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El túnel

El pozo!" Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra tan fresca, tan sonora! Parece que es ¡apalabra la que taladra, girando, la tierra obscura, hasta llegar al agua.» Así explica el «hombre enlutado» al «burrillo de plata» lo que es un pozo. ¿Y un túnel? El propio Juan. Ramón Jiménez no halla mejor definición que la repetición por triplicado de la palabra misma: «El túnel, el túnel, el túnel». Si el pozo se abre con el taladro de la palabra, vale decir que el túnel se sucede a impulso de su propio impulso; algo así como el eco del eco del eco... sin otra solución de continuidad que el latido de la aventura, lleve al poético don de la luz o conduzca en derechura a la caja fuerte de una entidad bancaria.

A ella llegaron el pasado jueves, festividad de Nuestra Señora, unos sagaces desconocidos sobre el eco de su propias pisadas y a lo largo de un túnel de más de trescientos metros que ellos mismos hablan tenido la ciencia y la paciencia de horadar durante cinco meses. Llegaron, perforaron la caja fuerte de un banco barcelonés, hurtaron de ella lo que se les antojó más atractivo y se fueron, delicadamente anónimos, por donde vinieran. En círculos mercantiles de Barcelona se comenta que la caja fuerte tan finamente expoliada era una «obra maestra» de seguridad, no sabe uno si por curarse en salud ante la clientela o tratando de valorar (en tales círculos «se valora todo») la maestría misma de los inesperados visitantes.

Poco hay que decir de la etimología de voz «túnel», y mucho de la ciencia y paciencia, insisto, de quienes la hicieron

efectiva a impulso de su propio impulso y con el sordo latido de la aventura, metro a metro (y eco a eco) del subsuelo barcelonés. «Túnel» («tun-nel») es palabra inglesa que, incorporada a nuestro idioma, mantiene su significado originario: «underground passage» (pasadizo bajo tierra). ¿Recuerda el lector amigo el tiempo no lejano en que lo «underground» llegó a constituir toda una categoría cultural o contracultural? Cultura y , contracultura (que en punto tal nunca llegaron a acuerdo sus alegres promotores) dan ahora paso, por obra y gracia de los refinados asaltantes, a cuestiones propiamente científicas, éticas y estéticas.

Abrir un túnel de semejante trazado y tan seguro fin parece empresa destinada a científicos de pro, dignos, ya lo creo, de verse emparentados (al ayer se va en la metáfora del túnel) con los que a caballo del siglo pasado y el nuestro proyectaron los pasos subterráneos de Fréjus, San Gotardo, Simplón, Loétschberg... ¿Una mirada al porvenir, que también tiene su túnel metafórico? De lejos viene el proyecto de unir, merced a un paso submarino por el canal de la Mancha, las islas Británicas con suelo firme francés e Africa con Europa a la altura de Gibraltar, como entre las islas de Hondo y Kiu-Shiu lo hicieron los nipones. ¿Por qué no confiar a los audaces burladores (tan dados a ella) la anhelada aventura que una y otra vez frustró la estrategia inglesa?

Por lo que a ética concierne, los llamados medios de comunicación han mostrado una clara tendencia a destacar agudeza, entereza. y limpieza de -la «operación», sin llegar, desde luego, a la apología del delito. Líbreme el cielo de caer en ella, pero no de sugerir que, llevado el caso a la pantalla, vendría a encarnar el arquetipo de aquellas películas en que la captura del «malo» entristece y defrauda al espectador. Al fin y al cabo se trata de un supuesto, no poco peculiar, de economía «subterránea», que otros dicen «sumergida». ¿El aspecto estético? No es mal indicio que la representación o imaginación del suceso nos susurre al oído, junto a la fresca definición del pozo, el estribillo juanramoniano de «el túnel, el túnel, el túnel», sin otra solución de continuidad que el latido y el eco de la propia hazaña.

DIARIO 16 - 20/08/1985

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