La antigua glorieta de Atocha, plaza hoy del Emperador Carlos V, describe y deja ver a la redonda todo un repertorio arquitectónico del XVIII. del XIX y de nuestro siglo. Enclavada en la conjunción de los distritos de Centro, Arganzuela y Retiro, conformase a modo de corazón histórico-urbano al que van y del que vienen diez arterias: el paseo del Prado, las calles de Atocha y de Santa Isabel, la ronda de Atocha, los paseos de Santa María de la Cabeza y de Delicias, la calle de Méndez Álvaro, la avenida de la Ciudad de Barcelona, el paseo de la Infanta Isabel y la calle de Claudio Moyano. A sus lomos cabalga la detonante joroba de un paso elevado que el pueblo vano llama el “scalextric”.
¿Valor histórico, artístico, fisonómico y ambiental del conjunto? De primer orden. La arquitectura del XVIII halla colmado ejemplo en parcelas e inmuebles tales cono el viejo hospital de Atocha, trazado por Sabatini; el Jardín Botánico, que es adyacente a dicha plaza; el Observatorio Astronómico, que la corona, y el Museo del Prado, que la prosigue hasta la de Cánovas del Castillo (obras, las tres, de Juan de Villanueva). Sabiamente ordenado por José de Hermosilla e intermitentemente presidido por las fuentes y estatuas que ideó Ventura Rodríguez (y a cabo llevaron Michel, Gutiérrez, Bergaz, Alvarez, Mena..), el propio paseo del Prado incluye, en su hacerse y andarse de Cibeles a Atocha, toda una lección de expansión urbana para auge de su mismo ser y aparecer.
El siglo XIX encuentra su inicial y mejor exponente en el Museo Antropológico, obra no poco singular del marqués de Cubas, y muestra final, y no inferior, en las trazas del Ministerio de Agricultura, en las que se patentizan imaginación e ingenio de Ricardo Velázquez Bosco. Un última y colosal ejemplo arquitectónico de finales del pasado siglo nos viene dado por la estación de Mediodía, en la que la apariencia cosmopolita y la profecía futurista corren feliz pareja de la mano de Alberto del Palacio. El resto del tejido urbano (del que allá, al fondo, no son mal indicio el Panteón y Torre de Atocha, inacabado proyecto de Arbós y Tremariti) reproduce la escale (salvo excepción) y mantiene el parentesco de la arquitectura decimonónica con la de nuestro siglo.
¿Scalextric, si? ¿Scalextric, no? Tal y no otra es la cuestión. El conjunto aquí sugerido se niega, por su propia condición histórico-artístico-fisonómico-ambiental, a soportar la joroba del paso elevado, y no creo que están las cosas como para pensar en colgantes jardines babilónicos. Aquel mejor alcalde de Madrid, el rey Carlos III, definió nuestra dudad en un -punto- de concentración (la plaza Mayor) y una línea de expansión (el paseo del Prado). Y fue en su continuidad (Recoletos y Castellana arriba) donde dio la ciudad con su mejor ensanche a largo del siglo XIX y del nuestro, que también son historia Tránsito y decoro urbano entrañan los dos términos de un problema contradictorio a la busca de una solución única.
ABC - 02/11/1983
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