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¿A FAROLAZO LIMPIO?

Una explanada, en forma de anfiteatro, y un doble pasillo, a modo de avenida, liquidarán en breve (fechas son éstas de grandes rebajas) el más madrileño de los parajes. Si usted tiene la idea de celebrar en él la llegada del Año Nuevo, vaya comprándose un traje de astronauta; que allí encontrará fuentes coronadas por cápsulas transparentes, rutilantes pistas a prueba de amianto y torretas con reflectores, para el despegue. ¿Cómo reconocer el lugar de otrora? En evitación de amnesia colectiva el Ayuntamiento ha decidido mantener, por toda señal fisonómica, el anuncio del Tío Pepe.» Tal escribía yo cuando se presentó oficialmente (¡hace ya más de dos años!) el proyecto de remodelación de la Puerta del Sol... con todas sus farolas.

Ni quito ni pongo coma. Quiero dejar literalmente en claro cómo mi solitaria crítica de entonces nada tenía o tiene que ver con el oportunismo de tantos y tantos «intérpretes coyunturales») (defensores algunos y detractores, los más como le han salido y le siguen saliendo a la Puerta del Sol. Ponía yo el dedo, no hay duda, en la llaga de la «luminotecnia» (cápsulas transparentes, rutilantes pistas, torretas con reflectores...), en el extremo mismo en que luego ha venido a centrarse y desatarse la polémica. Del resto me limitaba a subrayar los dos factores (tres, con el anuncio del «Tío Pepe») que mejor definen la fisonomía del enclave: una explanada en forma de anfiteatro y un doble pasillo de carácter históricamente conectivo.

Concibió y trazó Carlos III la ciudad de Madrid (con la ayuda de los Sabatini, Villa-nueva, Hermosilla, Ventura Rodríguez...) en atención a los dos datos más simples de la geometría: el punto y la línea. Un «punto de concentración» (sito en la plaza Mayor) y una «línea de expansión» (descrita por el paseo del Prado) conforman el embrión y el despliegue, en efecto, de la Villa y Corte. ¿Elemento fundamental de conexión? La Puerta del Sol, abierta de par en par (por la doble vía que enlaza la calle Mayor y la del Arenal con la de Alcalá y la carrera de San Jerónimo) al ir y venir desde la plaza Mayor hasta el paseo del Prado (del punto a La línea.., y viceversa).

Nada hay, pues, que objetar en tal sentido. El nuevo trazado viene, de hecho, a potenciar esa doble vía que mejor explica la función urbana (y la intención histórica) de la Puerta del Sol. No menos encomiable sería la liberación de la explanada semicircular destinada (con largueza) al viandante si no se la hubiese plagado de objetos (cabinas telefónicas, papeleras, puestos de Prensa, fuentes giratorias...) más o menos funcionales y eminentemente perturbadores. Falta, en fin, la huella histórico-fisonómica de la desaparecida acera y sobra énfasis político en la unívoca orientación del citado semicírculo hacia el edificio (torre y reloj incluidos) y símbolo del poder. Sobran también las estatuas de la “Mariblanca” y del «Oso y el madroño».

Hechas tan leves salvedades, la remodelación de la Puerta del Sol resulta más que aceptable y mil veces preferible a la demencial propuesta alternativa aireada por la oposición. ¿Dónde hallar la manzana de la discordia colectiva? En las farolas y sólo en ellas. Lléveselas a la mayor urgencia el señor alcalde, súplalas por las de corte fernandino, isabelino, alfonsino... u otro de los regios patrones diariamente invocados por súbita y taumatúrgica erudición popular, y verá cuan fácilmente se reconvienen la voz del pueblo en voz de Dios. ría, en verdad, una pena que lo etimológicamente nacido de la célebre isla de Faros (con su torre y su luminaria a los pies del Nilo) viniera a concluir como el «rosario de la Aurora», a farolazo limpio.

DIARIO 16 - 27/01/1987

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