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ASÍ SERÁ EL MUSEO DEL PRADO

ASÍ SERA EL MUSEO DEL PRADO. 15’05’77

Iniciadas el 16 de marzo de 1976, están a punto de verse concluidas, en su primera fase, las obras de climatización y acondicionamiento del Museo del Prado. El pasado jueves se hizo la presentación oficial, con el recorrido y explicación detallada de lo que va a ser el museo, Santiago Amón, asistente a dicho acto y visita, expone, en un comentario crítico-comparativo, la positiva realidad del museo madrileño y la situación precaria de sus hermanos de provincias.

Así será el Museo del Prado.

¿La audaz estructura exterior del parisiense Georges Pompidou, traslada al interior del madrileño Museo del Prado? Tubos y tuberías teñidas de minio, cuerpos y más cuerpos geométricos, escalonados. como colmenas de zinc. bombas y sistemas de bombas aspirantes-impelentes, en pleno fulgor metálico, vertiginosos canales de conducción aérea serpeando por muros y techos, bocas. anillos, fuelles, codos, ranuras, alabes, de arrogante diseño industrial..., y los mil y un artilugios y accesorios destinados al lavado, filtrado, purificación del aire y climatización del medio..., parecen reproducir, en los bajos adyacentes a nuestro museo, la atrevida arquitectura del famoso centro cultural, orgullo de propios y envidia de ajenos, recientemente inaugurado en París. Impensada apoteosis futurista que, al margen de su especifica función, merecería verse incluida en la visita convencional a los tesoros del Prado.

«Es la instalación más perfecta de cuantas existen en Europa», me comentó Mme Baticle, conservadora de la pintura española en el Museo del Louvre, que tuvo. el pasado jueves, la gentileza de acompañar a los informadores madrileños en la premiére organizada y presidida por el director general del Patrimonio Artístico y Cultural, director y subdirector del Prado, comisario de Museos, y otros dignatarios y administrativos del ramo. «Hecha excepción del Rijksmuseum de Amsterdam —agregó—, es éste el único museo europeo que va a tener climatizadas todas sus dependencias. El del Louvre, por ejemplo, apenas si ha logrado acondicionar uno de sus flancos.» Sea así, en buena hora. Y, mucho más, de tener en cuenta las minuciosas explicaciones técnicas que nos brindó el ingeniero Francisco Vighi, imposibles de comentar, de resumir siquiera, en una crónica de circunstancias.

Una onda salutífera

Aparato, ámbito y trabajo de esta rutilante sala de máquinas se dan, según dije. en los bajos adyacentes al museo, con lo que el peligro de incendio e inundación (la electricidad y el agua constituyen la base de la operación depuradora) queda prácticamente disipado. Se ha socavado, al efecto, en la calle situada tras la fachada este del Prado, y a lo largo de ella. una zona de 1.820 metros cuadrados, con un volumen de 10.000 m.3, en cuyas bien holgadas proporciones se aloja la totalidad de la maquinaria. La conducción de la corriente climatizadora, desde esta sala soterrada y adyacente hacia cada una de las cincuenta zonas en que el museo queda dividido, se produce a través de una angosta galería o entreplanta que el arquitecto del Prado, Juan de Villanueva. había trazado en la cara posterior del edificio, sin que nadie, hasta el día de hoy, hubiese dado con su concreta Finalidad o hubiera acertado a sacar de ella algún partido.

A partir de este inesperado y oportuno regalo de Villanueva, el complejo sistema de tuberías se va ramificando y distribuyendo por salas y pasillos del edificio. Cada una de ellas va empotrada en el muro correspondiente, quedando únicamente a la vista la levísima ranura alabeada, o rejilla perimetral, de donde fluye la corriente de aire acondicionado a modo de cortina interpuesta, entre la faz de cada cuadro y la del contemplador. Lógicamente, la climatización atañe, sala por sala, a la totalidad del museo, pero el caudal máximo se concentra en el ir y venir, o subir y bajar, de esa cortina perpetuamente renovada y protectora que baña la superficie de cada cuadro, y, sin romperse ni mancharse, difunde una onda salutífera hacia los contaminados visitantes.

¿Nuevo e insospechado aliciente para la asidua visita a nuestra pinacoteca por antonomasia? No es mal negocio que, al tiempo que atiende a su salud espiritual en la contemplación de Velázquez, Tiziano, Rubens, Goya, Tintoretto..., salga usted, tras un par de horas de estancia, y por el mismo precio, físicamente curado o en trance de franca mejoría. Ocurre, en cualquier caso, y frente a errónea y muy difundida creencia, que los propios visitantes son privilegiados portadores de contaminación, muy por encima de la que se filtra (y no es poca) por puertas y ventanas. También la amenaza exterior queda conjurada mediante la automática conversión del edificio en compartimento estanco. Dentro de él se genera insensatamente una sobrepresión, de suerte que, al abrirse las puertas, tiende el aire, por efecto de ella, a salir y no a entrar.

No le va a quedar, repito, al sufrido pueblo de Madrid, y población turístico-flotante, otro remedio que centrar sus atenciones y menudear sus visitas al museo, tanto por las antedichas razones de salud como por las condiciones ideales de temperatura, clima y ambiente que las nuevas instalaciones le procuran. Los índices, máximos y mínimos, que la técnica y la experiencia juzgan óptimos para la conservación de las pinturas, vienen a coincidir en el Prado con los más idóneos o más recomendables en la conservación o reconstitución y buen aspecto de las personas: una temperatura constante de 22 grados centígrados, una humedad del 50 % HR. y la drástica reducción de los contaminantes, y del polvo en general, a la milagrosa e irrisoria proporción de diez microgramos.

Otras innovaciones y reformas ya consumadas, o en periodo de realización, son las pertinentes al depósito de obras no expuestas o destinadas a su oportuno intercambio y exhibición rotativa. Se están habilitando a tal fin tres amplios pabellones, cuya capacidad global abarca los 2.500 metros cuadrados. Para su mejor uso y acomodo, el sistema elegido es el de peines, o puertas correderas de malla metálica, que en sus dos caras admiten el anclaje de las pinturas almacenadas. Cada uno de estos peines, refractarios a toda vibración en su propio abrirse y cerrarse, tiene una extensión de veinticuatro metros cuadrados. El material de los ya construidos es absolutamente incombustible como igualmente lo serán las paredes, lechos y suelos en su disposición definitiva. Cuenta, por último, entre los planes de reforma, la creación de una sala de exposiciones, cuya necesidad, de cara a los depósitos del propio museo o de otras procedencias, no deja hoy por hoy de entrañar una ostensible laguna.

Obras hechas y cuentas claras.

¿Qué volumen suponen las obras ya realizadas? ¿Cuántas quedan por realizar? ¿Cuáles, las cifras del presupuesto general, y cuáles las sumas ya empleadas. Tomando como centro y unidad (una quinta parte) las salas de Velázquez, el Museo del Prado se desglosa, a derecha e izquierda de ellas, en otras cuatro quintas partes. Al margen de las ya realizadas en los 1.800 metros cuadrados de la sala de máquinas, las obras que por ahora se vienen llevando, a cabo conciernen a las dos quintas partes del edificio: el espacio, prácticamente, que desde dichas salas de Velázquez conduce hasta la puerta llamada de Muríllo, o el ala izquierda, por redondear el cálculo del museo, según las trazas de Juan de Villanueva.

De lo dicho puede desprenderse que esta primera fase de acondicionamiento y reforma afecta, aproximadamente, a la mitad de las dependencias. La otra mitad sigue abierta al público, con la muestra provisional de aquellas obras que, ajuicio de los responsables del Prado, merecen o suscitan las mejores atenciones del visitante. Con el comienzo de la segunda fase, tales obras pasaran a las salas reconformadas y climatizadas. De esta suerte, el curso normal de las obras y el diario rosario de visitas no se harán incompatibles, aunque dejen de ser óptimos los criterios de ordenación y las condiciones, también, de comodidad y contemplación adecuada. Iniciado el 16 de marzo de 1976, habremos de esperar un par de años más, hasta ver coronado el ambicioso proyecto. Asciende su importe, de acuerdo con los datos oficiales, a 336.983.330 pesetas. Hasta el presente se han certificado 144.894.571,75 pesetas, quedando pendientes de cobro 192.088.738,25 pesetas, cifra que ha de incrementarse ostensiblemente con las obras dé iluminación, seguridad, nuevos accesos y reordenaciones.

¡Ya tenemos el museo mejor climatizado de Europa y uno de los mejor acondicionados del mundo! ¿Ha sanado, al fin, ese gran enfermo de nuestra cultura, como ha llamado al Prado su propio subdirector, el profesor Pérez Sánchez, preocupado más que nadie, desde dentro y hacia fuera, en subvenir y denunciar tantas y tantas dolencias? No. Dista aun mucho de cumplir las cuatro funciones fundamentales que, a juicio suyo y en la sana razón de cualquiera, competen a un museo merecedor de tal nombre: conservación, exhibición, educación e investigación, rayando incluso la inobservancia de la primera de ellas en el más grande desatino que usted pueda imaginar.

¿A cuántas obras, propiedad del Prado, afecta o afectará la ambiciosa empresa climatizadora? A algo más de su mitad, de tener en cuenta que el resto anda disperso, si inventariado, no siempre catalogado, fuera del control exigible y en deplorable estado, a veces, de conservación. Obras depositadas en variopintas dependencias y entidades (diputaciones. ayuntamientos, capitanías generales, embajadas, despachos oficiales...), que, contraviniendo el carácter provisional de su encomienda, han terminado no pocas, por adquirir, condición de privilegio definitivo (¡a qué poderes no obedecerán cuando algunas de ellas han hecho oídos sordos ala solicitud conjunta de hasta tres ministros!). Si son 2.500 las obras habitualmente colgadas en el Museo del Prado, otras tantas resultan las que, siendo de su propiedad, se hallan dispersas, en manos extrañas, y vaya usted a saber en qué estado de conservación. En tanto las unas reciben la gracia de la climatización, quedan las otras confiadas a su propia desventura... o a la intemperie.

El hermano rico y ha hermanos pobres

No deja de ser paradójico que la presentación oficial, ante los medios informativos, del que pronto será el museo mejor climatizado de Europa haya venido a coincidir con el dramático informe (harto afín, en los más de sus aspectos, con la serie de denuncias que hace unos meses vieron la luz en las páginas de EL PAÍS) elaborado por el Colegio de Doctores y Licenciados, en torno a la situación caótica de casi todos los demás. Centenares de museos en precario, privados de un presupuesto capaz de cubrir sus mínimas exigencias, a merced de un, personal a todas luces insuficiente y de una conservación imaginaria, asentados en edificios que no reúnen los más elementales presupuestos de seguridad.

De todo corazón celebra uno la salvación material del Museo del Prado, en cuanto que renovada posibilidad de conservación duradera y más adecuada exhibición, a las que Dios quiera vengan pronto a sumarse las inexcusables exigencias investigadoras y docentes. Uno no deja, sin embargo, de lamentar que ese rutilante y soterrado Centro Pompidou, en miniatura, quiera igualmente acentuar el sarcasmo de su repentina opulencia, frente a la probada orfandad de sus hermanos menores. Urge todo un replanteamiento en la política museística, una mayor capacidad de autonomía y operación por parte de los expertos e interesados en el tema, y una amplia mirada a la nueva sociedad, muy por encima de ordenanzas y ordenantes. «El sistema burocrático español —concluiré, haciendo mías algunas de las conclusiones del informe aludido— es totalmente ineficaz e incapaz de hacer una planificación. Para que los museos puedan desarrollar el papel que les corresponde, es preciso situarse a un nivel social y dar prioridad al cambio que la sociedad española necesita.»

EL PAIS - 15/05/1977

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