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Historia del "collage" en forma de "collage"

La invención e introducción del collage en la pintura ha sido el equivalente de una cura de desintoxicación. Merced a ella, se han librado los pintores, por un momento, de la servidumbre hipnótica de la pasta y del pincel. Han liberado su mano, sus ojos y su espíritu de los encantos, demasiado hechizantes, del color contenido en un tubo. Cosa extraña, y a la que no se ha prestado suficiente atención, se han introducido en el reino de la materia en bruto. Han renunciado durante el tiempo preciso, para adquirir mejores costumbres, a la apariencia seductora, a fin de ocuparse, sobre todo, de lo que podía haber en el fondo. El collage es incuestionablemente una conquista del cubismo. Su inventor, o al menos su instigador, fue Fraque. Cuando en 1911 agregaba, por vez primera, a uno de sus cuadros una inscripción en caracteres tipográficos, no tuvo la menor duda de hallarse a la vista de uno de los más grandes descubrimientos del arte moderno. ¿Vale por ello aceptar como precedente remoto del collage las letras que adornan los viejos manuscritos o las escrituras pintadas sobre cuadros y retablos religiosos del siglo XIV?

Semanas después (del invento), Braque lo mostraba a Picasso, quien se manifestó entusiasmado e inmediatamente vio que estos anónimos y obedientes objetos del mundo fenomenológico no sólo eliminaban todo género de personal virtuosismo, sino que en su nuevo contexto podían producir una maravillosa serie de reverberaciones en la mente y en la vista del espectador. Eran realidades diversas, perceptibles, reforzándose entre sí y alterando todas las nociones preconcebidas de verdad en el espectador. Evidentemente se podían hacer muchas cosas con el papier collé. Y Picasso comenzó sus experimentos inmediatamente.

No tardó Juan Gris en comprender que su acercamiento, harto complejo, a las apariencias visuales había de acomodarse, a través de la nueva modalidad del collage, a una expresión más directa y, en 1914, le vemos trabajar casi exclusivamente por tal procedimiento. Pero en tanto sus dos predecesores cortaban, por lo común, el papel en rectángulo u otras formas elementales, Gris lo aplicaba a sus pinturas -Pinturas, y no dibujos-, a tenor de un plan mucho más complejo y conscientemente artístico, valiéndose de toda suerte de fragmentos de papeles minuciosamente recortados y entrecruzados a modo de un puzzle dispuesto en forma de dientes de sierra. En el programa de futurismo, y especialmente en el manifiesto de la escultura, se dan ciertos indicios que justifican la práctica del collage antes de su misma aparición. Fue Boccioni quien, alzándose contra los viejos materiales nobles (el bronce y el mármol), incitaba a los jóvenes artistas a servirse de todos los materiales de uso cotidiano para dejar en sus obras un indispensable carácter de actualidad. El collage futurista, propiamente tal, no aparecerá sino en los recortes de periódicos y papel de embalaje que, a partir de 1912, incorpora Boccioni a sus pinturas.

El dadaísmo no ha inventado nada, pero lo ha hecho todo. Todo lo ha hecho y lo ha vuelto a reinventar. No, Dadá no inventó el collage, pero a él corresponden los más extraordinarios de cuantos hayan visto la luz: los collages geométricos de Arp (con o sin la colaboración de Sofía Taeuber) y los de Schwitters, de una riqueza plástica que jamás ha sido sobrepujada. Schwitters, especialmente, con sus Marzbilder y sus Marzban, encarna, sin duda alguna, la expresión más colmada del dadá, por su humor frío y total desprecio hacia toda moneda corriente.

Invenciones y técnicas del surrealismo provienen de su viva diversidad. Si el collage fotográfico, basado en las ilustraciones de libros, fue magistralmente cultivado por Max Ernst, los papeles coloreados, en atención a una exigencia menos figurativa, corrieron de cuenta de Man Ray. En cuanto que elemento propio e cuadro, el recorte de papel aparece, dentro de la tendencia surrealista, en los realizados por Tanguy hacía 1926, bien por la relevancia del color (su color), bien para configurar verdaderos collages de objetos. Son igualmente dignos de mención Malkine, Masson (uso de plumas y arenas) y Magritte (que reanuda la reciente tradición del collage de ilustraciones e introduce imitaciones o reproducciones de remiendos).

Más allá de la ley del azar del Surrealismo y de Schwitters, mero principio de orden, con Rauschenherg y Johris se entra en los límites de la pura aleatoriedad, de una inconsciente indistinción entre el fenómeno estético y todos los demás fenómenos, tanto si pertenecen a la existencia particular del artista como a la del mundo. Es muy significativo que la corriente pop se relacione directamente con la música llamada aleatoria. Es evidente la relación de la pintura de Rauschenberg y Johris con la música de J. Cage, predispuesta a admitir todas las eventualidades sonoras. Imposible enumerar aquí los incontables collages realizados por los pintores abstractos de todos los países. El interés que en Alemania prestó el Bauhaus a la diversidad de materiales dio lugar a multitud de collages alusivos a la edad de la máquina. Moholy-Nagy, tras las huellas de los constructivistas rusos, ordenó sus papeles pegados en refinado equilibrio; Pasmore enfrenta al grafismo manual el tomado de los periódicos; Magnelli es el precursor de los rappels expressifs; Seuphor superpone a las líneas horizontales cuadrados de papel cromático; Nicholson crea un mundo de objetos convertidos en puras formas..., y Coppel, Soldati, Cooper, Piper, Corsi, Karskaya, Wostan, Reth, Deyrolle, Leuppi, Trygvadottir, Seicliow, Mortensen...

En Italia, Burri salta la barrera y se libera de la materia exclusivamente sensible, casi predispuesta al énfasis y a la sublimación de la pintura tradicional. Se sirve de sacos medio rotos, de trapos, de papeles y maderas quemadas, de chapas... Cose, suelda, pega con un oficio aparentemente burdo, pero en realidad agudísimo. Ciertamente, es posible distinguir en las heridas la materia de una iconografía del sufrimiento y, más allá de ella, un principio formal o estructural (la conciencia) que la ofensa y el desgarro de la materia (la carne) no saben borrar.

Alguien ha querido ver en los papeles recortados de Matisse una confesión de impotencia. Si estas obras, por así decirlo, no son las más estridentes que haya hecho Matisse, no dejan por ello de mostrar un punto harto revelador de su arte. « Dibujar con una tijera -dejó escrito Matisse en el prefacio de jazz- y recortar, al vivo, el color, me recuerda la talla directa de los escultores.» Sin disimular el posible exceso de estas palabras, hay que reconocer que los papeles recortados constituyen uno de los procesos más reveladores del gran pintor.

Difícil sería concluir un estudio acerca de los papeles recortados, acerca del collage, sin hablar de Joan Miró. Y es lo cierto que él no ha creado sus collages al modo de los de Picasso, Braque, Schwitters, Matisse... Ha hecho, más bien, montajes, cuadros-objetos o cuadros-poemas, en posesión de un agudo sentido de la superposición, yuxtaposición e interpenetración de los planos. A través de cursivas arabescas o del surgimiento de un prisma luminoso, acierta Miró a jugar con el espacio, a suscitar nuestra atención por un tropel de insidiosas sugerencias que solamente son de él: páginas estridentes en rojos y negros. Esta es, en fin, la historia del collage, relatada y urdida en forma de collage. Sepa el lector que los doce párrafos precedentes de que consta el trabajo, corresponden, íntegros o fragmentados, a otros tantos autores que, por orden, digamos, de aparición, o lectura lineal, son los que siguen: Pierre Reverdy, Frank Elgar, Patrick O'Brian, John Richardson, Herta Wescher, Michel Seuphor, René de Solier, Giulio Carlo Argan, Herta Vescher otra vez, y otra vez Argan y Pierre Courthion, igualmente por duplicado. Me he limitado a pegarlos, uno tras otro, correspondiendo a ustedes decidir si en el empeño ha habido un mínimo de lógica narrativa. He tratado, llanamente, de contar la historia del collage a través de consideraciones, juicios y comentarios tomados de aquí y allá, harto más agudos y fidedignos que los que yo hubiera podido hurtar a mi presunto ingenio. Cubismo, futurismo, dadaísmo, surrealismo, pop-art y abstracionismo han venido a escena, con el epílogo de dos individualidades: Henri Matisse, verdadero precursor de las tendencias más al uso y Joan Miró, nuestro más genuino representante entre los que viven. Si era el caso -me dije- contar o resumir la historia del collage, ¿por qué no probar a hacerlo con sus propias armas, esto es, en forma de collage

EL PAIS - 31/07/1977

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