Las tradiciones culturales de los centros históricos se presentan como una alternativa a la alienación de la vida ciudadana. La defensa de su contexto humano y ambiental se ha concretado en documentos internacionales, como las Cartas de Atenas y Venecia; así como en el reciente Coloquio de Quito, cuyas conclusiones presentamos, junto a un extracto del discurso inaugural del arquitecto italiano Leonardo Benévolo. La integración de los centros históricos ante el crecimiento de la ciudad contemporánea es tratada por nuestro critico de arte, Santiago Amón, que contrasta las Normas de Quito con la situación actual de algunas ciudades históricas españolas.
I. Definición de centros históricos
Este coloquio define como centros históricos todos aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo.
Como tales se comprenden tanto los asentamientos que se mantienen íntegros, desde aldeas a ciudades, como aquellos que a causa de su crecimiento constituyen hoy parte o partes de una estructura mayor.
Los centros históricos, por si mismos y por el acervo monumental que contienen, representan no solamente un incuestionable valor cultural, sino también económico y social. No son sólo patrimonio cultural de la humanidad, sino que pertenecen en forma particular a lodos aquellos sectores sociales que los habitan.
II. Situación actual
El coloquio, frente a los problemas que afectan a los centros históricos de América Latina y particularmente de la región andina, considera que los problemas de la sociedad latinoamericana contemporánea, inherentes a sus estructuras socioeconómicas, repercuten sobre las ciudades y en particular sobre los centros históricos, produciendo junto con otros fenómenos; procesos de inmigración masiva desde las zonas rurales; fuerte movilidad y segregación social con alternativas de hacinamiento; abandono de esas áreas, que se manifiestan en: progresiva obsolescencia física y funcional de los inmuebles; conflicto entre las estructuras y dimensiones de las vías públicas y las de los nuevos sistemas de transporte; realización de obras públicas inadecuadas; inmoderada expansión de las actividades terciarias.
Todo lo cual crea una destrucción de la calidad del hábitat y la ruptura de la armónica relación de los hombres entre si y con el medio ambiente.
Esta situación afecta a los centros históricos en forma aguda, ya que están sujetos a múltiples tensiones y presiones, internas y externas, que causan su progresivo abandono por parte de ciertos sectores sociales y provocan la transformación de uso de sus inmuebles, con finalidad puramente especulativa. Situación que afecta no solamente a las viviendas, sino también a los propios monumentos en un proceso de tugurización que se manifiesta en los centros históricos, con igual o mayor intensidad y similares características que los que se registran en las áreas periféricas de las grandes ciudades.
Ha habido hasta ahora conciencia universal de los que llamados centros históricos debían preservarse por su valor cultural y turístico; a ese efecto, los gobiernos, organizaciones no gubernamentales y privadas han hecho esfuerzos considerables en materia de restauración y conservación (aislados éstos a veces, por razones turísticas, de coyuntura política o conmemorativa y de catástrofes naturales) aplicando criterios limitados que van desde la conservación de monumentos aislados hasta maquillajes escenográficos.
En muchos casos esta orientación ha sido el resultado de una posición cultural de élite, concretada en medidas y acciones aisladas que no resolvieron en definitiva el problema de los centros históricos, por no haber estado orientadas a procurar el bienestar de la comunidad que los habita.
Tampoco la política tradicional de congelación, sin inversión alguna de los poderes públicos, sirvió a la preservación; por el contrario, contribuyó a la destrucción de los centros históricos.
Documentos internacionales como la Carta de Atenas, de Venecia, y las Normas de Quito (que incorporaron progresivamente el concepto de centros históricos dentro de un contexto humano y ambiental y que han tenido en su tiempo importancia) en su aplicación práctica han resultado en ese aspecto también insuficientes.
III. Hacia una política de conservación integral
Ante la amenaza de un modelo de vida alineante, los centros históricos albergan reservas de Una escala de vida donde los valores humanos predominan con sus tradiciones culturales todavía vigentes, y son capaces de oponerse a los efectos de dicha amenaza. Por lo tanto, debe promoverse la rehabilitación de dichos centros históricos respetando y potencializando la milenaria cultura andina.
La revitalización de los centros históricos exige un entronque de planeamiento, integrándola a los planes directores de desarrollo urbano y territorial.
Las acciones sobre los centros históricos deben fundamentarse en un especial reordenamiento de la técnica y uso del suelo, con miras a mejorar de vida de sus habitantes. Deberán ser previsivas y contemplar los recursos humanos y financieros de ellos, manteniendo una pluralidad funcional sin desmadre de la habitacional.
De acuerdo con los motivos expuestos, es necesario formular medidas de acción operativas, entre las cuales sobresalen:
1) La tarea de rescate del patrimonio artístico, cultural y social de América Latina tendrá como protagonistas prioritarios a los habitantes de los países interesados con la cooperación inmediata dejos organismos internacionales de cultura y financiamiento, siendo necesaria la organización comunitaria de los habitantes de los centros históricos para alcanzar los principios de acción señalados.
2) Incorporación a las políticas oficiales de vivienda, de programas específicos para rehabilitación como forma de mantener el patrimonio habitacional del país.
3) Para el financiamiento de los programas de revitalización de los centros históricos, debe poder disponerse de las líneas de crédito nacional e internacionales destinadas a proyectos de rehabilitación de viviendas, infraestructura y equipamiento humano, desarrollo comunal y turismo.
4) La reformulación de la legislación vigente para la preservación de los centros históricos debe tomar en cuenta las medidas tendentes a incrementar el poder de decisión de los organismos calificados, capaces de permitir no sólo la preservación del centro histórico, sino también de las modificaciones del entorno urbano y natural
5) Toda acción de revitalización debe estar fundamentada en estudios multidisciplinarios del área.
6) Es necesario, por tanto, incrementar la formación de arquitectos urbanistas y otros especialistas afines paralelamente a la adecuación de los cuadros profesionales cualificados en las técnicas de restauración existentes y a los lineamientos de acción enumerados.
7) Se advierte la necesidad de una amplia campaña de concienciación acerca no sólo del valor cultural, sino del carácter social y viviente de los centros históricos, a través de los medios masivos de comunicación y los sistemas educacionales en todos sus niveles.
EL PAIS - 28/08/1977
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