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"Todos han muerto.
Murió Doña Antonia, -la ronca-, que hacía pan barato
en el burgo.
Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los
jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente:
"¡Buenos días, José! ¡Buenos días,
María!". Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando
un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días
de la madre. Murió mi tía Albina, que solía, contar
tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para
Isidora, la criada de oficio, la dignísima mujer. Murió
Rayo, el, perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.
Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien
me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia. Murió
en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano
en mi víscera sangrienta. Los tres ligados por un género
triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.
Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que
solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado
se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol
se fuese.
Murió mi eternidad y estoy velándola."
Tal dice César
Vallejo sobre la barriada.
Se ha dicho que el mundo es un pañuelo. Tal vez sea un poco más
amplio, pero no más que una barriada. La memoria del hombre se
centra en la idea del barrio, donde están los puntos referenciales
de su nacimiento, de su vida y de su muerte; sus "señas de
identidad", como hoy se dice.
Y de paso advierto, que cuando estas palabras no se digan con comillas,
todo asistente a una conferencia, debería marcharse en el acto.
Siempre que se habla de señas de individualidad o memoria colectiva,
la huida se impone. Son dos tópicos impuestos que hay que erradicar.
¿De qué habla César Vallejo? ¿De casas?. No.
Habla de formas de vida, de recuerdos.
¿Es el patrimonio un conjunto de piedras?. No. Es un conjunto de
vivencias de las que las piedras son mero referente o significante.
El patrimonio hay que conservarlo no por el valor de la piedra en sí
mismo, que nunca se ha sabido si es mucho o poco, y que de acuerdo con
los gustos y los tiempos, ha variado en su estimación. Hay que
conservarlo-porque es la vida, la biografía más bien, del
ciudadano.
Se dice, no sin razón, que sin la Arqueología sería
imposible recuperar los eslabones perdidos. Y no me refiero a los gloriosos
sino a los eslabones realmente perdidos en cada comarca, a la biografía
íntegra del hombre. Perder los valores referenciales, los significantes,
es tanto como perder la vida.
Los personajes de César Vallejo no son personajes de grandes empresas.
Son el cura Santiago, la tía Albina, aquella joven Carlota, el
músico Méndez...
La vida del hombre se entendía antiguamente como una recta hacia
la meta; con sus premios y sus castigos. Mucho más congruente es
aquella otra definición, circular, que compara la vida con la piedra
que cae en un lago y va trazando sucesivas curvas hasta que la última
se pierde en "el límite", que diría Heidegger:
"en el límite poderoso con lo otro, donde todo se disuelve".
El círculo vital viene a ser como un pañuelo, como un lago,
como una barriada.
A partir de esta imagen, ¿Qué vale más?. ¿La
ciudad consolidada o la memoria de la ciudad consolidada?. Lo uno sin
lo otro no tiene interés alguno.
La ciudad de la piedra es "algo" en relación con la ciudad
de la memoria. Al analizar la mística, se observa que toda ella
está basada en la idea de la ciudad soñada. El místico
dice: tengo nostalgia de donde nunca estuve. Una ciudad ideal, las moradas.
La poética mística constituye el anhelo de la ciudad consolidada,
de la ciudad eterna. El hombre lleva dentro de sí una ciudad; si
la pierde ha perdido por completo su propia identidad; no esa de las señas
de identidad y la memoria colectiva, sino la verdadera.
No hay espectáculo más dramático y de peor curación
que el que acontece al hombre que, tras larga ausencia, vuelve al lugar
de origen, a su patria. Yo digo siempre que la única patria legítima
del hombre es su infancia. Y hoy que tanto se habla de lo patriótico,
de naciones, de nacionalidades y de otros conceptos muy estimables, la
única patria legítima del hombre sigue siendo su infancia.
El poeta Alberti tiene un libro asombroso titulado "Sobre los ángeles"
en el que la idea de la ciudad está analizada en un nivel místico.
El libro de Rafael Alberti es un verdadero tratado de mística.
La ciudad está perfectamente consolidada en la memoria, con todos
los beneficios cuando subsiste y con todos los maleficios cuando se destruye.
Dice el poeta:
" Llevaba una ciudad dentro
y la perdió sin combate.
Y le perdieron.
Tú derribada, tú caída,
tú la mejor de las ciudades.
...Ángeles turbios,
coléricos,
carbonizaron tu alma, tu cuerpo."
Está claro.
El hombre se duerme, hace vejación de lo más propio. Duerme
profundamente el señor de la indolencia y cuando se despierta se
da cuenta de que unos ángeles turbios, coléricos, los angelitos
de la especulación, han derribado íntegramente la ciudad.
Y al quedar él sin memoria, ha quedado muerto.
El poeta insiste:
"Llevaba una ciudad dentro
y la perdió y le perdieron."
En el poema se habla
de la ciudad de dentro, la que vale, la que hay que defender con las uñas,
la ciudad de la memoria. Si el hombre hace vejación de ésta,
la de fuera se destruye.
Alberti es del todo ilustrativo. El poema versa sobre el propio asunto:
la ciudad, la ciudad que se destruye, la ciudad en la que el hombre queda
vacío, sin recuerdos.
" Yo te arrojé de
mi cuerpo.
Yo con un carbón encendido, ¡vete!.
Madrugada
La luz muerta en las esquinas.
Mi cuerpo anduvo sin nadie.".
Y hablando de la ciudad, agrega:
." Qué cuatro sombras malas
te sacaron en hombros.
...
Sola entre cuatro sombras, muerta.".
La ciudad interior
ha muerto, y como consecuencia o por reflejo, ha muerto la ciudad. exterior,
la de la piedra. En esa correlación va la biografía del
hombre, y no sólo en la Arqueología o la Arquitectura. El
hombre no se conocerá a sí mismo si esa historia desaparece.
¿Qué entenderá el historiador del mañana si
se vacía todo íntegramente y se dejan sólo las fachadas?.
Dentro de un siglo, ¿Cómo entenderán nuestra forma
de vivir?. ¿Y dentro de diez siglos?. ¿Qué se entenderá
de nuestras casas?.
Para, abordar este fenómeno como Dios manda, resulta buena la idea
de la restauración (y en Aguilar tenemos un ejemplo bastante estimable
y elocuente.
Restaurar manteniendo la estructura interna y la fachada; pero también
lo interno: el patio, la escalera... Sin estos elementos no se rehabilita,
se destruye, se realiza una operación cosmética exterior,
escenográfica, que no tiene interés alguno y que-para el.
historiador del mañana supondrá una confusión insalvable.
Sin Arqueología no conoceríamos nuestra biografía.
Sin Arquitectura, puesto que mantiene la memoria del hombre, tampoco conoceríamos
nuestra historia.
El problema de la calidad
de vida se ha ajustado históricamente a las variantes del poder
político y económico. En ello va la Historia de la humanidad.
El poder político y económico determinan unas formas del
vivir, del habitar. Pero ha correspondido a nuestra época la vergüenza
de haber excedido todos los niveles de las densidades de población;
de haber superado las premisas del poder político y económico
hasta el extremo de que si no se empieza a tomar medidas, es difícil
imaginar cuál será el destino de las ciudades, de las biografías
humanas.
Hoy, como ayer, es mejor vivir en una casa cara que en una barata. Está
claro. Pero ya, ni la una ni la otra salvan al hombre del intrincado problema
de su vida en un medio irrazonable e inevitable.
El hombre está condicionado a una vida en la que, al haberse excedido
las previsiones del propio poder político y económico.,
goza de un ambiente de rara viabilidad y estricta irracionalidad.
Cierto que vivimos en unos tiempos en los que dos factores han reaparecido
con gran fulgor.
En primer lugar hoy se atiende mucho más a lo histórico
que
a lo artístico. El concepto histórico del patrimonio ha
sido suplido en gran parte por un concepto ético, entendiendo ambos
términos en su estricto sentido etimológico.
A la idea del monumento por el monumento, se antepone la idea de salvar
la vida, las costumbres, ese legado del pasado en formas que la piedra
representa. Frente a la idea estética, la idea ética; esto
es, la referida al conjunto de costumbres.
En segundo lugar, como
puede comprobarse empíricamente, el modelo de la ciudad antigua
sigue vigente a la hora: de desarrollar la, ciudad nueva.
Carlos III entendió Madrid con una gran clarividencia y hoy, la
ciudad sigue funcionando como él la concibió: un punto de
concentración y una línea de fuga. Así ha evolucionado
la ciudad histórica.
El punto de concentración es la Plaza Mayor, remodelada y reconstruida
por Juan de Villanueva. Es un ámbito cerrado, para que la gente
se concentre. Desde el siglo XVI, en tiempos de Felipe V, representaba
un conato de auténtico foro mayor.
La línea de
fuga es el Paseo del Prado.
Madrid ha estado funcionando desde el siglo XVIII, que es cuando se consolida
como ciudad, merced a estos dos elementos.
Desde el punto de concentración, la Plaza Mayor, se llega a la
línea de fuga, Paseo del Prado, a través de dos vías
fundamentales: la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo
(que no son sino la salida natural de la Plaza Mayor). Desde aquí
Madrid creció a través de Recoletos y Castellana (lamentable
por cierto, la destrucción que se ha hecho en el Paseo de la Castellana,
que no tiene más fundamento que el especulativo). El Paseo de la
Castellana constituye una vía uniforme que une la estación
de Atocha con la de Chamartín, polos de entrada y salida, flujo
y reflujo de la ciudad.
El proyecto del Ayuntamiento
de Madrid ha sido ejemplar en este aspecto. Tan sólo se han habilitado
dos vías rápidas que conectan las calles Mayor y Arenal,
con la Carrera de San Jerónimo y la Calle de Alcalá respectivamente.
Es la mejor solución que se podía imaginar para la descongestión
de Madrid. Solución basada, no lo olvidemos, en el concepto de
la ciudad antigua.
Luego se han hecho disparates y desatinos absolutos, pero eso es secundario.
Y el mayor disparate no son las "farolas supositorio" (como
las ha bautizado el pueblo); el mayor disparate es la arrogancia.
Han creado un semicírculo para que la multitud aclame a Leguina,
cuando éste aparezca de vez en cuando en el palacio nuevo dela
sede de Madrid; una Plaza de San Pedro orientada ex profeso, (¡hace
falta vanidad!), al balcón principal.
Ése es el error. A esa plaza había que darle otras orientaciones.
El proyecto es magnífico a pesar de todo, porque reproduce el modelo
de la ciudad antigua como solución a la urbe moderna.
Tenemos pues, dos pautas
de reflexión fundamentales.
El nuevo concepto de patrimonio; mas ético que estético,
centrado más en el cúmulo de costumbres que en el arte por
el arte.
Y la validez de la ciudad antigua (Leonardo Benévolo tiene escritas
páginas sobre esto) en el planteamiento del desarrollo de la' ciudad
nueva.
Estoy hablando de ciudades.
Sigue habiendo vida rural, pero los medios de comunicación han
eliminado de la mente y de la memoria del hombre de hoy el concepto de
"vida rural". Por lo tanto, al hablar de ciudades, hay que aplicarse
en todo tipo de conjuntos.
Alguna vez me he planteado
cómo preservar el patrimonio. Hay que aplicar al hombre el concepto
de monumento. El patrimonio se salvará cuando se dé categoría
de monumento al propio individuo. Por principio hay que declarar "monumento"
a todos los ciudadanos. A partir de ahí se podrán salvar
los "monumentos" auténticos.
El hombre debe sentirse poseedor no de aquellos valores eternos que hasta
hace poco teníamos y que tan súbitamente parece que hemos
perdido, sino de una conciencia de deberse a una colectividad, a una sociedad
que tiene unos significantes pertenecientes a toda ella y al mismo tiempo
individualmente inalienables.
Cuando el individuo sea declarado "monumento nacional", funcionará
la idea de patrimonio. El hombre, o lleva dentro de sí esta condición
de monumento, o toda la Historia no valdrá para nada, se quedará
en pura teoría.
Hay que hacer que el individuo conozca la ciudad donde mora, donde están
enterrados los suyos. La idea de la durabilidad de la ciudad de los muertos,
la idea de la ciudad sagrada, Jerusalén, en la que se resucita,
la idea del amor a lo propio, la idea de la respetabilidad de la memoria,
esa idea que la gente tenía hasta hace poco, ¿cómo
podemos recuperarla?.
Pues retrocediendo a la historia de uno mismo y admitiendo que los habitáculos
del hombre terminan siendo el universo mismo, el patrimonio. El mundo
es una barriada, poco más que un pañuelo..
Basándome en
Abraham Moles, en algún texto de Horovich, y en mi. propia inventiva,
estoy escribiendo un libro sobre la idea del habitáculo humano.
¿Cuáles son los habitáculos o caparazones que curten
la piel del hombre?. Está claro que el primero de todos es la piel,
el límite del yo; la piel limita el "yo", es el vestido
primero del hombre.
No olvidemos que las cosas tienen vestíbulo. Y "vestíbulo"
y "vestido" comparten la raíz etimológica.
Después de la piel viene el atuendo, el vestido el sentido estricto.
Es una segunda piel, traducción misma de la primera, dado lo ceñido
de su apariencia últimamente.
Llegamos al gesto, unos cuarenta centímetros de gesto que tiene
cada hombre. Excederlos es ocupar el espacio del vecino. Sólo cuando
uno habla en público puede alcanzar los cincuenta y tantos; lo
demás es usurpación del espacio real de otros.
El lenguaje es otro de los caparazones del hombre. Para Heidegger el lenguaje
es la morada del ser.
Hasta aquí los caparazones físicos, los que lleva el hombre
a cuestas, como el caracol. Porque no sólo el caracol lleva su
morada a cuestas. También nosotros la llevamos; al menos la piel,
el vestido, el lenguaje y el gesto. El atinar o no en la definición
de estos caparazones sucesivos, decidirá lo que es el patrimonio
en si mismo.
A continuación
viene la casa (hoy, el piso).
Sobre esto, sobre lo que es el interior de un piso, existe un libro espléndido
titulado "Las pasiones de obre". El autor analiza lo que es
un piso. El piso es, en primer lugar, un corazón sin caminos, un
centro sin metas. No sabe el hombre que el mayor recorrido que hace a
lo largo da su vida, lo hace en su casa.
Y en el corazón de la morada, las posesiones que encierra el hombre
como signos de su propia vitalidad, de su propio prestigio. ¡Cómo
han variado!.
Rossi tiene razón cuando dice que el urbanismo no es más
que la traducción de la arquitectura. Tiene razón por cuánto
la ciudad es la traducción directa de la casa. La casa tiene dos
elementos fundamentales : el pasillo y el patio, que traducidos a la ciudad
son : la calle y la plaza.
El piso es el lugar donde la posesión ya tiene adjetivo. Nadie
dice, ni dice decir "mi lenguaje"; es "el lenguaje"
o "el gesto"; pero el piso ya es "mi piso".
El piso, otro elemento de posesión, va a dar a la calle. La calle
también lleva el "mí" posesivo; es "mi calle".
En la calle , la gente se relaciona, se saluda, se conoce. Se tiene más
o menos relación, de afecto o discordia, pero siempre en la calle;
de la condición de la calle es el saludo.
Luego está el
barrio, elemento clave al hablar de patrimonio y conservación.
La gente dice "mi barrio". Todos hemos oído la frase:
el otro día le vi a usted por mi barrio... La idea posesiva del
barrio es fundamental. El barrio se define como ámbito, espacio
y radio de unos 500 metros. Se recorre en quince minutos. En él,
no todos se conocen y, por supuesto, no todos se saludan. Pero se conoce
inmediatamente al ajeno, al que no es del barrio..
¿Qué es el barrio?. No es un elemento autónomo. Existe
el barrio porque existe el centro; sin el centro el barrio no existiría.
Alguien ha dicho que el barrio es la reproducción del pueblo en
la ciudad, y es verdad.
El centro histórico
es la ciudad; el barrio está relacionado con el centro histórico.
Al centro histórico hay que ir, exige una idea de traslado. En
la relación barrio-centro histórico se pone en juego el
destino de las ciudades.
¿Qué
es hoy el centro histórico de Madrid?. ¿En qué tiempo
se recorre hoy Madrid?. Es una ciudad muy pequeña, con un centro
histórico que se recorre perfectamente en una mañana. Sin
embargo tiene cuatro millones de habitantes, ¿dónde están?.
En los nuevos barrios, en la periferia.
El centro histórico se destruye desde la periferia, nunca desde
el mismo centro. En el centro histórico se consolida la vida del
hombre, la pertenencia del hombre a esa ciudad. Representa la habitabilidad
de los ancianos, de la Historia. La periferia nace con la idea de albergar
a los que vienen a la ciudad, nace del reclamo de los emigrantes.
Aunque haya centenares de casas vacías en el centro histórico,
a los emigrantes se les coloca en la periferia, exentos de todo equipamiento
tanto material como espiritual. Esta gente, al no tener nada en la nueva
barriada, tiene que desplazarse al centro, de forma intermitente o encadenada,
para satisfacer sus necesidades vitales más elementales, materiales
y espirituales, y así, en la ciudad, van surgiendo grandes centros
modernos y cosmopolitas.
Al mismo tiempo, se
desarrolla otra cadena dentro de la propia ciudad, una cadena de evasión,
de salidad de la ciudad, que incrementa aún más la periferia.
Los inquilinos del casco histórico, porque siempre son inquilinos,
son víctima de una maniobra publicitaria que exprime los alicientes
de la periferia.
Por otra lado, la vida en el centro se va haciendo cada vez más
imposible. Sus casas tienen mínimas condiciones de higiene y tampoco
se hace nada por mejorarlas. Una de las causas determinantes de la destrucción
del casco histórico ha sido la no elaboración de una nueva
ley de contribución urbana. Es una gran catástrofe.
Todos los viejos inquilinos van abandonando el centro histórico
y se desplazan a la periferia, donde se les ofrece las vistas y el barrio
que nunca han tenido.
Y se marchan. La ciudad se desertiza hasta desaparecer por completo. El
exterior determina la destrucción del interior. De las ruinas surgen
esos centros cosmopolitas.
Más de una vez
he analizado estadísticamente, en compañía de Francisco
Moreno, sociólogo sevillano, la friolera de 1500 reclamos publicitarios
que incitan al ciudadano a abandonar el casco histórico. Parece
mentira que con reclamos tan insolentes, tan inconfesables, se produzca
esa diáspora que viene a incrementar el cerco opresor y a dejar
desertizado el centro de la ciudad.
El binomio barrio-ciudad ha desaparecido; hoy, el barrio es la periferia
y el casco histórico siente la amenaza de ese doble itinerario:
de quienes vienen a satisfacer de forma intermitente o encadenada aquellas
necesidades no cubiertas en su territorio y de quienes incrementando la
nómina de emigrantes, abandonan el centro en busca de la periferia.
Francisco Moreno y
yo deducimos la siguiente tipología de reclamos, a la luz de nuestro
análisis:
1/ Anuncio exagerativo. No brinda ninguna posibilidad de diálogo
al interlocutor, al comprador, a la víctima. En él todo
es imperativo e hipérbole.
Ejemplo:. "¡Viva en la ciudad con todas las ventajas del campo!".
2/ Anuncio retórico.
Oscila entre la prosa desatada del charlatán de feria y el soneto
del director de empresa.
Ejemplo: "Un nuevo concepto del vivir".
"Allá donde el Cantábrico abriga a una multitud
de playas doradas".
3/ Anuncio informativo.
Dirigido a la clase más baja, ahorra en epítetos y sonetos.
Utiliza un lenguaje en clave que sólo conocen el promotor y el
comprador.
Ejemplo: "50 m., llave en mano, hipoteca, primera fase".
4/ Anuncio persuasivo.
Está dirigido a personas de clase
alta o a aquellas en trance de pertenecer a ella.
Ejemplo: "Un piso de lujo para personas como usted"- y
agrega - "¡El gran salto de su vida!".
Va matizado directamente a la víctima, a la presa en creencia de
tránsito al merecimiento.
5/ Anuncio informativo-persuasivo.
Mezcla recursos de ambas tipologías. El adjetivo del anuncio informativo,
resto del persuasivo.
Ejemplo: "10 segundos para llamar, 10 minutos para llegar, 10 horas
para contemplar, 10 días para meditar, 10 meses para habitar, 10
anos para garantizar ... a 10 minutos del centro de Sevilla".
La información viene dada en la reiteración del número
"10". No se nos dice ni que es aquello, ni para que sirve, ni
si es bueno o malo. Todo funciona con el número "10".
6/ Anuncio ambiguo.
La desvergüenza del anunciante llega a extremos insospechados.
Ejemplo:
"Mañana es domingo.
Te esperamos en Vicálvaro.
Creemos que haremos un gran negocio con usted".
7/ Anuncio ambiguo
total. He aquí una muestra.
Ejemplo: "Le regalamos 500 litros de gasolina". El mensaje involucra
que el individuo ahorrará en coches, ¡al cabo de un milenio!
, el equivalente a 500 litros de gasolina.
Es el lenguaje de los "gansters".
La idea de la destrucción
del patrimonio se centra en la relación centro-ciudad.
En Aguilar de Campo, vemos ya un cerco de población periférica,
sin equipamientos aún, a dos pasos del centro. Y vean lo que está
pasando con el centro de Aguilar. Sin duda alguna, se trataba de uno de
los centros históricos más importantes de España;
de Castilla, por supuesto; de Palencia, el más importante.
Hay que denunciar el desmán rotundo que supone la modificación
del Paseo de la Cascajera. Quien lo haya conocido como era, y lo vea hoy,
quedará perplejo.
Yo dije en cierta ocasión: si un día, coronado por las faldas
del monte, desaparece Santa Cecilia, Aguilar habrá perdido uno
de los elementos fisonómicos fundamentales no ya de su Historia,
sino de su propia vida. Cualitativamente, lo que se ha hecho en el Paseo
de la Cascajera, es exactamente lo mismo.
Aquí, no hablamos para nada de arte. Ahora bien, la calidad artística
que puede tener Santa Cecilia es lo de menos comparado con su significado
fisonómico.
Pues no es menos grave lo que se ha hecho con el Paseo de la Cascajera.
Destruir un paseo romántico, el último paseo romántico
que tenía Aguilar... Ampliarlo, convertirlo en una autopista...
Lo que eran piedras, suplirlo por una indigna valla metálica, unos
tiestos en altura, el peligro que envía el vendabal; unas papeleras
que no parecen sino buzones para conectar con las benditas almas del purgatorio,
por su negro terrorífico. Estaba mal el muro de piedra, ¡claro
que estaba mal!. ¡Pero hombre!, luego se vuelven a poner las piedras
en su sitio. ¡Y pensar que la mayoría de los habitantes de
Aguilar se sienten honrados con la obra!. ¿Por qué no van
a sentirse honrados... ¿Se les explicó algo sobre el patrimonio?.
Parece mentira. También
en Aguilar, la ciudad circundante ha causado la ruina del centro histórico.
Está claro: las ciudades se demuelen desde la periferia, no desde
el centro. El centro histórico es la expectativa de aquello que
se cuece en la periferia.
Sólo teniendo
claro el concepto de memoria de la ciudad eterna, de la ciudad de los
vivos y la ciudad de los muertos, es perdurable la biografía del
hombre.
Cuando coincide la
nomenclatura de las ciudades con la de los cementerios, mal asunto. Destruir
la ciudad es destruir su tejido, y el tejido de la ciudad ¿es orgánico
o no?. Es tejido vivo. Si se mutila ese tejido, desaparece la vida misma.
He aquí el problema de la conservación de la ciudad. No
se trata de salvar monumentos. Se trata de salvar ese tejido urbano, que
por ser orgánico, es vivo. Si se mantiene el tejido orgánico,
se mantiene la vida. Si no, la ciudad desaparece.
El espectáculo
más lacerante de todos los imaginables para la vista humana, es
pasar por la ciudad y encontrar edificios destruidos entre paredes medianeras.
A la diestra y a la izquierda del edificio destruido aparece la división
de la antigua morada, los colores, azules, rosas, verdes... Parecen cuadros
del pintor Paul Klee.
No hay poética más entrañable que el residuo de esas
paredes.. Porque esas huellas, esos calores, esos tabiques.. están
hablando de que ahí hubo el amor-, la vida, la habitabilidad, la
muerte.
Y dejar al desnudo las vergüenzas de la morada es un hecho eminentemente
indecoroso. Como mínimo, cuando destruyen la casa, que la cubran
con unos paños, como se suelen cubrir las vergüenzas humanas.
Cuando se ha seccionado el tejido orgánico, vivo, entre casa y
casa, se ha mutilado la vida.
La poética de
la ciudad no existe sólo en sentido ideal alegórico-metafórico.
Cuando Alberti habla de la ciudad de la memoria, habla en sentido estricto,
igual que los místicos.
El poeta César
Vallejo deja un testimonio impresionante y dice así:
"-No vive ya
nadie en la casa -me dices-; todos se han ido. La sala, el dormitorio,
el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues, que todos han partido.
Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde
pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está
solo de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado.
Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque
sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene
al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla.
Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí
esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo
que la casa se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está
de pié, mientras que la segunda yace tendida.
Todos han partido
de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es
el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco
que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa.
Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión
o a caballo, a pié o arrastrándose. Lo que continúa
en la casa, es el órgano, el agente en gerundio y en círculo.
Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes.
Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el
corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal
se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del
acto.".
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