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Chillida. Exposición de su obra gráfica

Es como si el artista nos descubriera el trasfondo de su curriculum o abriese de par en par las puertas de su taller para mostrar al visitante la otra cara o razón del oficio; como si a través de la suma y sucesión de estas estampas bidimensionales, que ha dado el uso en llamar obra menor, nos permitiera acercarnos al fundamento íntimo de sus empresas mayores en el campo de la tridimensión escultórica. Es, en fin, como si, referido al paso de los años, se hiciese literal el contenido que el viejo aforismo recomienda al diario que hacer: nulla dies sine linea.

No habrá a lo largo de estos escritos ninguna adjetivación encomiástica si no es aquella que atañe a la tenaz dedicación del artista, ni otro elogio que el recuento comparativo de sus artes o el ejemplo latente de sus trabajos y sus días. Ocurre, en efecto, que desde 1959 hasta los corrientes no ha dejado Eduardo Chillida de ejercitarse ni un solo año en el empleo de grabar, complemento y exigiencia de su más específica actividad de escultor. La obra gráfica completa que por estos días se exhibe en Madrid le hará a usted consciente de cuanto digo, y mucho mejor que mis palabras.

Son 202 los testimonios gráficos que obran en catálogo (debida su minuciosa ordenación a los cuidados de Gisèle Michelin), más las 55 ilustraciones pertenecientes a los libros que Chillida ha publicado al alimón con eminentes pensadores y poetas (Heidegger, Jorge Guillén, Frenaud, Hölzer, Racine ... ). Colmada exposición, en cuyo concierto las técnicas tradicionales (litografía, serigrafía, xilografía, aguafuerte, puntaseca ... ) se compaginan con las inventadas o ideadas por nuestro escultor-grabador (lito-collage, huella sin tinta ... ) para algunos de los libros antedichos.

Contemplada en su totalidad, dijérase que la obra gráfica de Chillida acierta a conciliar, año por año, lo familiar y lo diferente: una suerte de sustrato común y un cambio incesante de angulación, algo así como un sinfín de soluciones en torno a un único problema. No hace mucho (Revista de Occidente, enero, 1976), el propio escultor me aclaraba el caso en estos términos: «Una misma pregunta puede ser muy distinta si se pregunta desde un nivel distinto. No siempre tiene que cambiar la pregunta; lo que tiene que cambiar incesantemente, y con mayor vuelo, es su formulación.»

Entre lo familiar y lo distinto

Año tras año y experiencia por experiencia, la mano del artista nos va orientando hacia un lugar único e inabarcable, merced a una creciente diversidad de pistas o iluminaciones. El vuelo de una gran espiral cuyos instantes sucesivos modifican la visión y la identidad misma de una comarca. «Mi proceso creador -insiste Chillida- se asemeja al desarrollo de una espiral. Hay un eje común de contemplación y experiencia que yo voy sobrevolando paulatinamente y me va permitiendo descubrir determinadas zonas con una visión nueva y desde otras y otras perspectivas. »

Desde 1959 hasta el presente, el vuelo y sobrevuelo del hacedor, en torno al lugar, quedan impresos en la mirada de quien ahora se asoma a lo hecho: alternancia y acuerdo entre lo familiar y lo distinto, entre la faz conocida y el reverso oculto de una misma realidad: «Hay avances hacia lo ignorado y también regresiones a lo aparentemente descubierto. Puedo asegurar que obrás que yo di por concluidas se me han aparecido, al sobrevolarlas, como en otra demarcación, es decir, las he visto en otro sitio, desde otro ángulo, para plantear otra visión de cara a un mismo problema. »

Exigencia y complemento, según quedó líneas arriba apuntado, de las esculturas de Chillida, el ejercicio en la bidimensión entraña una asidua precedencia de todas ellas. Se me dirá que su obra gráfica, propiamente dicha, se inicia en 1959, con una década de retraso para con su quehacer propiamente escultórico. ¿Y el dibujo? Antes, mucho antes de concebir su primera escultura ya había dado nuestro hombre pruebas fehacientes y abundantes de una ininterrumpida práctica en el plano a favor de aquella modalidad que mejor la traduce y ejemplifica: el dibujo.

Condición y presupuesto del oficio del grabador, el dibujo ha sido, además, para Chillida fuente y frente de meditación en el arte de esculpir, norma inequívoca del jornal y la jornada (en su más recto sentido) y versión doblemente literal del proverbio latino antes citado: ni un solo día sin una línea. Para ilustrar con mayor verismo esta inseparabilidad entre el ejercicio sobre la faz de las dos dimensiones y la creación tridimensional, volveré a resumir algunos fragmentos de la larga conversacion que con él mantuve y transcribí en la publicación ya mencionada.

-¿Crees que ese ejercicio, previo o colateral, del dibujo es algo ineludible en la tarea del buen escultor?

-Nuevamente te remito a mi experiencia y a su traducción en la obra. Jamás he desatendido la práctica del dibujo como tal y aquellas otras prácticas (grabado, litografía, xilografía, collage ... ) tan afines como él a la meditación en el plano, ejercicio complementario, más que independiente, de la escultura. La experiencia en la bidimensión y el ataque al espacio tridimensional vienen a ser distintas caras o angulaciones en torno a un mismo enigma.

-¿Equivaldría, de algún modo, el ejercicio sobre la bidimensión en la escultura, el análisis de la planta en la arquitectura? El único elemento del proyecto arquitectónico que no se hará visible en el alzado y ejecución empírica del edificio será, precisamente, la planta, que no estando fisicamente en ninguna porción del edificio es algo subyacente a la totalidad del edificio (la planta es la gran abstracción del edificio).

-Diría yo que la planta no está en el edificio, porque es el edificio el que está en la planta. Que guarde o no relación este problema con el fenómeno escultórico es ya otra cuestión. De lo que sí tengo absoluta certeza es de que quien afronte la aventura del espacio tiene que estar despierto a todas las formas de su manifestación y a todas las modalidades de su ejercicio. Mi obra gráfica es un hecho aparentemente dispar de mi escultura (ha nacido como tal, no bajo la idea de boceto, y como tal yo lo realizo y la expongo), pero no por ello deja de guardar relación con ella.

Una asidua meditación

¡Ejercicio complementario, más que independiente, de la escultura! Valgan las admiraciones para recalcar el acento con que el escultor define, a través de su propia e íntima experiencia, el carácter insoslayable de la asidua meditación en el plano, si no fuera suficiente el ir y venir de unos grabados a otros, tal como aquí y ahora se ofrecen en su totalidad y su precisa referencia a esculturas y familias de esculturas de épocas equivalentes; que si el puro tanteo lineal de los más antiguos halla un correlato fiel en esculturas precedentes, la contundencia de las de última hora dejará su huella en los de nuevo cuño.

De par en par ha abierto el escultor las puertas de su taller para mostrar al visitante la otra cara o razón del oficio y descubrirle el fundamento, íntimo y último, de su propio curriculum. Una llana lección de morosidad, de paciente empeño en hacer concordar los trabajos con los días, y una sencillísima enseñanza en tomo a la adecuada y perpetuamente renovada angulación del lugar que nos sustenta, hasta convertir en ejercicio práctico el acento teórico de una aguda sentencia de Kierkegaard, grata entre mil a Chillida: «No se trata sino del lugar desde donde hay que ver.»

Lección y enseñanza que, mejor que nadie, debieran oír y asimilar muchos de los que alegremente afrontan la aventura escultórica sin haber probado la diaria experiencia en la bidimensión, ni las artes y oficios del dibujo y del grabado.

Estos dos bien holgados centenares de litografías, lito-collages, puntasecas, serigrafías, xilografías, aguafuertes.... más la suma incontable de los dibujos dados (¿desde cuándo?) por Chillida a la luz, constituyen, con todo su carácter de obra menor, el certificado elemental de la de más altos vuelos, como puede ejemplificarlo el punto final de la conversación que no hace mucho con él mantuve:

-¿Tiene, pues, importancia para el escultor el ejercicio en el plano y la práctica del dibujo en todas sus variantes?

-No es menor que la del abecedario para quien pretenda leer.

EL PAIS - 08/05/1977

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