Hasta el año 1971 no fue aceptada China en el seno de las Naciones Unidas. De nada valía su extensión (poco menor que la de toda Europa), y menos contaban aún sus mil millones de habitantes. Daban vueltas y vueltas a la esfera escolar los de la ONU sin llegar a descubrir, pese al empeño soviético, la porción de tierra obediente a tal nombre. ¿Cítir-i;? «Una pequeña isla en el Pacifico — confortábanse unos a otros—, que los portugueses llamaron Formosa.» Y quieras que no, terminó por brillar el buen sentido: salió Formosa (o Taiwan, como usted diga) de la Organización, ocupando su puesto la China que siempre habla figurado en el mapa.
Se trata de un “ejemplo de libro” a la hora de estimar desproporciones o “agravios comparativos" (como hoy se dice), en los que suele andar por medio la política; ejemplo el, libro, que por estas tierras (nuestra patria es, en efecto, diferente) viene rayando, como a seguido se verá, en el exceso de su propio exceso. Hay en España dos Federaciones de Fútbol-sala: La «oficial», en la que se integran poco más de cinco mil individuos, y la «clandestina», con une nómina de 63.000 asociados y 400.000 practicantes del referido depone. ¡«Oficialidad de tapadillo» y clandestinidad a voces» se llama en verdad esta doble y paradójica figura!
De la actividad de los “oficialistas” no se tiene otra referencia, de hecho, que la puramente burocrática. Los «clandestinos», por su parte, y sin oirá burocracia que el propio y desinteresado esfuerzo, han sido capaces de formar (en apenas tres años), 15 Federaciones de alcance autonómico y celebrar siete campeonatos nacionales, en sus diversas categorías, mas 11 encuentros de carácter internacional. ¿Una última y decisiva prueba de «clandestinidad»? Suya ha sido la organización del Campeonato del Mundo, en el que España (así, con mayúscula) alcanzó, en dura y doble lid con otros 11 países, nada menos que la segunda plaza.
Y aquí surge el problema que ni al del «sexo angélico» va a la zaga, ni el mas refinado de los bizantinos daría, me creo, en plantear. Nuestra Federación «clandestina» cuenta con el refrendo de la oficialmente instaurada en el ámbito internacional (la F1FUSA), que a su vez, y por principio, desconoce a la oficialmente regida por nuestra autoridad «competente» (?), resultando que el equipo español se ve proclamado subcampeón de todo el mundo, excepto en su propia patria. ¿Quién es, llegados a tal punto, el «oficial» y quién el «clandestino»? Venga el Tribunal de La Haya (que vendrá, de seguir así las cosas) a sentenciar el caso.
Quizá la solución anide en la etimología. Proviene la palabra «federación» de la voz latina «foedus», que significa «pacto». Si éste se ha producido por voluntad expresa (y noble fin) de los solicitantes, aténgase la Administración a la cláusula del «hecho consumado». ¡Ni por ésas! Se empecina la autoridad, digo, «competente» (?) en negar una realidad tan visible en el marco deportivo como la de China en el mapa universal; recurren al «encierro» los federados; se manifiestan luego «legalmente» por las calles... y el secretario de Estado para el Deporte se parapeta en el silencio. ¿Un consejo? Dobla, Cuyas, el mandil y vele... a Formosa.
DIARIO 16 - 13/01/1986
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