El origen remoto del conjunto urbano-comercial bautizado con las siglas de AZCA ha de buscarse en el siglo XVIII y atribuirse (; quien lo diría!) a Carlos III, el bien llamado «mejor alcalde de Madrid». Y no trato con ello de traer al caso el principio determinista de que «lo que es causa de una causa es causa, también. de lo causado». Con solo suplir «causalidad» por «continuidad» queda disipada. como se vera, toda duda.
De la buena mano de los Ventura Rodríguez, Villanueva, Hermosilla, Sabatini... concibió y definió Carlos III la capital de España en atención a los mas simples elementos geométricos: el punto y la línea: un «punto de concentración» y una «línea de expansión», centrado el uno en la Plaza Mayor y ceñida la otra al ir y venir del paseo del Prado. Del «punto», en fin, se iba (y sigue yéndose) a la «línea» merced a la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo, que abocan, casi en paralelo, al paseo sobredicho. abierto de par en par a la mayor arteria de la ciudad.
Fue, en efecto, este paseo del Prado el origen de la expansión más amplia y generosa de Madrid en su continuidad por los de Recoletos y la castellana, verdadera espina dorsal de la Villa y Corte: su entrada. su salida y su mejor transcurso. Dicen que la circulación rodada ronda ya en Madrid el agobio. Sin la previsión de Carlos III hubiera, digo yo, llegado a la inviabilidad absoluta. No es mal testimonio del don pre visor del monarca ilustra el mero comprobar que la «línea» que une los tres paseos mencionados nace hoy de una estación (la de Atocha) y concluye en otra (la de Chamartín), reproduciendo toda su extensión, por si fuera poco, en el trazado subterráneo de los «enlaces ferroviarios».
Conforme avanza a lo largo de la «espina dorsal» aquí descrita, va el paseante descubriendo al fondo (o como telón de fondo) el alzado sucesivo, por no decir cabalgante, de torres y más torres que conforman el tinglado urbanistico-mercantil de AZCA. , Correlato o emulación de Manhattan?
Análogo parece, entre otros, el caso al de la ciudad de Frankfurt, cuya avenida medular viene a chocar con una tupida cortina de rascacielos. En atención al destino eminentemente financiero del nuevo enclave urbano algunos han dado en llamarle, no sin ironía, «Bankfurt», en tanto otros extienden la broma al nombre de «Mainhattan», habida cuenta de que la próspera ciudad germana se refleja en las aguas del «Main». Emparedando entre la letra inicial de Madrid y las finales del opulento centro neoyorquino las siglas del conjunto que nos ocupa, bien pudiéramos rebautizarle nosotros como MACATTAN.
Se nos anuncia el universo de MACATTAN (perdón, de AZCA) desde el paseo decimonónico de Recoletos, de Cibeles a Colon, en el que aun se conservan muchos inmuebles de su tiempo. No ocurre otro tanto, por desgracia, en su continuación de Colon a los Nuevos Ministerios, Castellana arriba. Los palacetes de antaño han dado triste paso, por mor del «pseudodesarrollismo» de los anos sesenta, a la conquista de la altura; una altura premonitoria de la que en AZCA (perdón, en MACATTAN) llegara al gigantismo. Razones de cambio político dieron en borrar el nombre originario de «Generalísimo» (en tiempos de Franco se construyo cuanto a diestra y siniestra se contempla) para identificarlo, desde los Nuevos Ministerios hasta la plaza de Castilla, con el del paseo antecedente.
En este tramo final de la Castellana tendría lugar, a su izquierda, el «alzado» (y nunca mejor dicho) de AZCA a favor de dos planes. El primero de ellos de 1929, debido a Jansen y Zuazo (de quien es el proyecto de los Nuevos Ministerios), fijaba el crecimiento de Madrid en dirección norte, apoyándose en la prolongación del paseo de la Castellana. El segundo, redactado por Pedro Bidagor y aprobado en 1948, se desglosa en tres puntos: zona de ensanche, zona de edificación en línea y zona comercial. En el desarrollo empírico de este último apartado había de consumarse la «irresistible ascensión» de AZCA.
De acuerdo con el Plan Bidagor, la supermanzana central del ensanche norte quedo destinada al que había de ser «el mas sobresaliente» centro comercial de la Villa y Corte a tenor de este proceso. En 1954 la Comisaria General de Ordenación Urbana de Madrid convoca un concurso para la ordenación del paraje: concurso que fue ganado por Antonio Perpiñá. En 1957 se elabora el correspondiente Plan Parcial, aprobado siete anos mas tarde e iniciada su ejecución a finales de los sesenta (tiempos aquellos del pseudodesarrollo!). Sobre (y bajo) la supermanzana de 204 Ha. de superficie el esquema de AZCA se funda en la «separación de circulaciones»: tres anillos soterrados, destinados a transito rodado y aparcamiento, y otros dos anillos al servicio de los viandantes. Y sobre ellos, la «escala de Jacob» cede todo su andamiaje a la de Julio Verne, trocándose la advocación de AZCA, como digo, en la de MAZCATTAN.
Lo más positivo del conjunto asígnese a la buena traza de algunos de los edificios (entre los que el del Banco de Bilbao, debido al arquitecto Sáenz de Oiza, se lleva, sin duda alguna, la palma). En la cuenta negativa debe cargarse la confusión creada entre la zona destinada a viviendas (y agravada de «frívola nocturnidad») en la calle de Orense. la de edificios comerciales situados entre las tres vías perimetrales y el desangelado espacio central inicialmente previsto para el alzado del nuevo Teatro de la Opera y confinado finalmente a algo así como una inmensa plaza sin vida.
Una plaza es el equilibrado espacio que resulta de la ordenación y confrontación, dos a dos. de las cuatro fachadas tradicionales. Cuando esto no se cumple el resultado no es otro que la apertura de un solar más o menos adornado. Ejemplo (mal ejemplo) de cuanto digo es la presunta plaza de Colon, súbitamente aparecida por la absurda demolición de la Casa de la Moneda, cuyo solar (con mazacotes de hormigón al fondo) sine de desolado paseo al ciudadano. Mas grave parece en el caso de este otro inmenso solar destinado en su día a la construcción del Palacio de la Opera y convertido ahora en espacio (que no en plaza) huérfano de toda ordenación y atractivo en el maremágnum de rascacielos y mas rascacielos.
El razonado y razonable inicio, allá en el siglo XVIII. de la arteria mayor de Madrid se ha tornado, en el nuestro, magnificación babelico-babilonica...Si Carlos III levantara la cabeza!
VARÓN - 01/06/1986
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