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La Memoria Afectiva de Garci

Hace diez largos años tuve ocasión de contemplar el primer trabajo cinematográfico de José Luis Garci. Tratábase de un documental titulado "¡Al fútbol!"; un cortometraje, esto es, una fracción de tiempo contenido, milagrosamente detenido, y abierto de par en par al color franjeado de las cuatro de la tarde (silbato arbitral de por medio), al olor de césped humedecido con gotas de linimento y al sabor de ese gol masticable (puro incluido) que se canta en el graderío y retumba en el foso. Colores, olores y sabores (veraces los unos y verosímiles los otros) que de la pantalla llegan al sentido del espectador con el don de procurarle una "memoria afectiva" y suscitar la cuenta del "tiempo perdido".

¿Sabor de "magdalena proustiana"? De "pipa", más bien, paciente y crecientemente triturada mientras la acción va robando metros al celuloide. Del color referiría el de algún paisaje astur perpetuamente inciso en su memoria, o el de la camiseta rojiblanca antes y después de ser sudada por el héroe dominical. ¿Olor? El del desinfectante aquél que (aún tratándose de "sala de estreno") venía a aclimatar (con rumor de "burbuja pepsi") la "sesión continua" del cine de la barriada. Para abrir el ojo, mover la lengua y afilar la nariz (e incluso para pegar la oreja al compás de Pachelbel) no hay mejor reclamo, digo, que una película de Garci.

Y de pronto la noticia conmovió a la cátedra y soliviantó el cotarro de irredentos y sedicentes teóricos. Un director español (Garci de apellido) acaba de lograr (por vez primera y no quiera Dios que por última) el "Oscar" de Hollywood. "Volver a empezar" se titulaba ahora la película, con la suma, otra vez, de los colores, olores y sabores por mejor o más legítimo argumento. Olor de helecho recién llovido, allá por tierras de Covadonga; color de cristal esmerilado en la antesala del viejo hotel carcomido por sí mismo y amargo sabor de un diagnóstico que apunta a lo irremediable. ¿Qué pueden sugerir tales "tentaciones" a quién trocó el pulso de la "memoria afectiva" por la lente contaminada del saber convencional?

En la naturaleza del recuerdo vale distinguir dos clases de memoria: la afectiva y la intelectual. Esta se limita a ofrecernos una noción del pasado, exenta de toda virtualidad poética; nos habla del tiempo transcurrido pero no detiene ni cristaliza la "duración". La memoria afectiva, por el contrario, actúa sobre impresiones que fijan un fragmento de temporalidad. La memoria afectiva despierta y nos hace despertar ante el estímulo de una sensación (un color, un olor, un sabor, un sonido...) y en torno a ella despliega una multitud de sensaciones abiertas en abanico, de ésta a aquella ribera de la "duración", con la conciencia plena, y con un instante, del tiempo realmente vivido.

Todo el cine de Garci es temporalidad detenida, duración cristalizada y memoria afectiva de variopinto color, sabor agridulce y olor de suceso a la vuelta de la esquina. Decidida actitud, es la suya, hacia lo verdadero: recuperar en el hoy, y desde el hoy, la visión incontaminante que poseían los ojos de otro tiempo (los ojos, en suma, de la infancia). Para Garci lo decisivo es el presente vivido y contemplado con la transparencia de un mirar no viciado o deformado por la lente del saber convencional. Mal pueden, así las cosas, los intelectualizados, los viciados, asomarse al repertorio ingenuo (e ingenuo significa libre) de quien aproximarnos quiere a la corriente misma del vivir.

¿Hay algo más "ingenua ;mente" cautivador para el ojo, el oído, el olfato y el gusto, que las sobras del café derramadas por John Wayne sobre la lumbre encendida, allá en la noche de la sierra, y apagada al alba para emprender la próxima aventura? Esa y no otra fue la lección que del cine americano desprendió José Luis Garci y la dejó sucesivamente proyectada en "Asignatura pendiente", "Solos en la madrugada", "Las verdes praderas", "El Crack", "Volver a empezar", "Sesión continua"... Un color, un sabor y un olor, nacidos de un fogonazo y milagrosamente impresos en la faz de la memoria afectiva Variarán situación o argumento, pero no el ojo, el olfato y el gusto de un Garci en perpetua atención al reclamo que sin mediaciones viene de la vida

A la greña andaban con Garcí los teóricos (los viciados por la lente del saber convencional), citados todos a una (concitados) ante su reaparición. Y Garci vino a ofrecerles el título que mejor cuadra a quien de cine va por la vida: “Sesión Continua”. Difícilmente se perdona por estos pagos la conquista del “Oscar” a manos de un español (y menos si va “por libre”). El reto era así de claro y harta esperada la respuesta (veto incluido por parte de TVE). ¿Qué es “Sesión Continua”? El personalismo ejercicio de un Garci fiel a sí mismo (el cine de Garci sólo se parece al cine de Garci) y de par en par abierto a la “memoria efectiva” de los demás. Olores, colores y sabores otra vez a flor de foco, mas la náusea, eso sí, de un güisqui malo para gusto y disgusto de los “enterados” y otros ilustres agonizantes

CAUCE 2000 - 01/09/1984

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