Se dice “ismo” (alguna vez quedó aquí apuntado) aquel sufijo tónico y nominal que denota doctrina, secta o sistema, 'cumpliendo el sufijo «ista», adjetival e igualmente tónica, al que comulga con aquella, se adhiere a esta o participa de esta otra. ¿«Otanismo»? Sistema defensivo (agresivo, según otros) fondado por la Organización para el Tratado del Atlántico Norte, que si en casos de nutrida y encendida integración llega a ser ideología rayana en secta, jamás hará suyo, me creo, el noble título de doctrina conspirada por la tradición. ¿”Otanista”? Aquel que se pone en brazos de la OTAN, comulga con ella y en día (y de ella) participa convicto y confeso.
Debatida en d Parlamento la procedencia o impertinencia del referéndum sobre la adhesión de España a ese curioso eufemismo que ha dado en llamarte la «Alianza», harto claro ha venido a hacerse que a la OTAN le han salido parientes (pobres y ricos) por todos los escaños. El «otanismo» hace furor, mereciendo, eso sí, verle destacados de los ocasionales los «otanistas de toda la vida», encabezados por Fraga. En su apasionada defensa del «ismo» en nuestro caso llegó el líder “aliancista” (en el doble sentido del termino) a confundir la Organización que digo con lo que otros llaman panacea, faltando, tal vez, en sus labios el grito de rigor: “¡La OTAN es mía!”
Y sí consideración antonomásica de «otanistas» merecen quienes lo son a ultranza, ¡qué nombre cuadrará a los que, presididos por González y acuciados por oportunidad o «coyuntura», se apearon en marcha del vehículo propia para subirse al ajeno? El de “onanistas”, en sentido histórico-etimológico. Por, más que el diccionario y el uso tengan por tales a los asiduos practicantes del “vicio al alcance de la manos”, la Biblia, en el capitulo 36, versículos 1-10, del Génesis, nos explica cómo el pecado de Onán no fue otro que el de retraerse de la mujer a la hora de la eyaculación para evitar la prole; ejercido que en lengua castiza se dice “apearse en marcha”.
¿Puede un “otanista” profeso tomarse «onanista» de ocasión, y viceversa? Todo aquel que, impelido por insaciable deseo de unión con la OTAN y en la OTAN, se retraiga (o abstenga) de ella a la hora de consumar el acto (del voto), y más aún el que a “apearse en marcha”estimule a otros enardecidos comulgantes, será, todo lo ocasionalmente que usted quiera, usted, un declarado prosélito de Onán. Quien, por el contrarío, y redimido ya de “onanismo” antecedente se anime a entrar (a “penetrar”) en la Organización, y a ello induzca a otros ardorosos correligionarios, se verá convertido en “otanista” de postín, con opción incluso a un derecho de pernada a la europea.
En semejante trueque de papeles (de OTAN a Onán media un solo paso) radica el “quid”, el busilis y la mismísima madre del cordero. Los que, depositarios del legado de la derecha, tenían que votar afirmativamente, se abstienen; los representantes de la izquierda «oficial» hacen suya la postura propia de aquí líos..., y la izquierda «natural», hipotético substrato de la otra, recomienda la respuesta negativa. Ni Europa, ni integración plena en ella, ni gaitas (pregúntele, si no, a un escandinavo). La actitud del celtíbero, en tránsito alternante del “onanismo” al “onanismo” sigue fiel a sí misma: “ser enemigo de Joselito antes que amigo de Belmonte” (y viceversa).
DIARIO 16 - 17/02/1986
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