A 10.000 millones de pesetas ascenderá el presupuesto destinado por el Ayuntamiento a la rehabilitación de la Gran Vía, incluyendo en él la recuperación tanto material como comercial y cultural del paraje entero y aledaños. Ignoro si hay defecto o exceso en la cifra. Todo es poco si se trata de erradicar la lacra social que ha terminado por invadir (entre la podre y la mugre) la más cosmopolita de las arterias madrileñas.
Hay que devolver la Gran Vía a su antiguo (y no lejano) esplendor, pero con atención primordial a sus moradores más legítimos...y a aquellos otros que a diestra y siniestra de ella siguen manteniendo formas (más o menos) tradicionales de vida en el corazón de la barriada. Pretendía el proyecto originario de la Gran Vía poner en relación, lo más inmediata posible, el este con el oeste de la ciudad, y pese a ser la linea recta la distancia más corta entre dos puntos, hubo de allanarse a la quebrada por gracia (o desgracia) de las tres rótulas que señalaban —conforme quedó apuntado en la anterior entrega—la iglesia de San José, en el encuentro con la calle de Alcalá, la de Caballero de Gracia, a dos pasos de la Red de San Luis, y la desaparecida (en el lugar en que hoy se alza el Lope de Vega) de San Francisco de Borja.
¿Fue acertada la medida? Los hechos (y uno de los más descollantes se centra en la degradación misma de la calle y sus alrededores) nos llevan a una respuesta tajantemente negativa. La creciente inviabilidad de la Gran Vía, en el sentido y con el alcance con que fuera trazada, es la que ha determinado el paulatino traslado de centros mercantiles y entidades bancarias (fundamentales otrora en el ir y venir de sus tres tramos) al paseo de la Castellana. Los hechos, insisto, han venido a demostrar cómo la forma más natural y verdadera, la más viable y practicable, de vincular el extremo oriental con el occidental de Madrid radicaba (y sigue radicando) en el «punto»la «línea» que en el XVIII dejó Carlos III respectivamente trazados en la plaza Mayor (núcleo receptor de la corriente circulatoria llegada de la calle de Bailen y limítrofes) y en el paseo del Prado (del que en el siguiente siglo había de nacer el sobredicho de la Castellana).En ello, y por fortuna, han consistido las obras de remodelación de la Puerta del Sol, calle Mayor y San Jerónimo arriba, y calle del Arenal y Alcalá abajo.
Se abrió la Gran Vía como una gran arteria (y como una profunda herida) en el corazón mismo (en el distrito “central” de la Villa y Corle. Allí, vale decir sin hipérbole, donde Madrid más huele y sabe a pueblo. A diestra y siniestra de la Gran Vía se hacinaban (y hacinándose siguen) muchas de las más populares calles madrileñas. Pasar de estas a aquellas es tanto como transitar por vía de milagro, y sin solución de continuidad, de la barriada al extranjero. Frustrada en su papel mediador entre el este y el oeste, debe la Gran Vía mantener a toda costa (y por radical que sea el principio rehabilitador) ese traumatúrgico contrapunto, recodo por recodo, entre lo castizo y lo cosmopolita..., con atención primordial, repito y concluyo, a sus más legítimos moradores.
De Alcalá a Red de San Luis (fragmento inicialmente llamado calle del Conde de Peñalver), de la Red de San Luis a Callao (con nombre originario de Pi y Margall) y de Callao a plaza de España (bautizado en sus días como el tramo calle de Eduardo Dato), la triple cifra sagrada gobierna el curso incoativo, durativo y perfectivo (vaguada-acrópolis-vaguada) de ese tinglado laico, ilustrado, cosmopolita, que ni es Gran Vía, ni, por más que quiera reivindicarlo la castiza estampa zarzuelera, se atuvo en su origen, digo, a semejante fe bautismal, ni alberga, frente a consentida creencia, el arquetipo del quehacer municipal de principios de siglo. Es, si, y ante todo, un estratégico enclave, malogrado en su función primera y fortuitamente venido a transformar al ciudadano común, con sólo torcer la esquina, en una suerte de «ciudadano del mundo».
DIARIO 16 - 20/06/1988
Ir
a SantiagoAmon.net
Volver
|