La sola enumeración de las circunstancias que lo adornan habla por si misma de la importancia del concurso en que nuestro arquitecto y pintor Juan Navarro Baldeweg acaba de ser galardonado. El alcance internacional de la convocatoria, su específico carácter de investigación y creación, el hecho de que se haya producido en Japón, uno de los ambientes culturales de mayor preocupación por la arquitectura, y a instancias de una publicación del prestigio de JA (Japan The Architect), el dato singular de que la selección y decisión corrieran de la cuenta exclusiva de Richard Meier... hacen de este Sinkenchicu Residencial Desing 1976 uno de los certámenes más sugestivos del mundo.
Siete eran sus normas generales, y éste es su resumen: A) Elección de un lugar cualquiera en el mundo y proyecto de una casa en una intersección abierta a la presencia del hombre B) La casa puede cabalgar sobre dicha intersección o quedar a uno de sus lados. C) Tiene que originar la intersección un espacio público y otro privado. D) Proyecto de un edificio independiente, pero no necesariamente de una unidad de habitación. E) Libertad plena, en cuanto a programa y escala. F) Igual libertad en lo tocante a materiales y estructura, siempre que hagan viable el proyecto. G) Razonamiento acerca de la elección del lugar.
Agregaba Richard Meier a estos supuestos generales una serie de recomendaciones encaminadas a resaltar los valores de creación: acomodo a las circunstancias de la arquitectura de hoy, clara congruencia
entre las dimensiones físicas y las simbólicas, mayor atención al lugar que al propio edificio, excluir la idea de cliente especifico, subrayar la relación entre la intersección y la casa, extender la noción de aquélla a toda suerte de indicaciones, de forma, de contenido, de signo, de imagen...
El proyecto de Juan Navarro Baldeweg (datado en Cambridge, Massachussetts, 1975, y en Madrid, 1976) abarca toda una larga experiencia en tomo a una obra de Marcel Duchamp, que a su vez sintetiza muchas de sus otras creaciones: La vidriera que contiene un molino de agua en comunicación con los metales vecinos. Comenzó nuestro hombre por circunscribir el raro artefacto del Padre del dadaísmo en el trazo de una “D” mayúscula, convirtiendo cada uno de los motivos de dentro en las letras del nombre dé Duchamp. De esta primera interpretación gráfica, o caligráfica, pasó a otra de carácter plástico, hasta dar con la versión arquitectónica que le ha procurado el premio de Tokio.
Navarro Baldeweg hace que la urna-vitrina de Duchamp se reconforme dentro de la «D» capital, como creación de un ámbito interior, en tanto pasa al exterior el molino de agua a favor del río que señala la intersección entre la casa y el entorno. Se acomoda aquélla a un espacio único (la habitación es la modulación de su propio despliegue) y a un tiempo universal (un lucernario, en combinación con un sistema de flechas y sombras, convierte el interior en un reloj solar), en cuyo concierto la proporción humana concuerda plenamente con las puertas y ventanas ideadas por Duchamp y obedece al ritmo de su célebre Desnudo bajando una escalera.
El exterior queda conformado por el río que mueve el molino y discurre bajo un puente de acceso o iniciación (en su especifica acepción mágico-simbólica) señalando un originalísimo contraste entre la casa y el paisaje. Ha subvertido Juan Navarro la habitual relación del edificio para con el enlomo, de suerte que «las vistas» no se dan de dentro afuera, sino desde el paisaje natural al radiante artificio de la Villa- Duchamp, nombre que, por vía de homenaje, da título al proyecto.
La complexión del risueño universo del Padre del dadaísmo se compagina admirablemente con la experiencia de su agudo intérprete. Ha caído éste muy en la cuenta de que los celebrados ready-made de aquel (la percha, el inodoro, el portabotellas...) son objetos propios de la morada del hombre, cuya estatura se refleja en la enigmática proporción de las puertas y ventanas. Lo demás es fruto de la clarividencia de Navarro Baldeweg, de sus sistemáticos procesos desde una experiencia caligráfica a otra plástica, y a una postrera versión arquitectónica merecedora de reconocimiento internacional.
EL PAIS - 18/07/1976
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