Ir a SantiagoAmon.net
PIRANESI

A punto de írsenos el año y esfumarse con él el segundo centenario de la muerte de Giambattista Piranesi, el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid ha hecho suya la feliz idea de organizar una exposición-homenaje a la memoria del singular arquitecto y grabador veneciano en las salas y con los fondos de la Biblioteca Nacional, que resulta ser una de las más nutridas mundialmente en la materia. Lo que aconteciera por los pelos con Rubens y Goya (y ni a ocurrir llegó siquiera con Tiziano), en sus respectivas conmemoraciones, vuelve ahora a repetirse en el bicentenario del óbito de Piranesi, a menos de un mes vista de su consumación cronológica. Desde aquí nuestro aplauso a las dos entidades organizadoras, y al lector nuestro consejo de que no deje de visitar esta asombrosa exposición con la que se cierra el año en curso y se abrirá el inminentemente venidero, una de las más relevantes, sin duda, en la cuenta de aquél y en la expectativa también, de éste.Asombrosa exposición, tanto por la cuantía y esmerada selección de las obras que la integran como por su intrínseca calidad y la opor tunidad de la lección que de ellas dimana y se avienen a reflexiones y empeños estrictamente contemporáneos. Haya o no un arte de siempre, es lo cierto que los grabados de Piranesi adquieren, contemplados desde el hoy, una dimensión que en sus días tal vez no tuvieron. A la luz de ciertas tendencias (o tendenzas) al uso (y ello muy al margen del consabido debate en torno al concepto de belleza eterna); la figura de Piranesi se nos hace descollante en igual medida media, posiblemente, en que se agigantan sus visiones sobre la ciudad misma (¡y era nada menos que la Ciudad Eterna!) de la que tomaron referencia y estímulo. «En él -ha dejado certeramenie escrito Charles Blanc- todo es solemne hasta el énfasis, exagerado hasto lo terrible. Por él, los antiguos monumentos de Roma son más imponentes en la imagen que en la realidad.»

Quien quiera comprobarlo lo vea; quien quiera asistir al milagro de una progresiva proporción inversa, por cuya gracia el monumento se agiganta en su transporte reductivo de la mirada a la plancha de cobre, y de ésta al blanco del papel. «¡El panteón de Agripa -insiste Charles Blanc-, el templo de Antonio, los colosos del Quirinal, la mole de Adriano, las ruinas del Foro parecen más bastos y orgullosas en los infolios de Piranesi que en la Ciudad Eterna! » ¿A qué responde esta enigmática inversión, el milagro efectivo de aparecer magnificada la concepción del monumento en su propio reducirse y someterse a los límites del grabado? A la ausencia a toda escala. No hay riesgo en afirmar que Piranesi contempla el universo con un ojo que sobreexcede la medida humana, al tiempo que retiene e imprime lo contemplado con una calculada desproporción que únicamente él conoce, adicta al sentimiento y refractaria al número.

En posesión de una insólita capacidad conciliadora, Giambattista Piranesi acierta, en fin, a convocar unitariamente cuantos estilos y niveles (alásico, medieval, renacentista, barroco ... ) cimentaron la urbe romana, y en cuyo cómputo hoy quisieran afincar sus afanes los novísimos abanderados de la tendenza a la italiana, o basar sus propuestas algunos arquitectos, como Krier, o consolidar sus obras otros, como Louis Kahn. Entre el siglo XVIII y el presente más actualizado, Piranesi sobrevuela el sueño de una arquitectura a expensas de su propia reflexión, de su interno desarrollo, si valiosa como documento, harto más admirable en cuanto que monumento. Lo demás fue prenda de su ingenio, facultad taumatúrgica de agigantar en los ojos lo tocado por la mano.

EL PAIS - 07/12/1978

Ir a SantiagoAmon.net

Volver