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TIEMPO DE INFANCIA Y DIEZ SONETOS INFANTILES
Por Santiago Amón
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LA INFANCIA Y LA MUERTE
“Y esos niños en hilera
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera”
ANTONIO MACHADO
ORÍGENES
EL susto surge siempre de las aguas.
De tarde en tarde se adivina el rítmico
y sencillo perfume de la muerte.
Con el cordel inicio la salmodia
del cadáver y el niño.
Con el cordel aprendo en mis oidos
el lenguaje pequeño de la infancia.
El cordel de la peonza.
-
"¡Chaval!, ¡chaval!". Gritaban los mayores
al chaval que corría por las márgenes,
al mismo que decía con silencios:
-"Estaba por el agua, yo le he visto".
Su voz era un insulto a los mayores.
Su voz era un cachete de improviso
en la palma del cuello.
Pero él lo repetía de sus labios:
-"¡Que yo he visto el cadáver por el agua!".
Las voces de los hombres perseguían
al chaval que corría por las márgenes
con el cordel pequeño de su peonza
atado por el cuello.
De sus fallos nacían las palabras
como inocentes labios:
-"¡Que yo he visto el cadáver con los ojos,
los que me dio mi padre!
Estaba por el agua con los peces
con el cordel pequeño de la peonza
de cuando niño era".
-
"¡Chaval!, ¡chaval!". Gritaban los mayores.
El chaval repetía y lo juraba:
-"Es la verdad. Y todos algún día
tenemos que morirnos".
-"¡Chaval!, ¡chaval!". Temblaban los mayores.
Y luego sonriendo se decían:
-"Todos hemos mentido de pequeños".
Aún se oían las voces intranquilas
cuando se hizo la tarde.
Todos fueron al río sin palabras
y vieron al ahogado
con la soga prendida por el cuello.
Estaba recostado por el agua
con la cabeza a pájaros
y con la boca a peces,
sin remedio.
Nadie miró la hora en la muñeca.
Lo decía el chaval cuando volvían:
-"Estaba ya muy muerto aquel cadáver".
LA MUERTE
El patín. En tu acera
han plantado dos tilos.
(Si lo vieras ahora
cuando pasa el cartero.)
Ya te has muerto, Toñin,
con tu música breve.
Ya no tienes el culo
que decía tu madre,
el cordel, la bufanda.
Duele un poco decirlo.
No es de charol tu caja.
Eres ya más perfecto
que todos los mayores.
Aquí todo está igual.
Tu casa es la tercera
detrás de la farmacia.
Hace un sol estupendo.
Tus hermanos se ríen,
dicen que estás de viaje,
que estás con el abuelo.
Todos fueron al río sin palabras
y vieron al ahogado
Además el entierro
ha sido muy bonito.
Iban de dos en dos
los chicos de la escuela
realmente formales.
Quizá después, mañana,
sean días peores.
El ser se perfecciona
en todas las esquinas.
Envidiarán algunos
aquella arquitectura
que llevaba tu caja.
Pero no seas tonto,
Toñín, tú estás bien muerto.
Para tí han volteado
campanas, monaguillos.
El hecho es indudable.
(Te han enterrado al lado
de tu tío el borracho.)
Tu pequeña alegría
apenas la sepultan
cuatro palmos de tierra
de todos los colores.
LO QUE SIGUE
SE cante ya o se llore
la rueda de los niños
poco importa.
El patín está quieto
definitivamente
en el cuarto que guarda
los trastos inservibles.
Y asi sucede, pronto, inútil,
a la hora intempestiva
cuando ha de irse de fiesta
con la familia toda.
Las manos se pararon
irremediablemente,
y el chiquillo se queda
perfectamente amarillo
serio y bien compuesto.
Pegan papeles blancos
en todas las esquinas.
Y las ciudades todas
se pueblan de patines.
Bien pocos se dan cuenta.
La luz denuncia el hecho:
Había patines
en todas las ciudades.
En los portales húmedos patines
detenidos en el sol de la plaza.
De las escuelas salían los patines.
UNOS azules, rojos, amarillos.
Otros blancos, sin sombra.
De tablas bien pintadas.
De tablas bien medidas.
De tablas blancas hacen ataúdes
para los niños muertos
De tablas y confites la alegría
para los niños vivos.
De las iglesias salían los patines.
Cuando a gloria repican las campanas
los patines miraron el alero
de la casa vacía.
También en los escombros los patines
suelen medir la sombra
de los perros más huérfanos.
Por todas las aceras
pasaban los patines.
Había patines en las farolas.
Patines en el circo.
Patines en la fiesta, en el entierro
en los ciriales blancos, en la marcha
de siete monaguillos.
Donde los árboles,
cuando los guardias.
Los patines.
Así las dos. las tres...
sobre el reloj de arena.
Todo se apaga pronto.
Cosa muy lamentable.
El patín es un hecho
que para nada sirve
cuando nota la falta
del peso conocido
LO QUE FALTA
SE ha apagado la luz
del cuarto amanecido
donde Toñín dormía.
El es lo que se ha ido
sin violencia, solo,
con un escapulario.
Venimos de la tierra
que ha enterrado su nombre,
su traje de domingo.
En medio de la tarde
hay dos ojos ausentes
nadando cielo arriba.
¿Caerá de las nubes
un pañuelo con letras?
Venimos de lo inútil,
de un martes por la tarde,
de un entierro pequeño,
con hojas en las manos,
en la boca, en los ojos.
Yo recuerdo a Toñin
comiendo caramelos,
sentado en el recorte
de un periódico viejo
o subiendo escaleras
por la azul geometría
donde dicen que hay ángeles.
¿Qué es lo que ha sucedido?
Apenas algo, nada.
Venimos de la escuela.
El maestro ha borrado
un nombre de la lista,
y en el tablero flota
un número infinito,
un siete amortajado.
LA INFANCIA Y LA VIDA
“…y oimos a maestros, de voz cálida,
contar los afluentes de este río
de fácil resonancia”.
FRANCISCO PINO
ORÍGENES
EL silencio y mi mano
por los cielos más tontos.
Un impulso de piedras
y pájaros inútiles.
Allí nació el idiota.
Allí su geografía
de ríos imposibles.
¿De dónde, di, tu padre
el que engendró en un beso
tu propósito de hombre?
Era la voz aún niña
al filo de la mano.
Allí sobre la piedra
destilaba la baba
de los labios del tonto.
¿De dónde, ya, tu padre
el que engendró en temblores?
Ciertas brasas quemaban
su presencia inminente.
Allí sobre la piedra
se incorporó el idiota;
sus manos oprimían
un legible retrato.
Una luz inundaba
el silencio anodino,
y tres pájaros-nuevos
iniciaban su ruta
por los cielos más tontos.
Era la luz creciente.
Inundaba el instante.
¿De dónde, di, tu padre?
Se incorporó el idiota.
Con sus manos pudiera
levantar una casa
de paredes azules
o romper la cabeza
de un niño recién hecho.
La bondad de sus manos
petrificó el peligro.
Después era la tarde.
En la plaza reciente
resbalaban sus voces
los chavales del pueblo.
Su perfil de gigante
proyectaba el idiota
(¿de dónde?).
Los arroyos del cielo
resbalaban sencillos
por los ojos del tonto.
NACIMIENTO
(A Marc Chagall.)
HEMOS nacido tristes.
Desde el ojo pirojo
la tristeza se amarra
a lo largo de nuestros tirantes.
Hay tristeza en la nube,
en el agua bendita,
en el perro pequeño.
Nuestra infancia se nutre
de parábolas tristes:
Los chavales que mean
la pared de su casa,
la escuela con el humo...
Tenemos miedo siempre
los que oímos las letras
en las pequeñas casas.
Mas oídme: asomaos
a los ojos abiertos
de la vaca que pace
y veréis de improviso
el peligro que ocultan
los animales mansos.
Nuestro pueblo y nosotros,
mientras va la corriente
a lo largo del río.
Yo no digo que el agua
sacie la sed distante
del viajero que cruza.
Pero se oye el murmullo
de chavales silbando
cuando nuestro bautizo,
la voz de nuestros tíos
que hablaban de heredades
y decían al cura
que pusiera más sal en los labios.
Hemos crecido mucho
sin apenas quererlo,
mas, de luego, nos duelen
las pedradas sembradas
en torno de la crisma.
Sembramos la tristeza
en el sol de unas tapias.
Al abuelo le entierran
cuando vuelve el otoño.
Recitamos los montes
por donde Dios se oculta.
Ponemos los zapatos
en el sesgo del siglo
(mientras pasan los burros
por ventanas azules).
Y tenemos un miedo
un decir en la punta de la lengua.
LO QUE SIGUE
AMANECE la fiesta de este día
en la plaza de un pueblo.
Se ha incendiado la luz por la mañana
de fuegos japoneses. .
Unos niños observan
la ruta de dos buitres.
En la cuenca del monte hay un caballo
En la palma del monte hay un mendigo
que habita una cabaña.
En la faz de la tierra hay un desierto
de flores amarillas.
Gira el mundo redondo,
da vueltas por la rueda
de un bello tiovivo
con caballos de todos los colores.
El reino de los cielos ha encauzado
la ruta vertical de un buitre tránsfuga.
El reino de los cielos
congrega los rebaños.
Da vueltas el caballo
por la cuenca del monte,
y en el campo la sombra de tres buitres
dibuja un monigote inverosímil.
Sobre el campo de flores amarillas,
allí nos sentamos;
y bebimos el vino de la tierra.
Al campo de la tierra
llevamos nuestros cuerpos,-
y leímos las letras
ex un abecedario
que se llamaba piedra,
árbol, pájaro, puente.
Llevamos nuestros cuerpos al diluvio
que todo lo desnuda.
Allí persiste el clima
y el olor natural de nuestra carne.
Allí el mundo da vueltas
sin que nadie lo note.
Todo es de todos.
El reino de los cielos
ha lanzado a los aires
un globo aerostático,
con las franjas azules y amarillas,
con un nombre infantil en su volumen.
Nuestras manos oprimen los racimos
de la carne tendida.
Nuestros cuerpos tendidos se asimilan
con el temblor rotundo de la tierra
y la tierra se olvida de su nombre.
Todo es de todos.
Rueda la rueda por los meridianos
del mundo que da vueltas.
El caballo da vueltas por la pista de un circo.
Tú y yo nos alargamos con los ojos abiertos,
y cruza por el cielo una bandada
de buitres panteistas.
Una hora después todos se han muerto.
Las piedras están muertas, y los patines muertas.
Se han quemado las casas
del pueblo amanecido con el día.
Y los niños que vieran por los aires
el origen remoto de los buitres,
se han vuelto de cartón ante un espejo.
Porque todo es de ayer, de hace mil años,
de la espalda de un ser que aún no ha nacido.
Todo es de nadie.
El mundo da mil vueltas
por otros meridianos.
El caballo da vueltas
por la curva de un cono
y la infancia amanece boquiabierta
más allá de los montes.
A la última vuelta
cae el caballo al suelo.
Los buitres congregados
de todas las regiones
vuelan sobre el escombro
de un final ya previsto.
Hay un caballo muerto
en la cuenca del monte.
Hay un mundo redondo
quebrado en su mirada.
Y el mendigo que vive en la montana
se despide del día
con una gran bandera de colores.
LO QUE FALTA
LA. ausencia está en mi mano,
y en mi mano mi pulso
dibujado en el aire
con líneas verticales
de infantil geometría.
Mi ser es mi palabra
mi identidad distante
anclada en lo ignorado
(como una bandada de pájaros lejanos
que supieran mi nombre).
Mi nombre está en mi mano,
y mi mano sostiene
al vilo mi mirada
en las dos dimensiones
de mi única existencia.
Por eso cuando digo
mi palabra constante,
escucho en lo lejano
el eco de mi voz,
la sombra de mi mano,
la luz de mi mirada.
Ellas son mías
en el instante cierto,
y adivinan el trazo
de lo ausente. Son mías.
Lo ausente es también mío:
El nombre del maestro,
la tumba de mi madre,
el beso, la merienda...
Lo ausente es también mío
sembrado en mi certeza,
remansado en mi sed,
dibujado en el aire
con lineas verticales
de infantil geometría.
(Como una bandada de pájaros lejanos
que supieran mi nombre.)
II DIEZ SONETOS INFANTILES
DE LOS NIÑOS Y DE LA ESCUELA
Tiene el maestro el ritmo de un abate
cuando la tarde muere en el tablero.
Los ángeles que están en el alero
meriendan luz con pan y chocolate.
El maestro es un loco de remate,
habla a los niños del envés del cero.
Una mosca agoniza en un tintero
y el cristal tiene sed de escaparate.
El chocolate crudo de la tienda,
el pan de ayer, el dulce de membrillo
al párvulo le aburren la mirada.
Pero en la forma igual de la merienda
nace un mundo a lo largo del pasillo
sin tinta azul ni números ni nada.
DE LOS NIÑOS EN LA BARBERÍA
Pelillos a la mar. La barbería
hoy es playa y quirófano del cielo.
Un mocoso chupando un caramelo
Y media luna anclada en la bacía.
¿Quién ha puesto a la luz -yo me decía-
una esquila y un salmo en cada pelo?
Los anteojos de Fígaro y el vuelo
de un moscardón en torno a una bujía.
Monda y lironda como el sol la crisma,
descubre la incipiente calavera
la tijera cortando un estribillo.
El mar hecho colores en el prisma,
y tres ángeles cantan en la higuera
con el sol salinar en el flequillo.
DE LOS NIÑOS Y DEL CABO ESPARTIVENTO
¿Es tacto el sueño, o navegable vía
sin fin por el sin fin del firmamento?
El mundo es de cartón y su cimiento
las pastas rotas de una geografía.
Ven los chicos con pulso de vigía
el faro azul del cabo Espartivento,
la aurora boreal y el vuela viento
de una gaviota rumbo a Oceanía.
¿Dónde abierto el camino a la aventura?
El sueño es mapa, rumbo de cometa
del polo Sur al Norte de los cielos.
Trapecista del sol la criatura
toca con su nariz la de un planeta
trepando a pulso por los paralelos.
LOS NIÑOS Y DEL TIOVIVO
A galope caballo y caballero!
Por la pista de un circo hecho planeta
gira la vida y gira la veleta
a la rueda feliz del barquillero.
Vuela el gozo vestido de vaquero,
corcel de trapo, voz de marioneta,
cabalga el mequetrefe hacia la meta,
que da dos veces el que da primero.
Y la meta no existe porque el viento
la cola con el pico, vuela y viene
a la espalda dejando la osadía.
Mapa-mundi redondo, vano intento
de medir la existencia que no tiene
ni principio ni fin ni mediodía.
DE LOS NIÑOS Y DE LOS REYES MAGOS
Vienen los Reyes, canta villancicos
de turrón y aguinaldo la campana.
Los niños ricos abren la ventana,
los niños pobres cierran los hocicos.
Vienen los Reyes Magos, y los chicos
a ver corren la corte soberana.
Ven los ricos llegar la caravana
y los pobres la nieve de los picos.
Salmos cantan maestros nacionales,
monarcas de leyenda dictan leyes,
niños barajan símbolos y nombres.
¿Quién los juguetes trae a los chavales?
Dicen los niños de oro que los Reyes,
los niños de humo dicen que los hombres.
DE LOS NIÑOS Y DE LA LLUVIA
¡Que llueva de los mares, llueva, llueva!
De los mares las nubes se agigantan,
y en en la nube los ángeles levantan
calmas que el eco en el confín renueva.
¡Qué el rayo anuncie júbilo! ¡Qué llueva!
Brinca el rayo y los árboles se espantan,
y en el árbol los pajaritos cantan
loores a la Virgen de la Cueva.
La tarde se hace música, y el verso
que los párvulos cantan de carrera
lluvia y metal descuelga de los polos.
Es domingo por todo el universo,
el arco-iris planta su bandera
y los ángeles juegan a los bolos.
DE LOS NIÑOS, DE LAS FUENTES
Y DEL RENACIMIENTO
Amorcillos de piedra sonrientes
de Apolo infante mean la cintura.
Hoja de parra, cauce en miniatura
del amor y la carne adolescentes.
Clásica el agua, clásicas las gentes
que midieron del hombre la estatura.
Hombre es el hombre, torso y escultura,
canon de dios sereno entre las fuentes.
Los niños, ayer ángeles de pluma,
mármol y amor son hoy de paganía,
gracia del agua, ritmo y monumento.
Mean los niños, mean, y la espuma
va cantando la clara epifanía
por los jardines del Renacimiento.
DE LOS NIÑOS Y DE LOS PÁJAROS
¡A pájaros la vida! De reojo,
brincando por la suma y por la resta,
escribe el niño y ata por la cresta
letras y moscas del ramal del ojo.
¡Viva el juego de corre que te cojo!
La tarde es jueves pájaro de fiesta,
duerma el maestro y su bastón la siesta
y los párvulos vuelen a su antojo.
La tarde a nidos, árboles, espuela,
caballo de cartón, tres perdigones,
salto de mata y vuelo de pardales.
Mañana es lunes; se abrirá la escuela
Y dando envidia volverán gorriones
A repiquetear en los cristales.
DE LOS NIÑOS Y DE LAS POMPAS DE JABÓN
¡Aleluya! Loor de los loores
al vendedor de globos! Los vitrales
desparraman por playas siderales
la fiesta del color de los colores.
Cuando el alba aclimata aviadores
para gozo del niño, y los cristales
proyectan en los puntos cardinales
de la gracia los siete surtidores.
La armonía solar sin telescopio
va describiendo intrépido en su vuelo
el chiquillo con ojos de grumete.
Triunfa el ejemplo del calidoscopio.
Las pompas de jabón suben al cielo,
y en sus alas el cíelo es de Juguete.
DE LOS TRES NIÑOS AHOGADOS
Del revés ponte el alma y la chaqueta.
Se han ahogado en la ría tres chiquillos
(blancas campanas, negros monaguillos).
Del revés ponte el traje de etiqueta.
Las golondrinas viajan sin maleta.
Duerme al revés, tumbado en los pasillos.
¡Se han ahogado tres pájaros sencillos
y los han enterrado en la meseta!
¿Vivir quieres? Escucha mi proclama:
Bajo el mármol del niño cuando nieva
la luna llena de agua los rincones.
Pon de hinojos los ojos de tu cama,
cierra siempre los labios cuando llueva.
¡Se han ahogado tres pájaros llorones!
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