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O toros o Europa

DESDE su más tierna infancia mostró Richard Cottrell manifiesta aversión a la fiesta taurina. El pasado verano se vino a España con todo un equipo de la BBC para presenciar y grabar seis corridas de toros (seis), afianzando su horror, tras lo visto y grabado, por un espectáculo que él tilda de «inútil tortura». Nada habría que objetar (es muy libre) y menos que temer (somos muy nuestros) si este caballero británico, miembro: del Partido Conservador, no ostentara cargo de diputado en el Parlamento Europeo, ni diera en condicionar a la abolición de nuestra fiesta nuestro ingreso y permanencia en el Mercado Común. ¿Ni caso? Otros parlamentarios europeos están muy dispuestos, según él, a hacérselo, confiado el asunto a los extremos de un falso dilema.

Así se lo di a entender en reciente debate radiofónico: ¿O toros o Comunidad Europea? Eso no es un dilema, insigne diputado. Disipe cualquier duda en la atenta lectura de Shakespeare, su poco inquisitorial paisano. «Ser, o no ser», clamó Hamlet, dando a entender que lo uno excluía, sin más, lo otro. La voz «dilema» procede de la que en lengua griega conforman el prefijo «dis» (dos) y el sustantivo «lemma» (premisa) para expresar el artificio lógico fondado en dos proposiciones disyuntivamente contrarias, de suerte que negada o concedida cualquiera de las dos, queda demostrado lo que se intenta probar. ¿Dónde está, mister Cottrell, la disyunción contradictoria de su argumento? Ni dilema, ni gaitas. Pura falacia o tontería y gana de imponer su capacho por decreto.

No se pueden crear fiestas por decreto, ni por decreto pueden borrarse las fechas coloreadas del calendario. El ciudadano Robespierre se dio a la temeridad de sustituir los santos patrones por deidades abstractas (la razón, la fecundidad, el progreso...) y así le fueron las cosas. No, no vale inventar lo que ya existe, ni imponer tampoco lo inexistente hasta que el, tiempo lo incorpore y bautice...

Muchos soles y lunas exige la «conmemoración» para, que llegue a serlo de sí misma. Cambiar los días feriales del santoral por el capricho de otras advocaciones es empresa tan insana como modificar, por mor de la política, los nombres de las calles; que «lo que no fue no sena», advierte el «Eclesiastés», y «lo que no es tradición -confirma nuestro D'Ors- es plagio».

Dado y muy dado a formular falsos dilemas («o Franco o comunismo»,- se aireó un buen día, y la errónea consecuencia duró cuarenta años), nuestro país se ha visto superado por el debido al taurófobo sajón. Y con él volverán otros Roberpierres, erre que erre contra los toros y dale que dale con suplantarlos por el signo de la filantropía, el paternalismo, el humanitarismo.., o el amor al geranio y al jilguero; conceptos todos ellos muy dignos de estima pero no constitutivos (al igual que los propuestos e impuestos por el célebre guillotinado) de lo que en su más llano y hondo sentir llamamos «festividad». Y si la-de los toros resulta indicio de la manera de ser de un pueblo, indaguen ,s, irascibles detractores en la condición de éste y dejen aquélla en paz.

¿Cabe entender al revés el falso dilema de Cottrell? Asegura su señoría británica que el paso dado por el Gobierno español hacia la Europa comunitaria «ha saco un grave error, precisamente ahora que la Comunidad atraviesa una profunda crisis». Dada la vuelta al argumento, el sagaz diputado viene literalmente a predicar con voz plañidera: «Nadie sabe en España lo que le espera cuando el ingreso sea un hecho real.» Su amor por nuestra Patria le induce, así las cosas, a buscar en la fiesta de los toros el gran impedimento a nuestro ingreso en el Mercado Común. ¿O toros o Europa? Haremos muy bien -se desprende de su plática- en quedarnos con éstos y renunciar a aquélla si a salvo queremos vemos de la catástrofe. Todo un humorista este mister Cottrell.

DIARIO 16 - 11/11/1985

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