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Humanismo a la Medida de Juan Mollá

Juan Mollá es hombre de cultura y de la cultura; un "humanista" en el preciso alcance que los clásicos latinos asignaron a esta voz y acertaron a desarrollar las gentes del Renacimiento. Llamaron los latinos "humanistas" (humanidad) la "cultura" por entender que tal y no otra es la nota distintiva del hombre en cuanto que hombre, traducida en aquello, justamente, que nos diferencia de los animales:

el lenguaje. Y de lo uno y lo otro viene a desprenderse, a favor de los hechos, que Juan Mollá es un humanista y un poeta, despierto él a todo lo que el espíritu le solicita y pronta su pluma a traducirlo en palabras.

Acaba nuestro hombre de dar a luz un libro de poemas sintomáticamente titulado "Sombra, medida de la luz" e impecablemente ilustrado con dibujos de nuestros mejores artistas: Tapies, Millares Manuel Rivera, Fernando Somoza, José Luis Verdes, Juan Genovés, Lucio Muñoz, Enrique Gran, Ricardo Carpani, Eduardo Chillida, Andréu Alfaro, Antonio López García, Salvador Victoria y Eusebio Sempere. Toda una florida nómina para apoyar y sustanciar el verso o hacerlo objeto de particular dedicatoria; que de esto y aquello hay en el libro de Juan Mollá. Algunos de los dibujos han sido tomados por él como motivo de creación poética y otros fueron elaborados por el pintor de cada caso en la atenta lectura del poema correspondiente.

Tiene publicados Juan Molla seis libros de narración y cinco de poesía. ¿Y la pintura? "De pintura" podía haberse titulado el que aquí se comenta. Y no es, siendo mucho, el suma y sigue de las referidas ilustraciones lo que le hace acreedor a tal título, ni siquiera, pareciendo tan significativo, el que él mismo ("Sombra, medida de la luz") antepone a la colección de sus poemas. Es la propia pintura la que en verdad rezuma de principio a fin del libro. "Sólo el niño conoce los colores", canta nuestro poeta a Joan Miró y en pleno regalo plástico le sigue asignando rayas, estrellas, cruces, garabatos y peces de colores, tantos cuantos el risueño pintor catalán acertó a sacar de la ingenua (esto es, libre) contemplación del universo.

El poema, por ejemplo, dedicado a Pablo Picasso no parece sino norma y vía del pintar como Dios manda. Ve el ojo la luz desnuda y a dos pasos la mancha del azul, luego el negro de la línea y el perfil, desplegándose, a contar de ese punto, los colores. El ejercicio y el gozo de Picasso se resuelven en el poema de Juan Mollá tal como surgieron del lienzo por sendas de alegre devastación; el ojo picassiano devora la luz y con la luz, el azul anchuroso y el gris y el verde y el rosa y el violeta. ¿Qué queda del jubiloso cataclismo, del estruendo polícromo del vidrio fracturado? Restos de rojo —revelará Juan Mollá—, rayas negras y el solemne descubrimiento del tiempo y la memoria.

Juan Mollá convierte la pintura en poesía por el conocimiento que de la una y la otra posee o por complexión, mejor, de ambas en el concepto y práctica del humanismo. No, no es el suyo el libro ese de ocasión en el que la pintura resulta remoto punto de referencia, y el verso viene a ser algo así como cifra o corolario. Juan Mollá

hace discurrir su pluma sobre el blanco del papel con el mismo incipiente temblor (terror, a veces) con que el pintor deja que el trazo del dibujo o el toque del pincel vayan y vengan sobre el lienzo en alas de su propia aventura. Quiero, en fin, decir que nuestro hombre es verdadero conocedor de la pintura y de la poesía o de la pintura en la poesía o de la poesía en la pintura... o de la suma de ambas en la complexión aquélla, repito, que sólo al "humanista" es accesible por familiaridad e incluso por trato diario.

"Sin duda Juan Mollá —escribe Manuel Vicent en la contraportada del libro— es el último poeta griego que habita un reino instalado en aquella orilla." Si yo he incluido semblanza y ejercicio de nuestro hombre en el desarrollo mismo del concepto humanista tal como de Roma llegó al Renacimiento. Manuel Vicent lo retrotrae a la verdadera cuna del proceso entero: la Grecia de entonces y de siempre. Algo o mucho hay, en efecto, de helénico en los poemas de Juan Mollá.

Sintomático resulta, según dije, el título; sintomático de la verdadera y asombrosa dimensión del ángulo recto. tal cual la luz lo produce en el suelo merced a la proyección de la sombra del hombre. "Gnomon", lo llamaron los griegos. Juan Mollá lo llama "medida".

Y medida es de cuantas deslumbrantes luces y som-bras angulares deja el poeta "plasmadas" en sus versos. "Tanta luz, tanta luz, tanta belleza, tanto reflejo de oro y llama, esplendor en el aire". Así de larga y densa e intocable es la luz cantada y "pintada" por Juan Molla. ¿Y la sombra? No otra que la dedicada a larga noche de Jorge Luis Borges:

"Habrás de penetrar en la tíniebla del pozo ciego, recorrer el túnel intestino del vértigo y el tubo de antracita del olvido." En la conjunción de ambas, la medida cabal del ángulo recto. Y en la entraña del suceso, la emocionada voz del humanista.

CAUCE 2000 - 01/02/1985

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