Cuando hay poco que exponer y mucho que llenar, nada mejor que recurrir a la "Escuela (española) de París" (con permiso, todo ello, de Agustín Rodríguez Sahagún, representante oficial de dicha cofradía entre nosotros). Ojo avizor a ambos puntos de ineluctable coincidencia; los responsables (?) de la cosa cultural madrileña acaban de “colgar” en los amplios salones del centro municipal Conde-Duque» la exposición consabida, en la creencia (agravada de amenaza) de que es «posiblemente» (matizan) la más completa de las hasta hoy habidas en torno a los quehaceres de aquellos artistas de la tierra que (allá por los años veintitantos) tomaron de París la vía para nutrirse de las «escurrideras» de Pablo Picasso.
¿Y de Picasso? La firma y algo que a duras penas la justifique. Un cuadro de ocasión, dos dibujitos, tres o cuatro grabados... y la elíptica invitación al respetable: acuda usted al Casón del Buen Retiro si quiere contemplar el Guernica, o vaya preparando el pasaporte, previo paseo por Barcelona, si intenta conocer el resto; que raro favor nos procura a los españoles este abuso perpetuo del nombre y la probada ausencia de la obra. Diga otro tanto de Juan Gris el animoso visitante; dé por hierro originario el bronce multiplicador en que se le brindan las esculturas de Julio González: acepte como genuinas las copias de Gargallo... y comience, a partir de ahí, la cuenta de la tan traída y llevada “Escuela”.
Traída nos fue, hace veintitantos años, por un Rodríguez Sahagún sin rango, a la sazón, de ministro. Y por él fue llevada de almacén en almacén, galería por galería (las suyas y las del prójimo) y libro tras libro. ¿La "exposición más completa»?, se preguntará incrédulo el ex titular de Defensa, al tiempo que seguro y muy seguro de haber excedido, él sólito, todo cálculo y previsión en torno a lo hecho y por hacer con la “Escuela (española) de París”. En olor de apostolado y un si es y no es de aventura (que algo de “rojerío” había entre los cofrades), Agustín Rodríguez Sahagún recorrió sendas y vericuetos del asunto y negocio del arte, reclamó atención del experto y curiosidad del profana, colmó fotos y museos con la obra de los hispano-parisienses y, erre que erre en su empeño, les dedicó buena parte den propia empresa editorial.
¿Exposición más completa? La que consta en los libros alumbrados por “Ibérica-Europea de Ediciones", que tal se dice la empresa editora del ex ministro (y la 'posibilidad' en este caso ofende). Repasar los volúmenes dejados por "Ibérica-Europea" al arte de nuestro tiempo no es sino advertir la predilección del patrón por la obra o la firma de los artistas españoles avecindados a orillas del Sena. Y no contento (intenciones al margen) con semejante e incesante trato de favor. Agustín Rodríguez Sahagún tuvo a bien, o a más, dedicar a la cofradía entera un volumen titulado (por si duda quedara o reticencia) “Pintores españoles de la Escuela de París”, indagado y firmado por Gerard Xuriguera, con prólogo del propio empresario.
Cuidadosamente sistematizado, con un preámbulo dedicado a los precursores y la cuenta y recuenta de tres generaciones sucesivas, el libro de Xuriguera nos ofrece una relación de casi cuarenta pintores. En el catálogo de "Conde-Duque", la nómina de los artistas hispano-residentes en París, aún sumados cinco escultores, no pasa de treinta. ¿Treinta artistas españoles de la Escuela de París? Las precisiones apuntadas a propósito de Picasso, Gris, González, Gargallo (extendida igualmente la salvedad a Joan Miró) me inducen a restar cifras y rebajar humos para que la cosa (y va que arde) se atenga a estos más razonables términos "conmemorativos": Veintitantos pintores de la Escuela (española) de París'. Y quien se vea asaltado por duda o restricción diríjase, como vengo indicando, a Agustín Rodríguez Sahagún.
Ofrecer cual novedad lo anacrónico y manido es dar galo por liebre:"Atónito queda uno al leer y releer el capítulo de agradecimientos literalmente expresados por los avispados organizadores municipales. ¡Más de cincuenta (el doble casi de los artistas) son las entidades públicas y privados coleccionistas que vienen a la cita de la gratitud en la hoja de respeto del catálogo! ¿Rodríguez Sahagún incluido? En un puesto (¡quién lo diría!) del montón. Cualquiera de los libros por él editados nos aporta de la Escuela de marras tanta o más noticia que la ahora ofrecida en “Conde-Duque” por el sector cultural del municipio. El catálogo sobredicho, que abunda más en lujo que en sustancia, no parece sino folleto a la luz del volumen que en su día dejó escrito Gerard Xuriguera: los artistas aquí y ahora congregados han contado, salvo rarísima excepción. con su personal exposición antológica.... y hasta la coronilla está el público ('¿no querías caldo?, pues taza y media) de estos veintitantos artistas, hijos putativos, cuando menos, de Agustín Rodríguez Sahagún.
EL COCODRILO - 25/10/1984
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