Tres son, de hecho, los alcances de esta exposición: la presentación de un libro que transcribe, muy a la letra, la larga conversación mantenida por Andrés Trapiello con Eusebio Sempere; la presentación, igualmente, de una carpeta de serigrafías con que el propio Sempere ilustra la muy singular obra poética de José Miguel Ullán, titulada Alarma (que ya vio la luz, con anterioridad, en la edición que de ella hizo Trece de nieve, al cuidado de Gonzalo Armero), y la exposición, propiamente tal, de las últimas pinturas dadas a la luz por el artista alicantino.
El libro de Andrés Trapiello tiene algo de conversación a tumba abierta. Más acá o más allá de la interpretación propiamente estética, prevalece en él el abierto desenfado conque el uno pregunta y responde el otro, con pocos pelos en la lengua de la intimidad. Humano y muy humano, el diálogo incide y reincide en el transfondo visceral, mejor que artístico, de Sempere, sin que las preguntas de Trapiello le vayan en ello a la zaga. Diálogo abierto y frenético, en que entrevistador y entrevistado dan de lado cortapisas y eufemismos, hasta a veces rayar en la neurosis.
Por lo que a las ilustraciones del libro de Ullán atañe, y dada su intrínseca condición plástica, se me ocurre, recurriendo al refranero, plantear los extremos de este llano dilema: ¿Pan con pan? ¿Miel sobre hojuelas? Más, a juicio mío, hay de lo uno que de lo otro. Ocurre que esta originalísima obra de Ullán en parte es texto, y en parte, o de rechazo, es también ilustración de sí misma. Todo un ejercicio de elegancia (en su más recta acepción etimológica), de capacidad electiva, permite a Ullán acotar palabras de un texto ajeno y establecer entre ellas una nueva relación sintáctica, quedando el resto de cada página a merced de unos rasgos y unas manchas que al logro poético agregan la nota ilustrativa o hacen innecesaria la ilustración ajena.
Y las últimas pinturas de Sempere. Para mí, lo mejor de ellas es la santa paciencia o la falta de perdón con que el artista diariamente se castiga. Sempere está donde siempre estuvo, en ese universo de la minuciosa repetición que por mor de su encadenamiento o encarcelamiento sin plazo, llega a entrañar el confín mismo de la diferencia. Línea por línea y trama por trama, Eusebio Sempere vuelve cada mañana a asomarse a ese horizonte del tornasol (muy al margen de engañosos cinefismos) en que desde hace mucho tiempo ha venido dejando lo mejor de su sensibilidad.
EL PAIS - 19/05/1977
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