Ayer se inauguró en la galería Biosca una exposición de esculturas de Juan Haro en piedra.
La voz latina «sculpere» (esculpir), aun haciéndose extensiva a toda práctica manual de la talla y modelado e incluso del grabado, alude, en su mis recta acepción etimológica, al acto de arrancar a la piedra, golpe a golpe de cincel, la forma ideada por el artífice y escondida en su entraña. Quien contemple, una a una, las esculturas que Juan Haro acaba de presentar al público madrileño, las hallará harto ligadas a su natural manera de concebirse, hacerse y mostrarse, y no poco afines a su propia y más genuina etimología.
Para disipar dudas y orientar conjeturas, Juan Haro se ha cuidado de agregar en el catálogo, y al pie de cada una de sus obras en piedra, esta breve, llana e ilustrativa leyenda: «talla directa». ¿Cuántos escultores son hoy capaces, a merced del oficio, de cincelar directamente la piedra y extraer de su meollo, excluyendo las demás, la forma ideada? Sobrarían dedos de una mano para el recuento más benévolo y optimista.
La piedra en sus múltiples especies (gris, rosada, caliza...), la contundencia y variedad del mármol (olivillo, blanco, bronceado...), del basalto, del ónice..., la dureza impenetrable de la mole en bruto, paulatinamente desguazada y llevada al brillo del pulimento, se ven aquí convertidas, por los buenos oficios de Juan Haro, en formas ejemplares del arte y del humanismo. Si Miguel Ángel decía ver dentro de las cuatro caras del bloque de mármol al desnudo, la faz y la estatura del Moisés, Juan Haro puede igualmente decir que ha escrutado en la entraña de la piedra, porque de ella las ha extraído, las formas y las figuras. Nuevas técnicas y empleos, más la caterva ilusoria de los llamados nuevos materiales, vienen tratando de paliar en el presente, la ausencia palmaria de un quehacer empírico que se acomode a los presuntos «mensajes» de tantos y tantos sedientos escultores. Ancho les viene el titulo. Si quieren comprobarlo, acudan sin demora a la exposición que ayer inauguró Juan Haro en la Galería Biosca, y ha de quedar abierta hasta finales de mayo.
EL PAIS - 16/05/1976
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