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Las cinco revoluciones

QUIERE usted hacerse revolucionario en veinticuatro horas? Si Quevedo reveló la fórmula mágica a quien quisiera hacerse Góngora en un día, José María Benegas («Txiki», para los compañeros) acaba de regalar al ciudadano aquellas cinco vías por cuya sola gracia vendrá de la mañana a la noche a encarnar la revolución: conducirse como un occidental «normalito»; dar lo suyo a la autonomía, y al poder central lo que le cumpla; no perder cl tren tecnológico; probar un cauce que lleve (todo se andará) a un trato más ecuánime... y compartir con el Gobierno la alegría de haber puesto fin al aislamiento secular de España respecto de Europa. Al son de esta «jerigonza» (consigna quevedesca para la pronta asimilación gongorina), la revolución quedará al alcance de cualquiera.

Tales resultan, en síntesis, las «cinco revoluciones» aireadas por el sobredicho Renegar en su discurso conmemorativo de los tres años de Gobierno socialista. ¿Cinco grandes revoluciones? En verdad que a uno no le sale la cuenta. Veamos: la francesa de 1789, que concluyó en 1795 con el establecimiento del Directorio, y la que en suelo eslavo se produjo, allá por 1917, a favor del marxismo, trocado luego en leninismo, estalinismo... y el largo etcétera que usted sabe, con la figura, al fondo, de un Gromyko cada vez más joven. Estas y no otras (la burguesa y la proletaria) son las «dos grandes revoluciones» que vienen en los libros (a las que en otro sentido, y por no dejar cabo suelto, cabe sumar la «revolución industrial». ¿Dónde están las otras dos?

Ni las dos que faltan, ni las tres que sobran. El compañero «Txiki» hace tibia rasa de la historia, abriendo campo propio para inscribir en tres años de soda- reno indulgente cinco grandes revoluciones de nuevo cuño y personal acento: «las libertades democráticas se han consolidado; el Estado centralista ha dado paso al de las autonomías; no se ha perdido el tren de la ,evolución tecnológica; España lleva camino de ser un país más justo e igualitario y se ha puesto fin al aislamiento secular de este país respecto de Europa». Así, textualmente, fue el intrépido Renegar deshojando la rosa simbólica de las «cinco grandes revoluciones» felizmente perpetradas. No, no está mal un balance que arroja casi dos revoluciones por año y sin dejar «pendiente» una sola.

Ignoro lo que «Txiki» entiende por revolución. Seguro estoy, eso si, de que con semejante programa los países más capitalistas se verían libres de amenaza por los siglos de los siglos. Libertades formales, aproximación medrosa al federalismo «made in USA», afable e igualitario «ceda el paso», y «señores viajeros al tren de la tecnología»... entrañan meta anhelada por las

mentes más antirrevolucionarias que usted pueda echarse a los ojos. Y queda lo del «aislamiento secular» con la mala sombra aquella del «bloqueo», la «conjura» y los enemigos igualmente «seculares». ¿Pretende Benegas renovar un lenguaje que parecía definitivamente erradicado? ¿Incluye en su gesta trienal el ocaso de la «Invencible»? ¿Trata de reivindicar el Rosellón y la Cerdeña?

La voz «revolución» procede del verbo latino «revolvere» para indicar la acción y el efecto de «revolver» y «revolverse». En sentido transitivo equivale a menear una cosa de un lado a otro, meterla alrededor o de arriba abajo. Con alcance reflejo se entiende por tal, en tauromaquia, la acción de retornar rápidamente el toro sobre el objeto al que acaba de acometer. Algo de lo uno y lo otro hubo tal vez en las metafóricas alusiones del portavoz socialista a las complacidas, sin duda, huestes de Fraga. ¿Otros significados más ceñidos a las «cinco revoluciones del trienio»? «Vacilar en varias cosas "reza el diccionario" y dar vuelta entera hasta volver al punto de partida». Y eso es justamente lo que el bueno de «Txiki» hizo en su discurso, y por cinco veas.

DIARIO 16 - 04/11/1985

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