No hemos abandonado el PCE. Se nos ha expulsado. Representamos una tradición y una fuerza comunista real.»
Tal, y con tal acento, acaba Santiago Carrillo de declarar a los medios de comunicación, dejando al descubierto más de una clave o punto de aproximación a la grave crisis del partido, que a título de secretario general, y hasta fecha no lejana, tuvo en sus manos. ¿Un trasfondo monárquico con el
refrendo de la tradición expresamente invocada? Escamante se le antoja a uno ese «plural mayestático» en que envuelta queda la declaración carrillesca, propia y exclusiva, hasta ahora, de «papas, emperadores y prelados» (que dijo Jorge Manrique) o de aquellos altaneros feudales que, al tiempo que le proclamaban, advertían al rey: «Nos que somos tanto como vos. »
«No hemos abandonado...» «Se nos ha expulsado...» «Representamos una tradición y una fuerza real.» Por tres veces recurre Carrillo a la forma mayestática de la primera persona del plural, aun sobreentendiendo el sujeto, «nos», que la triple frase declarativa incluye en su lectura sintáctica, a la par que adorna de cortesana liturgia el sentido de lo declarado. ¡Representamos la tradición!
Sin apearse para nada del autotratamiento mayestático, dice Carrillo representar una «tradición y una fuerza comunista real». Nada hay más fuerte, en efecto, que una tradición acrisolada, consolidada y acrecida en el propio discurso y reconocimiento de la historia. Advierta de paso el lector cómo «los históricos» de cualquier formación, facción o grupo, y por mal que les vayan (que así suele ser) las cosas, tratan de afincar supuestos privilegios (con plural mayestático o sin él) en el mero hecho de la precedencia en nómina o «antigüedad de carnet», cual si fuera mérito suficiente el haber nacido con alguna antelación al resto del vecindario. A nada, sin embargo, conduce el que alguien dé en invocar el ayer si falto se ve del reconocimiento o consentimiento de los otros.
¿En qué basa nuestro hombre la presunción de ajeno reconocimiento? En la tradición y fuerza de un «comunismo real» por él representado. Sea así si así vos !o queréis, micer Carrillo; que el adjetivo salido de vuestros labios y unido a la denominación del partido de vuestras ambiciones encubre sospechosas resonancias: el comunismo «real». ¿De realidad o 4: realeza? Andando tan en entredicho como anda aquello, no le queda a uno otro remedio que aceptar esto para descubrir el verdadero alcance de vuestra solemne proclama. Con sólo anteponer el adjetivo al sustantivo, la conclusión salta a la vista. Si otros inventaron el «nacional-socialismo», vos acabáis de alumbrar el «real-comunismo» con toda la tradición monárquica y mayestático empeño que vuestras palabras incluyen.
Por etimología y origen, lo «real» se acomoda a cualquiera de las dos acepciones apuntadas. Remitida a la voz latina «res» (la «cosa»), es «real» aquello que dice relación con la «realidad». Enraizado en el sustantivo «rex» (el «rey»), el mismo adjetivo atiende a lo que a la «realeza» atañe. Y es la referencia inequívoca a la fuerza de la tradición, junto con el acento cortesano de la proclama, la que me induce a inclinarme por la segunda de las versiones. ¿Un último dato? La frase dirigida por Carrillo a Pasionaria, con ocasión del reciente y unánime homenaje onomástico: «Dolores parece una reina-» Relacione tan singular piropo con lo que aquí se comenta, y dígame usted si Carrillo no acaba de inventar, en pleno fervor monárquico, el «real-comunismo».
DIARIO 16 - 16/12/1985
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