En esta exposición falta mucho y sobra otro tanto. Desde él punto de vista de la pintura tradicional (incluyendo en ella al cubismo y sus inmediatas consecuencias) falta aquí buena parte de sus elementos materiales y formales. Desde una consideración estrictamente moderna (la que se inició en Matisse y dio en Rothko y Newman, entre otros, sus frutos más granados) sobran no pocos de esos mismos elementos.Banderas, serpentinas, papeles voladores, bambalinas, cañas, mimbres, pegotes de barro, cartones, estandartes. bambalinas transparentes, casullas, documentos de experiencias y happenings habidos en otro tiempo..., conforman (desde el ingreso hasta el ábside) toda una espectacular e incluso deslumbrante escenografía, entonada, aquí y allá, con el fulgor de un rojo de fuego.
Como si hubiera pasado por Castelló, 7 el segundo caballo del Apocalipsis (rojo de fuego), quedan briznas por doquier de un resplandor rojizo que, hábilmente compaginado con otras tonalidades de refrendo, complemento o contrapunto, baña e inunda el escenario barroco, desbordantemente barroco, de un espectáculo abigarrado, desmadrado... Y no poco confuso.
Desde el punto de vista de la pintura que, dentro de lo moderno, antes llamé tradicional, hay aquí muchas sugerencias que exigirían otro tratamiento o un más colmado desarrollo. Entre biombo y serpentina, estandarte, bambalina y casulla.... se nos aparece, como una visión grotesca y deformada, algún que otro rostro de un Klee no poco disconforme con el empleo de medias tintas que de él se ha hecho.
Desde una consideración estrictamente moderna, la enseñanza de Matisse (casullas incluidas) y de quienes. con él o tras él, llevaron a la pintura el propósito del plano por el plano.... ha sido claramente extrapolada por Amat e infundida de otros contenidos. Las franjas aurorales de Rothko sustentan aquí ajenas expresiones, y el lienzo colgante sirve de telón de fondo.
No seré yo quien niegue un ápice de dotación a Frederic Amat, ni tampoco quien deje de reconocer el grado de confusión en que se desenvuelve su actual ejercicio y su fiebre, a tan temprana edad, de quemar etapas.
EL PAIS - 20/01/1977
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