Con el Guernica (con su “Guernica” debajo del brazo), ha vuelto el último exiliado. Tras cuarenta años de obligada erradicación, acaba de regresar a España, aunque deforma eventual y, desgraciadamente, efímera, nuestro gran poeta Juan Larrea. Autor de una extensa obra literaria en la que priman siempre valores de trascendencia, es Larrea universalmente conocido y reconocido por deberse a su pluma la primera exégesis en tomo al Guernica de Picasso, fuente y estimulo de cuantas otras se hayan producido con posterioridad a 1947. fecha en que él divulgó la suya. Treinta años después de su primera edición en Nueva York, el Guernica de Larrea ve la luz en España, y la ve por paradójica vía de primicia; que si bochornosas razones de censura vetaron por tanto tiempo una obra maestra de nuestra literatura, fueron otras ignorancias y desdenes los que injustificadamente dieron también en relegarla. Ha venido Larrea a dar a conocer su Guernica, recientemente editado por Cuadernos para el Diálogo presentado, el pasado martes, en Madrid. Ha venido y ha hablado acaloradamente de España, de Picasso, Vallejo,,
Conversación con Juan Larrea
“El «Guernica» es un signo apocalíptico y un arma de guerra”.
EL PAÍS. ¿Por qué, tras cuarenta anos de exilio, se ha decidido usted a regresar a España?
Juan Larrea. Hasta hace dos años ni pude ni quise. Hoy lo hago por una razón tan sencilla y emocionante como puede serlo, y lo es, la invitación que han tenido a bien hacerme las buenas gentes de Cuadernos para el Diálogo. Me invitaron primero a editar con ellos la versión castellana del Guernica y ahora me invitan a presentar públicamente el libro en Madrid. Vengo con el Guernica en la mano porque, aun simbolizando la paz, es un arma de guerra.
EL PAÍS. ¿Le emocionó volver a pisar tierra española?
J. L. Mucho, pero no tanto como cuando hace tres años acudí de Argentina a México al homenaje a León Felipe, muerto en el exilio. Ahí el protagonista era el recuerdo de León Felipe, noble porción de España, de la España apocalíptica. Ahora soy quien corre el riesgo de convenirse en eso que llaman un personaje.
EL PAÍS. ¿No se siente usted protagonista?
J. L. Únicamente de mi mundo. Dentro de mi mundo lo que más me gusta es mi propio mundo.
EL PAÍS. ¿Le unía a usted una fuerte amistad con León Felipe?
J. L. Aparte de la amistad, entre nosotros medió una comunión en la búsqueda de soterradas relaciones vitales y de símbolos. León Felipe creía en mis caminos y solía decirme: Juan, sí que estás loco, pero yo te sigo..
EL PAÍS. ¿Dos poetas de difícil clasificación incluso generacional?
J. L. Mejor que inclasificables. León Felipe y yo somos dos desorbitados.
EL PAÍS. ¿No se siente usted vinculado a la generación del veintisiete?
"Siempre he odiado la profesión de poeta"
J. L. Con todos sus valores, era una generación de profesionales de la poesía, y yo siempre he odiado la profesión de poeta. En 1926 me fui a París para vivir la poesía en la vida. Allí, en casa de Vicente Huidobro conocí a César Vallejo cuya vida estuvo y sigue estando junto a la mía.
EL PAÍS. ¿Antipoeta y mago como Vicente Huidobro?
J. L. Algo hay de ello. Siempre me interesó más la experiencia de la vida que la expresión del arte. Inducido por el reclamo de la vida, por el espíritu que la rige, de París me fui a los Andes, a la altitud, para ver si caía el rayo, ¡y cayó! Toda una aventura que trajo como resultado próximo el inesperado tesoro de antigüedades incaicas que actualmente se exhibe en el Museo de América, en Madrid.
EL PAÍS. ¿Guarda su vida alguna similitud con la de Rimbaud?
J. L. Me encanta, como a él, eso de quemar las naves. Si usted repasa mi biografía, observará que soy un especialista en la materia. Desde niño, mi objetivo era trasladarme a las antípodas, a Oceanía. y terminé, de la forma más inesperada, en la altiplanicie de los Andes del Perú... y así, sucesivamente: siempre en los lugares más imprevisibles. a merced del espíritu que gobierna y da sentido a la vida.
EL PAÍS. ¿Es César Vallejo el poeta más grande del siglo?
J. L. Sin duda alguna, si poeta puede llamársele. Vallejo está por descubrir en el mundo. He dedicado y sigo dedicando buena parte de mi vida a la interpretación de su profecía universal, y me complace figurar, bajo el nombre de Ernesto Zúñiga (¡alma republicana!), junto a los otros dos grandes símbolos (el obrero Pedro Rojas y el campesino Ramón Collar) de su poema apocalíptico en tomo a España.
EL PAÍS. ¿Qué relación media entre España y el Apocalipsis?
J. L. Una relación casi de identidad. En España se concreta geográficamente el finísterrae, y donde se da el fin de lo material comienza el más allá (el plus ultra) del espíritu. España es signo de trascendencia. Descubrió un nuevo mundo, en sentido material, y habrá de iluminar otro nuevo mundo de condición trascendente, a través de la palabra (del verbo) que traduce la voz del espíritu. César Vallejo estaba en posesión de la palabra profética antes y después de su vinculación a España, con ocasión de la guerra civil. El mensaje de César Vallejo sigue en pie.
EL PAÍS. ¿También nuestra guerra civil tuvo un signo apocalíptico?
J. L. Por supuesto. Fue algo más que una guerra intestina promovida por ideologías políticas o intereses económicos. Fue ni más ni menos que la batalla entre el bien y el mal. cuyo dramático resultado usted conoce. De aquí. y sólo de aquí, la tremenda conmoción que causó en todo el mundo. Ninguna otra guerra ha tenido semejante eco universal. Las cosas comienzan ahora a cambiar, por fortuna. En la actual situación española se está jugando el destino del mundo que culminará, noto dude usted, con el triunfo del bien, con la iluminación del espíritu. España es tierra de profecía.
EL PAÍS. ¿Apocalíptico y profético es igualmente el Guernica de Picasso?
J. L. Igualmente apocalíptico, profético y universal. No creo que haya habido en la historia otro cuadro de mayor resonancia; una resonancia mundial que difícilmente, cabe achacar a simples razones de estética. .
Todo el quehacer antecedente de Picasso no es otra cosa que la morosa preparación de un gran mensaje, o la iniciación en una gran profecía.
EL PAÍS. Usted que conoció a fondo al pintor a lo largo del proceso conformador del Guernica y asistió, prácticamente, a cuantas incidencias, cambios e innovaciones fue introduciendo hasta la consumación del cuadro definitivo, ¿piensa que Picasso era consciente del sentido, apocalíptico de su obra y de la universalidad de su profecía?
"Picasso recogió la voz del espíritu"
J. L. El profeta es sólo transmisor de la voz del espíritu. Vive en ella y de ella. Picasso vivió como pocos pueden imaginar el Apocalipsis de nuestra guerra civil y la plasmó en el lienzo con verdadera dimensión apocalíptica, Vivió como pocos el estado febril que la guerra española produjo en el mundo, recogió la voz del espíritu, que se incorpora y traduce en la forma de las circunstancias, fue arrastrado por la ola y dio el do de pecho en el Guernica.
EL PAÍS. ¿Manifestó alguna vez su condición de profeta?
J. L. Picasso era un hombre-sorpresa, un hombre-enigma o, si se quiere, un hombre-candado. Lo que pensaba Picasso sólo lo sabía Picasso. Su subconsciencia moraba, eso si, en la profundidad de buscar en el arte y más allá del arte. Cabe decir que Picasso nació ya vinculado a la historia del arte.
EL PAÍS. ¿Fue un gran español?
J. L. Un español universal, aunque su misma universalidad radicara en sus adentros, en su propio enigma interior. Apenas si viajó alguna vez más allá del medio de su costumbre. La sola idea de emprender un viaje le producía verdaderos trastornos. En el, lo universal y lo doméstico se conjugaban a las mil maravillas. Algo tenia de gato acostumbrado a SU tejado.
EL PAÍS. ¿Fue un gran pintor?
J. L. No creo que valgan los adjetivos. En Picasso, como en César Vallejo, toma cuerpo y estatura la entidad del fenómeno: ese fenómeno universal tan incomprensible y tan propio de España y de su lenguaje.
EL PAÍS. ¿Realizó Picasso el célebre retrato de César Vallejo a instancias de usted?
J. L. Así es. Picasso no conocía a Vallejo. Apenas se produjo la muerte de César, me reuní, una larga larde, con el pintor y le leí un buen puñado de versos vallejianos. Picasso. profunda y visiblemente emocionado, exclamó: «A éste si que le hago el retrato.» Y dicho y hecho. Tras una ojeada a unas cuantas fotografías que le mostré, dejó para la historia no uno, sino tres retratos de César Vallejo.
EL PAÍS. ¿Fueron Picasso y usted dos grandes amigos?
J. L. Lo fuimos. A lo largo de los años 37,38 y nuestro trato era asiduo. Venía Picasso frecuentemente a mi casa, acompañado de Dora Maar, su amiga de entonces (a ella se deben las fotografías del proceso del Guernica tal como obran en mi libro), y yo iba a la suya, en compañía de mi mujer. Llegué a ser su hombre de confianza , su Jaime Sábanos, por así decirlo, de aquellos tiempos. Ante cualquier solicitud, dificultad o indecisión, Picasso solía decir: «Pregúntenle a Larrea...Posteriormente, él se quedó en su universalidad doméstica y yo seguí mi camino. EL PAÍS. ¿A dónde le ha conducido su camino?
J. L. A aquella región del espíritu en que la vida y la obra adquieren un sentido trascendental. Sin una visión de trascendencia, ni la vida, ni la obra, ni nada, tiene valor. Mi poesía lírica de otros tiempos se ha convertido en relato épico de la humanidad y del espíritu que la anima a través, según dije. de lo que llamamos las circunstancias.
EL PAÍS. ¿En qué radica la vocación del artista?
J. L. En aquella milagrosa capacidad que mi gran amigo Lipchitz le atribula, y se atribula. a la hora de influir en los acontecimientos, de una forma eficiente, real, comprobable, como de hecho ha influido el apocalíptico Guernica de Pablo Picasso.
EL PAÍS. ¿Sigue usted creyendo en el designio apocalíptico de España?
J. L. Negarlo seria tanto como negar su historia v su propia geografía. Hasta su escudo, digan lo que digan los expertos en heráldica, se ve presidido y rodeado por el águila del Apocalipsis.
EL PAIS - 31/12/1977
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