POESÍA - Copla de las veinte hermanas muertas

Copla de las veinte hermanas muertas.



Una vez, la pintora Teresa Vidal me contó como un señor de barbas muy largas y muy blancas, le había narrado en un café, la historia de veinte hijas suyas, todas muertas





Veinte son los romances

que nos dejó el profeta.



El hombre de las barbas

tenía un cementerio.

El hombre de las barbas

predica desde el coro.

El hombre de las barbas

toma sopa en el mapa.



Un juglar llegó al pueblo

con antiguas cantatas

y con fiebres antiguas

de todos los colores.



En las barbas anidan

diversas colecciones

de insectos y libélulas.

En las garras del cáncer

se extinguen las familias.

El hombre de las barbas

tenia una familia

que se murió en el bosque.

¡Veinte son las coronas

que envió a los anuarios!



Un juglar llegó al pueblo

haciendo mal de ojo:

La hermana más pequeña

se murió en la ventana

con la fiebre amarilla.

La hermana más segunda

se murió con su novio

con la fiebre encarnada.

La niña más tercera

se murió por la tarde,

con la fiebre malaria.

El hombre de las barbas

ya no tiene familia.

En las barbas de Enero

vencía el Rey de Oros.



En las barbas de Lorca.

se moría Walt Withman.



A las seis de la tarde

se murió María Luisa.



El hombre de las barbas

detiene aquí su ritmo,

pone un vaso de soda.

¡Se trata de su hija predilecta

helada en los jardines!



Vino un cisne de invierno

y perforó su encanto.

Muerta ya María Luisa

con el costado yerto

en jarro de manises.



Las barbas tienen sodio,

(lo juro por las barbas del profeta.

Veinte son los tinteros

que vació el profeta.



EI hombre de las barbas

otea el Océano

y llora por Marisa

que murió en Buenos Aires.



Las barbas llegan lejos

por las barbas del mar,

que no cabe en un vaso.



Con un vaso de absenta

se murió en los maitines

la hermana pecosilla.



Con vaso de cicuta

agonizaba Sócrates.

Tres hermanas gemelas

buscaron su agonía

en las guerras de Flandes,

Laura.

Luscinda.

Lola.

Tres granaderos turcos

vendieron su derrota

más bella que un salterio.



Después vino el diluvio.

El arca del notario se empapó

hasta la cima.

Testamentos y esquelas

flotaban por las calles.



Cuatro eran las hermanas

que en el balcón zurcían.

Cuatro fueron las bombas

que lanzó el aeroplano.

Cuatro fueron las aves

que llenaron la estancia

de incandescente vela.



A la luz de los cirios

quemábanse las barbas.



Las veinte dió el reloj

sobre el reloj de arena.



Veinte son los lamentos

que da el burro en el valle.



Los pastores rizaban

las barbas de la luna

en el agua del valle.



Las tres hermanas monjas

se fueron por el valle.

Las tres hermanas monjas

cogidas de la mano.

Las tres hermanas monjas

se murieron descalzas.



Veinte son los cabellos

que perfumó el arcángel.



Elvira, la más dulce,

se murió de ramera

en un bar de Belgrado.

Las dos hermanas mudas

se murieron despacio

haciendo una novena.



La muerte se infiltraba

por el cristal de noche





A las diez de la noche

tosía Carmen Rosa

en caja de azucenas.

A las diez de la noche

pedía un vaso de agua con azúcar-

A las diez de la noche

se marchó por los aires

de la mano del ángel

de la escarlatina.

¡Ay mi niña la veinte!



El hombre de las barbas

lloraba sobre el plato.

El hombre de las barbas

colecciona retratos.

El hombre de las barbas

escribía una instancia.



El pequeño juglar

ahorcado fue en el pueblo

con todos sus papeles

y sus cintas.

El pequeño juglar,

como después se supo,

no tenía la culpa.





Santiago Amón

(Publicado en la revista Nubis, en febrero de 1957)



NUBIS

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