No, no es el titulo de una comedia costumbrista o de una revista de «aquellas del Martín», sin que tampoco quiera con él aludirse a moza mesetaria de alrededor o aledaño. —Una Castellana en la periferia» es sólo el nombre que el Plan General, ideado por nuestro Ayuntamiento para nuestra ciudad, confiere a su capitulo decimoquinto, en el que se trata de la —malla viaria destinada a estructurar el Noroeste y cerrar el tercer cinturón—. Entienda, pues, el lector lo de «Castellana» a modo de ejemplo transplantado del paseo que en Madrid se bautizó con tal nombre al enclave que en dicho plan se define y destina a la periferia urbana».
Bien parece, en principio, que la ordenación nueva tome ejemplo y razón de la antigua para que una y otra resulten, en vez de contradicción, espejo. Días atrás dejé apuntado cómo Carlos 111 definió la ciudad en un «punto- de concentración (la Plaza Mayor) y una ,línea,» de expansión (el paseo del Prado) que en su paulatino prolongarse dio a Madrid acceso y tránsito a lo largo del XIX y de nuestro siglo. Vale incluso sugerir que el paseo del Prado fue algo así como la «M-30» del XVIII para tornarse en nuestros días (Recoletos y Castellana adelante) centro, administrativo y financiero, de «terciarización absoluta».
¿Una Castellana en la periferia? Siempre y cuando no concluya como a concluir ha venido el paseo que ahora se toma (o se nombra) de patrón. »El destino de los centros históricos se juega en la periferia—, subrayó, muy en lo cierto, el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos en su declaración de Valencia en marzo de 1979. La falta. en efecto, de equipamiento mínimo en los inmensos barrios suburbiales exige, y sin remedio, el viaje intermitente o encadenado de sus habitantes al bien equipado centro de la ciudad, con la consiguiente terciarización y deterioro del casco histórico comúnmente anclado en el corazón de la trama urbana.
¿Queda ahí la cosa? Termina, muy al contrario, por agravarse. merced a otra corriente circulatoria de signo inverso. Los antiguos y populares inquilinos del centro histórico se ven erradicados de el a la periferia a causa de la creciente inhabitabilidad o por la ruina misma de sus casas (premeditadamente calculada desde, muy concretos sectores de la especulación). Y así, en tanto se desvaloriza la vivienda, se revaloriza, paradójicamente, el suelo a la espera (leánse anuncios) de un nuevo centro moderno y cosmopolita; si, de ese corte, no sé si cosmopolita o cosmético, que distingue (?) al recién inaugurado en la Vaguada.
Extienda el lector lo que aquí se comenta a lo que el Plan General prevé en sus capítulos dieciséis y dieciocho, para llegar a análoga conclusión. Tratase en ellos del «acceso-sur» y del «sistema viario», sin que dejen de antojársele a uno más o menos afines los posibles efectos. Con todas sus virtudes (que no son pocas). el Plan General parece dar por definitivamente consolidada la dudad. limitándose a establecer relación única entre el centro actual y la periferia existente. ¿No puede ocurrir en su día, y por mor del crecimiento. que los males presentes de la Castellana se vean transplantados a aquellas vías que de ella tomaron ejemplo?
La relación entre centro y periferia haya. me creo. su punto de equilibrio en la rehabilitación de aquél y en el equipamiento de esta. Rehabilitar el centro (y en ello merece aplauso la política municipal) equivale a contener su paulatina destrucción. Equipar convenientemente la periferia significa reducir la masiva e innecesaria concurrencia de sus moradores al corazón urbano. con mengua consiguiente de la terciarización. Una estratégica y suficiente dotación de transporte público (ferrocarril y Metro a la cabeza) bastaría. en fin, para procurar viabilidad y equilibrio entre la ciudad histórica y la ciudad-dormitorio.
ABC - 11/11/1983
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