Tres Sonetos para Manuel G. Raba

 

El hombre, solo, al filo del peñasco donde
abandonan su humedad las olas. El grito en el
confín, en el vacío, donde la mar y el cielo se
confunden.

El hombre vertical, oh centinela, acecha el
pulso frío de las aguas mientras luz cenital y
firmamento en la frente derraman la noticia.

Y seguirá la mar en la distancia insondable,
abismal, rememorando, como el eco del eco, una
pregunta.

El grito se hará roca entre las olas. Y sentirá en el
mar desvaneciéndose, como, el agua en el agua,
la respuesta.

Nacer de pie, crecer sobre la roca que
desafía el mar multisonoro. Saber del ser la
arena sin soporte y el vaivén sin soporte del
océano.

Traer mojada de la mar la blusa. Sucumbe el
hombre bajo los escombros del antiguo combate
de las olas. Viejo es el mar, la frente es su
vestigio.

Los pies descalzos en el agua niña de la
playa venciendo el cautiverio y resbalando
el canto de las cosas.

Los pies descalzos, volverá la lluvia y el hombre
luchará con la resaca. En los labios del mar flota el
abismo.

Y volverás cantando contra el viento, el ayer que
pasó, la madrugada. En tus ojos tres pájaros
sencillos adivinando el susto de las cosas.

El ayer que pasó, con la marea volverán los
caminos a su curso, el ser ausente, muerto a tus
espaldas (donde termina el mar, comienza el
cielo).

Y ¿volverás? Pulidos arenales disuelven la
memoria y sobreviven en el agua, ya mármol,
sólo letras:

M los mares, A el acantilado, R de Raba,
M aquí Manolo, O el oleaje y L
lejanísima.

SANTIAGO AMÓN

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