Ir a SantiagoAmon.net
GUSTO Y PREFERENCIA

PREFIERO un puesto de alcalde del PSOE a volver a ser diputado de UCD», ha declarado Rodolfo Martín Villa a la Prensa escrita para luego, y sin llegar al desmentido, formular ciertas puntualizaciones en la pequeña pantalla. Oiga, lector amigo, y no deje de oír en alas del asombro: «Prefiero un puesto de alcalde del PSOE a volver a ser diputado de UCD.» ¡Toma!, y yo, el vecino del cuarto, y el tenaz ejecutivo, y el celador nocturno, y el fabricante de muñecas... Siempre es mejor ser alcalde de lo meramente posible que llegar a diputado de lo estrictamente imposible o en

trance de inviable retroacción. «Preferible parece -dejó sentenciado Schopenhauer- vivir de cualquier manera a no vivir en absoluto.» ¡Y todavía tildan de pesimista al pensador germano!

Entre la preferencia y el gusto anda el juego; juego grato al celtíbero, entre mil. Ser socio de preferencia, tener carnet de preferencia, ocupar asiento de preferencia... entrañan probada ambición, o sueño cumplido, para todo españolito que al mundo vine. ¡Hay que ver la cara de opulencia que se le pone al automovilista cuando en caso de «conflicto circulatorio» ilega a la conclusión (para humillación del otro litigante callejero) de tener preferencia de paso! «Preferencia» viene a nuestro idioma del verbo compuesto latino «peor-farra», que significa «llevar o poner delante», y por extensión. «excedes», «aventajar», «ufanaras». ¿Guarda alguna relación con el gusto? Aquella que expresa el muy invocado modo potencial: «Cuando sea mayor me gustaría... »

Nos llegó esta voz de la latina «gustus», en el doble sentido de «gusto» y «sabor» y con otros muy variados alcances, aparte del que la certifica, en la enumeración convencional, como «cuarto sentido». Relacionado lo uno con lo otro, viene el «gusto» a ser el «sabor» que las cotas tienen en sí mismas o que la mezcla de ellas produce por gracia del arte. Y en punto tal surge una vieja e infundada pretensión. «Sobre gustos-reza el dicho popular- nada hay escrito», y si en otros aforismos de parecida estirpe suele enunciarse una «gran verdad» (esto es, una generalidad cuando no una vulgaridad), late en éste una rotunda mentira. Todo, absolutamente todo, se ha escrito sobre gustos (en la recta acepción de «escriban» y en la más amplia de «legislar»).

Es el problema estético uno de los que mayor atención y agudeza hayan sustraído al pensamiento humano: la estructura objetiva de las artes, su estimación axiológica, su alcance teleológico.... y también la faz subjetiva de la cuestión (el dato de la sensibilidad, el origen de la creación, la facultad receptiva..., así como el aspecto histórico (el carácter testimonial, la congruencia con el correr del tiempo, la respuesta al sentir humano...) han sido y son razón y argumento de una disciplina (la «estética») claramente delimitada en el concierto cultural e instituida con plena autonomía en el ámbito filosófico. Ni ocioso ni osado es afamar que (de Platón para acá) todos los pensadores han echado su cuarto a espadas en asuntos del arte y el gusto.

¿Gusto? ¿Preferencia? Yo creo que es aquello, aunque él invoque esto, lo que a nuestro hombre ha llevado a tan sorprendente declaración. A Rodolfo Martín Villa le gustaría, (cuando sea mayor) llamarse Enrique, apellidarse Tierno, de primero, y de segundo, Galván. Entre precisión y precisión no pudo ocultarlo en las declaraciones que hizo, según dije, a los televidentes. Llamó de todo a los socialistas («ricas nuevos», entre otras lindezas) y hasta les negó el apelativo derivado de sus siglas, admitiendo, eso sí, de buen grado el lugar que por pisa ley democrática les cumple en el gobierna de la nación. ¿Nadie, a juicio de Martín Villa, se salva de la quema? Solamente el «viejo profesor», el mismo que (curiosamente) resulta ser alcalde de Madrid.

DIARIO 16 - 28/10/1985

Ir a SantiagoAmon.net

Volver