Ir a SantiagoAmon.net
MARTIN HEIDEGGER,MAESTRO Y GRABADOR

Previsible e inesperada, la muerte de Heidegger me lleva a recordar la ocasión única en que el filósofo tuvo a bien compartir con un artista la luz pública de un libro. El carácter excepcional del caso cobra, al propio tiempo, paradójica y mayor proximidad, o se hace más nuestro, por haber sido el colaborador eventual un artista español: el escultor Chillida, cuyo nombre campeó junto al de Heidegger (tal como los dicta el subtitulo de este recuerdo) en la portada de la obra alumbrada en común.

Por disipar dudas y desdecir suspicacias, se me ocurre oportuna la transcripción del texto que se vio impreso en el anuncio de la presentación y ulterior exposición del libro. Traducida del alemán, ésta es su letra: «Martin Heidegger-Eduardo Chillida. El arte y el Espacio. Una obra bibliófila de la Erker Presse. St. Gallen. Texto en caracteres góticos de Martin Heidegger y siete lito-collages de Eduardo Chillida. Exposición de la obra, con motivo de su aparición, del 12 de octubre al 15 de noviembre. Galería de Arte Contemporáneo Gallusplatz,St. Gallen. 1968».

Antecedentes

¿A quién no sorprendería la yuxtaposición rigurosa de los nombres del filósofo y del escultor en la portada de un libro editado en el corazón cultural de Europa? ¿Fue acaso costumbre que un artista español, o de otras latitudes, se sentara a la diestra de Heidegger para fomentar la lumbre dei pensamiento y expresarla por vía de colaboración? Quede la glosa del contenido para ocasión próxima, centrándose ahora el homenaje al pensador recientemente fallecido en las características formales de una obra muy digna, como verá el lector, del comentario propio del arte.

Todo se fraguó en la primavera de 1968. Inmerso el filósofo en el lema del ser y el espacio e inquietado por su referencia a las lindes estéticas, no menos que atraído por el ejemplo de la obra de Chillida, se dirigió al escultor solicitando el concurso de su experiencia. Sin duda que Heidegger había adivinado un posible pensamiento, mas o menos sistemático, en el quehacer de Chillida. Nuestro escultor, ratificando tal posibilidad, entregó al pensador un puñado de textos, concebidos y expresados de forma aforística, ocasión y estímulo para que Heidegger divulgara la clarividencia de los suyos, bajo el título de El arte y el Espacio.

Corrió la noticia por aulas y academias, hallando los discípulos de Heidegger en la edición del libro causa oportuna de homenaje al maestro, que en el entonces cumplía ochenta años. El texto es luminosa exégesis de la escultura en general, pero nada ajena al hacer propio de Chillida, hasta el extremo de que las dos definiciones que propone el filósofo acerca del espacio del arte resultan traducción casi literal de otros tantos nombres con que el escultor atinara a bautizar a dos conocidas familias de sus criaturas: Lugar de encuentros y Alrededor del vacío.

Heidegger, grabador

No se limitó Heidegger a enviar a la imprenta un texto original; probó el cauce aventurado y artesano de la litografía, dejando en la nobleza de la piedra el trazo, seguro y pulcro, de su escritura, desplegada, para mayor dificultad y mejorarte, según el canon de la caligrafía gótica. Sólo a don de genialidad es de achacarse que un hombre de ochenta años lograra en unos meses, y sin haberse ejercitado jamas en la práctica del grabado, acuñar sobre la faz de la piedra el testimonio de su letra, con aquella limpieza y soltura que pocos grabadores de oficio sabrían emular.

Estimulado o retado por ejemplo tal. tampoco se contentó Chillida con ilustrar el pensamiento de Heidegger merced a una serie de grabados tradicionales y de mayor o menor correspondencia significativa. A la arriesgada práctica del filósofo agregó el escultor la ideación y el logro de un procedimiento absolutamente nuevo, fundado en la demarcación triple y en la triple posibilidad (espacial, formal y cromática) sobre un plano único, que, por tratarse de la feliz combinación de ambos procesos, había de bautizar con el nombre de lito-collage.

Sabidas eran la originalidad y agudeza de Heidegger en la cuenta , y memoria del pensamiento universal, y que a su profundidad filosófica acertara a infundir un no menos profundo saber filológico, sin que la totalidad de su obra pueda desmentir la condición de incesante y claro manantial poético. A partir de ahora (o de 1968, para mayor precisión), es de saberse que también fue un gran calígrafo y maestro consumado» aunque ocasional, en las artes y oficios de la litografía.

EL PAIS - 06/06/1976

Ir a SantiagoAmon.net

Volver