Nunca he regateado afecto a los decires de Carrillo. Tal es su expresividad que, incluso impresas, no parecen sus sentencias, sino directamente pronunciadas con un guiño de complicidad, colmillo retorcido en oro-y calada de pitillo perpetuamente adicto a la comisura del labio (izquierdo). Dos Santiagos (y lo afirma quien asi fue bautizado) recabaron, de un tiempo a esta parte, tratamiento: don Santiago Bernabéu, ya fallecido, y don Santiago Carrillo, en perpetua representación de sí mismo, aunque se empede ahora en negarlo para asombro de unos, confusión de otras y regocijo de no pocos. Carrillista, lo que se dice callista, nadie como nuestro impar don Santiago, en contra de lo que él mismo acaba de declarar: «Soy comunista de toda la vida, y no carrillista.»
Mire, don Santiago, que sus pañales primeros y su primera papilla hubieron de lucir, así las cosas, la marca del PCE. Aceptar literalmente su declaración es tanto como verle a usted, camino de la escuela, con «El capital» bajo el brazo o entender sus juegos infantiles a modo de asambleas revolucionarias. ¿Comunista de toda la vida? ¿No recuerda, don Santi, que hasta el mes de junio de 1936 pertenecía usted al Partido Socialista, yendo a parar al comunista merced a la unificación de las juventudes de ambas formaciones políticas? Si su vida tomó origen un mes antes de que estallara la guerra civil, estamos de acuerdo. En caso contrario, hemos de maca interpretar al revés los términos de su afirmación: «Soy carrillista de toda la vida, y no comunista».
Se dice «ismo» (cismas», en griego) aquel sufijo tónico que denota doctrina, secta o sistema, cumpliendo el sufijo adjetiva: reta» al que comulga con aquélla, se adhiere a ésta o participa de este otro. La voz «comunismo» puede abarcar, a un mismo tiempo, las tres acepciones, de acuerdo con la particular actitud del comulgante, del creyente y del teorizarte (o del simple estudioso). «¿Carrillismo?» La manifestación del pensamiento de Carrillo a título de doctrina, secta o sistema. «¿Carrillista?» El que acomoda su acción política, en cualquiera de los sentidos apuntados, al corte (o a la confección) de nuestro don Santiago, :definidor general (por la extensión doctrina] de su propio apellido) de las disciplinas que a bien tienen acatar sus prosélitos.
De razón parece que el impulsor de un «ismo» (y mucho más si de su cédula de identidad nació el impulso) sea un «ista» consumado, sin reserva o restricción, latiendo la sospecha en el supuesto contrario. Si Carrillo abjura del «carrillismo», ¿qué dirán sus sauces? «Soy comunista de toda la vida -vuelve a la carga nuestro hombre-, y no carrillista.» ¿A qué espera? ¿Cómo no acude presuroso a engrosar las filas, ora de Gerardo, ora de Gallego? ¿Implica la afirmación de lo uno la negación de lo otro? Llevada a su alcance más genérico, la consecuencia sería así de clara y así de grave: no se puede ser comunista (al menos «de toda la vida») siendo carrillista. ¡Y quien lo dice resulta ser el definidor general -insisto-- y protoestandarte personal del «ismo» de marras!
Demasiado lejos ha llevado Carrillo su propio debate interior. Cuando de alguien se asegura que es «más papista que el Papa» quiere insuarse que su celo excede al de su legítimo jefe de filas, pero sin traer al caso ningún otro término de comparación. La proclama de un presunto comunismo poco menos que intrauterino le ha inducido a don Santiago (¡él sabrá por qué!) a proponer como extremo contradictorio la militancia misma en la facción de la que él es titular. ¿Cómo han reaccionado los comunistas de i pro, los «de toda la vida»? A las pocas' horas de la insólita proclama «carrillista» contra el «carrillismo», Pere Ardiaca, que peina más canas y lleva bastantes más años de lucha que mi tocayo, declaraba a la Prensa: «La actitud de Carrillo supera todo cinismo.»
DIARIO 16 - 25/11/1985
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