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Vagos de solemnidad

A unos se las dan y otros se las toman. Nadie quiera en el primer supuesto sobreentender bofetadas, y libertades en el segundo, aunque a algunos, ciertamente, se las den todas en el mismo carrillo y haya asimismo quien se lleva el pie si le ofreces la mano. El toma y daca de que aquí viene a hablarse, propio y muy propio de la estación en curso, es el de las vacaciones. A unos, en efecto, se las dan anticipadas y otros se las toman en tiempo y plazo que la ordenanza laboral prescribe. Llegada la canícula, por doquier irrumpe en este y aquel sentido d movimiento migratorio, trátese de ministro súbitamente depuesto por gracia o desgracia de la crisis, o ciudadano de a pie en busca de descanso (que la tradición da en llamar «merecido» y suele a veces la imprudencia convertir en «eterno»).

¿Vacación? ¿Vacaciones? Hay entre celtíberos, y más si fiesta y holganza andan por medio, una invencible tendencia a pluralizar lo que singular parece por naturaleza o por concepto. No, no se habla del Mundial cuando de campeonato futbolístico va el comentario o viene la noticia; se habla de «los Mundiales». La Olimpíada pasa igualmente a transformarse en «las Olimpiadas», diciéndose «los carnavales» en lugar del carnaval, y en vez de San Fermín, «los sanfermines». Adviértase cómo el acontecer laboral (medie o no el pluriempleo) tiende a minimizarse y pronunciarse en singular, en tanto se magnifica y pluraliza el tiempo del ocio. Pese a ser harto larga su cuenta en el calendario, el trabajo, en el habla común, es «el trabajo» a secas, cobrando la vacación rango plural de «vacaciones», por menguado que se nos antoje su cómputo.

De «vacatio» procede «vacación», enraizadas ambas voces en el verbo latino «vacarse», que en castellano significa «vagar», esto es, ir de un lado a otro sin especial determinación o detención fija en ninguno de ellos. Por extensión, vagar equivale a andar a merced enteramente del ocio, sin oficio presumible ni probado beneficio. ¿Vacación es vagancia, mereciendo titulo de vago el que a ella se entrega? Sin duda alguna. Quien premeditadamente se va de vacación es vago redomado mientras dure, al menos, la holganza otorgada por norma laboral o anticipada por reajuste de Gobierno u obediente a dura ley del finiquito. No es ocioso (aunque de ocio vaya el cuento) insistir en que el apeado por crisis ministerial sigue cobrando anual soldada (vitalicia en tiempos del caudillaje), resignándose a incrementar el censo de los parados el que en la calle se ve sin otra expectativa que la reconversión de sí mismo.

A la misma raíz de vacación se deben, junto a vago y vagancia, vaguedad y vagabundo. Se dice que una idea es vaga cuando carece de punto exacto de referencia o destino presumible, cual acontece con el vagabundo que de acá para allá anda sin paradero conocido. Y es curioso al respecto advertir cómo la afinidad fonética vino a trocar al vagabundo en «vagabundo», que en lengua inglesa se traduce literalmente por «globe trotter» y bajo cuya advocación a bien tuvieron unos negritos formar un deslumbrante equipo de baloncesto. De vacación vienen, en fin, «vacuo» y «vacante». Asignar al prójimo lo uno puede entrañar, según los casos, definición o insulto.

VAACACION? No; vacaciones. Bien hace el pueblo llano en magnificar y pluralizar el alcance del festejo, relegando a escueta mención singular lo atañente al trabajo. Tan ligado va el trabajo (¡y que no falte!) al correr de los días del hombre que el salario percibido por su diaria labor recibe el sintomático nombre de «jornal»: lo que en dinero cumple a su «jornada». Día y trabajo (quede para Hesiodo aquello de «los trabajos y los alas») coinciden en la ramplona singularidad del pan (y poco más) que de sol a sol le brinda al hombre el sudor de su frente. «¡Vacaciones!», grítelo muy alto y en plural. Tome usted las vacaciones; váyase de vacaciones; cierre la tienda por vacaciones... y permita de buen grado que por unos días le llamen «vago de solemnidad».

DIARIO 16 - 31/07/1985

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