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UNA HISTORIA QUE COMIENZA CON CARLOS V

Los Reyes de Suecia estrenan o inauguran la nueva residencia para jefes de Estado extranjeros en visita oficial a tierra española: el palacio de El Pardo. A contar de hoy mismo, tal va a ser en parte (la que corresponde, fundamentalmente, al ala norte de la edificación de siglo XVIII) el remozado destino del Inmueble histórico situado al noroeste de Madrid; a 15 kilómetros, por más señas, de la Puerta del Sol. El resto del palacio seguirá cumpliendo la primordial función museística a que últimamente, y para bien de todos, se vio confinado.

Por gentileza de la gerencia del Patrimonio Nacional he tenido ocasión de reconocer palmo a palme las obras de remodelación parcial exigidas por el nuevo empleó del palacio, y otras de restauración y decoro que afectan a la práctica totalidad del edificio. No tengo inconveniente en dar éstas y aquéllas por muy positivas, aun desafiando el ceño de los eternos «puristas», reacios, seguro estoy, a aceptar algunas de dichas actuaciones (la instalación, por ejemplo, de la gran cúpula acristalada sobre el patio de los Borbones, convertido ahora en salón de recepciones con capacidad para más de trescientas personas).

La verdad es que el, palacio andaba necesitado de una restauración a fondo, tanto en su interior como en su cara. Demandaba, asimismo, la oportuna rehabilitación de muchas de sus estancias desprovistas de uso, o víctimas del abandono, desde hacía más de un siglo. En mayor o menor medida las obras han afectado a todas' las plantas y a todos los aposentos del palacio, desde el foso, perimentral hasta sus cuatro torres, con un total de 25.000 metros cuadrados. Y el mejor trabajo consiste, a juicio mío, en haber destinado a residencia de jefes de Estado el conjunto, justamente, de esas estancias desusadas o abandonadas por tiempo secular. Su rehabilitación supone, a fin de cuentas, algo así como su vuelta a la vida.

Para que el lector se haga una idea de cuál es la parte objeto de rehabilitación y cuál la simplemente restaurada, no está mal ilustrarle acerca de la génesis, disposición y titulo del palacio. De El Pardo se llama, según opinión difundida, por la extensa mancha de encinar plasmada en el monte que le sirve de límite y lleva el mismo nombre. Cuatro siglos han transcurrido desde la colocación, digamos, de su primera piedra hasta su último y reciente enfoscado, y ocho Reyes (Austrias y Borbones a partes iguales) cuentan en la historia del recinto palaciego desde su trazado inicial y a través de la sucesiva peripecia que a nuestros días alcanza.

Referencias anteriores, puramente documentales, las hay desde, el siglo XIV, cifradas en la real persona de Alfonso XI, e igualmente se sabe que, un siglo después, ordenó Enrique -111 construir en El Pardo una Casa Real luego ampliada por Enrique IV. Con posterioridad a su alzado definitivo vale en sentido inverso añadir que en él se alojó la Reina María Cristina hasta sus esponsales con Alfonso XII, quien cinco años después había de morir en dicho "palacio (en la cámara, concretamente, conocida hoy como oratorio),' y' morada fue también de la Reina Victoria Eugenia en los días que precedieron a su boda con Alfonso XIII. Tras la guerra civil pasó El Pardo a ser residencia oficial de Francisco Franco. Con su muerte se abrió al público en calidad, según dije, de museo.

Reconstruido por Felipe III

La historia, propiamente dicha, de El Pardo comienza con el Emperador Carlos V, quien, luego de demoler el edificio preexistente, dispuso el alzado de un palacio de dos plantas. Corrieron las obras a cargo del maestro Luis de Vega y fueron concluidas a manos de su sobrino Gaspar. Del ornato palaciego se cuidó, hacia 1568, Felipe II, por cuya feliz iniciativa venía El Pardo, convertirse en una de las mejores pinacotecas, de Europa. Pasto de las llamas en 1604, el palacio fue reconstruido por Felipe III, según proyecto de Francisco de Mora, a quien sucedió tras su muerte, su sobrino Juan Gómez de Mora, quedando ordenado el conjunto de dos pisos en torno a un patio central y cuadrangular. En tiempos de Felipe IV fue El Pardo escenario habitual de fiestas y cacerías.

Con el advenimiento de la dinastía borbónica irá el palacio adquiriendo su actual fisonomía. En 1716 construye Felipe V, a través del maestro Carlier, la capilla de Corte en el ángulo suroeste del palacio, unido luego a ella (en tiempos de Carlos 111) por un airoso puente. Y es a Carlos III a quien debe El Pardo la ampliación y configuración definitivas. Francesco Sabatini, su buen arquitecto, lleva a cabo, hacia 1775, un ambicioso proyecto consistente en duplicar el edificio mediante la repetición del patio cuadrangular antes citado y la interposición de un cuerpo central sobresaliente en planta y en alzado que en su interior no es sino un tercer patio de luces.

Las trazas de El Pardo son, a contar de aquel entonces, las mismas que hoy le adornan y definen un gran rectángulo de 120 por metros, con dos patios del todo equivalentes (del XVII el uno y el otro del XVIII), unidos por el sobredicho cuerpo central o tercer patio de luces. En sus cuatro esquinas el conjunto se ve coronado por otras tantas torres y rodeado por un foso Perimetral. Carlos IV limitará su intervención a obras de decoración mobiliario (en la estancia, especia mente del teatro que hoy lleva su nombre), y Fernando VII ceñirá la suya al alzado de la torre de la iglesia y a la ordenación del jardín romántico que antecede a la fachada principal.



Rehabilitación de zonas perdidas

Conocida, junto con su historia, la trama arquitectónica del palacio, fácil le será al lector conocer dónde y cómo se han ejecutado las obras de rehabilitación con destino a residencia oficial de jefes de Estado, que hoy estrenan, en su condición de tales, los Reyes de Suecia. La parte fundamental de la rehabilitación corresponde, como ya quedó apuntado, al cuerpo del siglo XVIII. Se han dispuesto las nuevas habitaciones y dependencias en el ángulo definido por el ala que mira al Norte y la orientada al Noreste sobre el patio, ambas, que trazó Sabatini y en atención a sus regios destinatarios se llamó de los Borbones. (Sí, ese mismo patio, cubierto hoy por la cúpula acristalada que tanto parece molestar a los más recalcitrantes de los «puristas».)

¿Cómo se han realizado las obras? Con respeto a la memoria histórica y eficacia de cara a lo,, nuevos usos. Las habitaciones nuevas tienen la virtud de recupera una amplia zona palaciega hasta hoy desaprovechada y práctica mente perdida. El hecho de hallarse orientada al Norte (al «cierzo helado—), sin duda que en otro tiempo disuadió de sus servicios a la Rea Familia; duda hoy disipada por la; modernas técnicas climatizadoras Bien provistas de ellas se ven la dependencias rehabilitadas, junto con un centro de transformación, ur grupo autógeno de emergencia ) las nuevas cocinas e instalaciones, electrodomésticos..., cuyo aparato entero se alberga en los sótano; del palacio.

Entre ellos y la planta de buhardillas (acomodada ésta para el sé quito de servicio), la rehabilitación se extiende a la planta baja (cor salas de llegada, zona administrativa y central de comunicaciones) y a la planta principal, que comprende las estancias más representativas las habitaciones privadas de los jefes de Estado y del séquito de mayor rango. No son pocos los saIones y galerías preexistentes (e Teatro de Carlos III, despachos principales, comedores y Salón de Consejos...), que han quedado incorporados al remozado empleo del palacio de El Pardo, sin necesidad alguna de cambio y sin que tampoco pierdan su función primordialmente museística al alcance del público.

Si desde el punto de vista estrictamente material las obras incluyen un serio trabajo de refuerzo y realce de muros, bóvedas y forjados, desde una consideración propiamente histórica la restauración supone en más de un caso la restitución puntual de algunas salas a su originaria condición. El mejor ejemplo nos lo brinda, dentro de la edificación del XVII, la antigua Galería de la Reina, que en el siglo XVIII quedó dividida en tres estancias. Se han derribado ahora los tabiques y el espacio ha cobrado su unidad, permitiéndosenos contemplar, de forma no menos unitaria, las pinturas bíblicas que en el techo dejaron Patricio y Eugenio Caxés. ¿Un último pormenor? Desear a los Reyes de Suecia, sus ilustres moradores, una feliz estancia en nuestro histórico palacio de El Pardo.

ABC - 22/03/1983

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