en vida el mismísimo Moliere) de cuan-tas medidas sanitarias, profilácticas, asépticas, adopta la Humanidad en evitación... de lo inevitable. ¿Pura y sola carcajada? "Copi está tan vivo -reza un texto de Guy Hocquenghem, transcrito por Lola Infante, en su espléndida crónica parisiense- que no duda en hacernos partir de risa con la más terrible de las situaciones, la de un hombre que ve venir la muerte: reír de todo, de la muerte anunciada, del "Sida", no es despreciar a los enfermos, es vencer al sufrimiento, al miedo, al egoísmo, al odio".



Moliere se burla del remedio, según dije, de lo irremediable, en la sana creencia de que la Humanidad ha fundado todo su progreso en lograr que los enfermos mueran perfectamente curados, viniendo a ser la medicina algo así como la antesala de la muerte. Copi se empeña, a toda costa, en salvar la visión pesimista del genial comediógrafo francés, convirtiendo la muerte, antes que en una pesadilla, en un festejo. "El humor de Copi -apunta sagazmente Armando Llamas- es la manifestación extrema de su delicadeza y pudor para evitar la pedantería y el énfasis". Lo demás, "Sida" incluido, es del todo inevitable.

CAUCE 2000 - 01/04/1988

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